Los migrantes y los juegos del hambre
Las migraciones responden a dos causas principales, a las guerras y al hambre, y esta última mata a muchas más personas que todas las demás causas de muerte en el mundo.
En la era de la globalización no existen fronteras para el movimiento de capitales, no importa si el dinero es limpio o sucio, si son fondos buitres, si paga o no paga impuestos, pero se cierran cada día más para las personas que huyen del hambre o la guerra.
A pesar del predominante espejismo del progreso, de acuerdo a Oxfan, en los últimos años los ingresos de los pobres del planeta ha disminuido mientras la de los mas ricos aumenta exponencialmente. Tanto así que, hace un año, 62 personas acumulaban la riqueza de la mitad de la población mundial. Hoy hay casi cinco veces más desnutridos en África que los que había en 1970. Cada año tres millones de niños mueren como consecuencia del hambre.
Panamá frente a los migrantes
El istmo de Panamá siempre ha sido zona de tránsito y destino de migrantes de todos los confines del planeta. Somos una nación de migrantes (hasta los pueblos que llamamos originarios llegaron al istmo como resultado de migraciones posteriores al etnocidio mas grande de la historia, ese que los españoles llaman descubrimiento, conquista y colonización de América).
A lo largo de nuestra historia hemos sido generosos y, a la vez, discriminativos con los migrantes. Gobiernos de todos los signos han mantenido restricciones discriminatorias hacia los nacionales de algunos países. El mentor del actual partido en el poder, Arnulfo Arias, pasó a la historia por hacer de un plumazo una constitución, la de 1941, que declaraba indeseables las migraciones de negros, chinos y, de a vaina, no incluyó a los judíos (por la simpatía que sentía hacia el nazismo, en boga para entonces en Alemania).
Desde que tengo memoria, la venta de visas a chinos, indios, dominicanos, nicaragüenses, los fraudes en la tramitación de permisos de trabajo, son leyendas urbanas en nuestro medio y constituyen un próspero negocio de no pocos abogados con la complicidad de algunas autoridades locales"
Las visas para los países comunistas estuvieron prohibidas en Panamá desde que “el comunismo” se instaló en algunos países. Si un cubano pide una visa regular en el consulado de Panamá en La Habana, le preguntan para qué la quieres, si tienes dinero para quedarte, dónde te vas a quedar, si tienes el pasaje para continuar o regresar; luego esa solicitud llega hasta aquí y es trasladada al Consejo de Seguridad del Estado (antes iba al G-2 o al DENI), de allí es enviada a la CIA, DEA, Departamento de Estado, FBI, Interpol, y un largo etcétera. Al final de este proceso es muy probable que la solicitud sea denegada: eres espía ñángara o balsero, da lo mismo.
Si un norteamericano pide una visa en un consulado panameño de cualquier parte del mundo se le da casi automáticamente, no importa si es “wild bill” o Jack el destripador. Si el migrante se identifica como empresario o inversionista puede que te den una cédula o pasaporte especial y un trago de bienvenida en el aeropuerto. Aquí tuvimos con cédula y título de ilustres inversionistas a Pablo Escobar, Nelson Urrego, Castrillón Henao, Pablo Rayo Montaño, Mario Villanueva (por mencionar a un mexicano), hoy preso en Estados Unidos.
Si los migrantes que se quedan en el país son negocio, muchos son explotados o prostituidos o son mano de obra barata de empresarios que los contratan con salarios por debajo de la ley y sin prestaciones laborales, los que usan nuestro territorio como tránsito son fuente de ingresos para las mafias internacionales dedicadas a la trata de personas que se sirven de los llamados coyotes.
Pies secos, pies mojados
Los cubanos salen de su país por los mismos motivos que los mexicanos, ecuatorianos, salvadoreños, hondureños, guatemaltecos, haitianos, dominicanos, etc. Los diferencia el hecho de que una ley que politiza la migración de cubanos, que les da, si tienen la fortuna de poner sus pies en el territorio continental de Estados Unidos, estatuto de residencia permanente y un número plural de otros beneficios (si los detienen con los pies mojados a bordo de una balsa en el estrecho de la Florida, los devuelven a Cuba).
Muchos cubanos de la isla temen –y con razón- que con la normalización de las relaciones entre sus gobiernos la ley desaparezca y no puedan entrar a Estados Unidos con la facilidades que ahora poseen. Si esto ocurre se verían obligados, como cualquier otro ciudadano del mundo, a ir al consulado norteamericano de La Habana, abonar una suma no reembolsable y someterse a un examen minucioso de sus antecedentes, capacidades profesionales, etc. y finalmente exponerse a ser rechazados.
El sueño americano
Estados Unidos, un país de inmigrantes, aplica políticas de inmigración selectiva. Si eres un ingeniero o químico o físico de la India a China (no importa si el solicitante pertenece al gobernante Partido Comunista Chino) o si eres un empresario establecido dispuesto a invertir, eres bienvenido.
