¡Es el individualismo!
No sé cómo se las ingenia este país para complicarse tanto. Separándonos de las grandes causas de los grandes problemas, no resulta comprensible que los ciudadanos trabajemos tan duro en deteriorar nuestra propia calidad de vida.
No comparto el optimismo de los que sostienen que estamos a punto de ingresar al “primer mundo” porque somos la economía que mas crece en la región o porque tenemos lindos rascacielos, centros comerciales, etc. La noción de bienestar dista mucho de esa realidad cosmética.
¿Para qué sirve esa pátina de modernidad que cubre un sector de la ciudad si pasamos tres y cuatro horas diarias en un tranque, si la inseguridad no nos deja caminar libremente o dormir, si la justicia no funciona,
tampoco el gobierno, la educación y servicios esenciales como la salud, son un desastre?
Hace apenas unas décadas, éramos una Nación que fortalecía su identidad y luchaba por su integración territorial. Para otros panameños la lucha consistía en construir una democracia liberal. Había más pensamiento país en nuestra vida cotidiana. Visto de otra forma: poseíamos una mayor comprensión de que la solución de nuestros problemas individuales dependía también de soluciones colectivas.
Hoy el individualismo gana terreno abrumadoramente al son del “qué hay pa’ mi”, el “juega vivo”, el clientelismo, la búsqueda de la satisfacción egoísta e inmediata de lo que creemos son nuestras necesidades, sacrificando la noción de destino común que es indispensable para el desarrollo. El dinero fácil y rápido es el complemento de esta forma de ver la vida en la que no caben los ideales, los sueños, mucho menos el trabajo, sacrificio, el estudio y la tenacidad.
El crecimiento económico no necesariamente se convirtió en desarrollo humano. El reto de construir una sociedad mas equitativa y redistributiva no se enfrenta con prácticas clientelistas hacia los mas pobres que mas bien reproducen aquello que supuestamente pretenden combatir. El repartir colchones o bolsas de comida en vez de oportunidades, agrava el parasitismo, destruye la autoestima y el espíritu de superación de las personas.
No existe desarrollo humano sostenible sin inclusión social, sin educación de calidad, sin una movilidad social basada en los méritos y capacidades de las personas.
Los cambios que trascienden ocurren dentro de la dinámica de formación de la cultura de las personas. Hoy la riqueza de los países se mide por su capacidad de producir conocimientos, innovación, por el talento, creatividad y esfuerzo de su población.
Pero el empeño individual es solo una parte la construcción del buen vivir. Supongamos que tengo lo que necesito para una vida cómoda, sin carencias materiales. ¿Se puede prescindir del entorno afectivo, el que dan los padres, hijos, pareja, familia; la compañía y solidaridad de los amigos, el sentido de pertenencia a una generación o grupo, la capacidad de compartir sueños, alcanzar metas, en la vida profesional, en el deporte o lo que fuera? ¿Cuál de estas necesidades se pueden satisfacer permaneciendo encerrados en nosotros mismos?
Nuestra sociedad necesita mas pensamiento colectivo y construir una convivencia basada en una ética verdaderamente humanista. Necesitamos levantar la mirada hacia el futuro. La idea de un destino común siempre es imperfecta, aún así, vale la pena ir por ella. Cambiemos de actitud antes de que sea demasiado tarde.