Si eres un “espaldas mojadas” puedes correr la suerte la de los 188 mil mexicanos que fueron apresados y deportados por la Patrulla Fronteriza el año pasado. A otros les va peor: mueren deshidratados tratando de cruzar el desierto de Arizona o son víctimas de los coyotes o son cazados por patrullas de civiles armados (supongo de fanáticos de Donald Trump) que los persiguen como si se tratara de un zafari.
A pesar de todo el carisma del primer presidente negro de los Estados Unidos (también hijo de migrantes), Barak Obama no ha podido detener los redadas migratorias en casi todo el territorio de la unión. El Servicio de Migración y Aduanas sigue enviando a albergues temporales y luego deportando niños y adultos, dividiendo familias (desde enero se realizan 14 vuelos semanales para repatriar centroamericanos). Según esta misma fuente mas de 100 mil familias (adultos y niños) entraron por la frontera sur en el 2015 procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador.
Sophie Cruz, una niña nacida en Los Ángeles hace seis años, se convirtió en expresión de esta dramática realidad cuando, en septiembre pasado, rompió el cerco de seguridad alrededor del Papa Francisco en Washington, para entregarle una carta en la que le suplicaba que no permitiera que el servicios de migración deportara a sus padres, originarios de Oaxaca, México. Es su pesadilla de todos los días –en palabras de Jorge Ramos- y la de millones que trabajan sin papeles en ese país.
La travesía cubana
Los cubanos salen de la isla con su “librito de viaje” o guía detallada de los sitios, costos, contactos telefónicos o personales, etc., para su aventura de ocho mil kilómetros a través nueve países. Compran una visa y un pasaje aéreo a Ecuador, lo atraviesan en transporte público; cruzan la frontera y en Colombia recurren a los servicios de un coyote para que los guie en la selvática zona fronteriza.
Como saben de antemano que las autoridades colombianas que se encuentren tratarán de quitarles el dinero y hasta sus pertenencias, tienen sitios y contactos que los reabastecen de dinero para continuar camino. La mayoría cruza la frontera en una embarcación hasta Puerto Obaldía en Panamá, otros son dejados por los coyotes en un punto donde le indican que sigan una trocha que los llevará hasta un puesto del Senafront en el lado panameño. Saben que una vez en suelo panameño no serán devueltos a Colombia. No se sabe, qué sucederá ahora que el presidente Varela ha ordenado cerrarles la frontera.
En Panamá y en cada uno de los países subsiguientes, tienen los contactos que les proporcionan el apoyo indispensable para continuar. Según sus propias declaraciones, la travesía puede terminar costándoles quince mil dólares o más, suma que han ahorrado previamente, que no cargan encima, sino que está a su disposición en cada país al que llegan, otros se valen de familiares o amigos en Estados Unidos. Otros se ofrecen para trabajar en distintos oficios (algunos y algunas ejercen el oficio mas antiguo del mundo para obtener dinero rápido, con los peligros que ello representa para la salud) y ahorran hasta tener el dinero necesario para continuar.
Por eso, para ellos lo más importante es pasar lo más rápido posible ya que cada retraso provoca que se les agote el dinero y si están obligados a albergarse en sitios confinados, exigen al gobierno del país en el que se encuentran su manutención. A pesar del derecho humanitario, la mayoría de los gobiernos se hacen de la vista gorda porque su manutención representa erogaciones no presupuestadas y consideran que es una forma de alentarlos.
Los llamados africanos o “extracontinentales” (término que pareciera aludir a seres provenientes de otro planeta) viajan a Brasil o a Guyana, generalmente por barco, ingresan legalmente y una vez en tierra queman sus pasaportes o documentos de identidad o los envían por correo a una persona en un sitio equis del país de destino, con la intención de declararse indocumentados y evitar la deportación. Desde allí tienen dos alternativas: cruzar la amazonía para hacer la ruta del Pacífico desde Ecuador o siguen la ruta por el Atlántico hasta la frontera de Colombia y Panamá.
La crisis y la hipocresía de las potencias
Como dije al inicio estamos en la presencia de un componente de la crisis global y, por ello, la solución no puede ser parcial, ni inmediata, ni de un país, ni de un grupo de países. En el caso de nuestro hemisferio no habrá solución sin la participación Estados Unidos, cuya política migratoria –de tira la piedra y esconde la mano en el caso de los cubanos-, hacia el resto de los países de Latinoamérica es contradictoria: por un lado dice procurar buenas relaciones y por el otro los trata a las patadas. Ni hablar de la amenaza que representa uno de los candidatos a la presidencia que ganó la nominación en base a un discurso cargado de insultos a los latinos.
La xenofobia, el anti-islamismo, o las guerras que las potencias imperiales libran sobre el tablero de ajedrez del medio oriente, son expresiones parciales de un problema mucho mayor. La bomba migratoria, lo mismo que la crisis sistémica que la origina, están íntimamente relacionadas con el destino que como colectividad humana nos propongamos forjar. No vale mirar para otro lado.