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Día del padre y padres de la patria

La triste historia de otra paternidad irresponsable, la de los mal llamados padres de la patria. ¿Qué les podremos regalar este domingo cuando unos y otros celebremos el día del padre?

Asamblea Nacional de Panamá

Por estos días se celebra el día del padre, una de muchas festividades cuyo propósito original, enaltecer las virtudes de nuestros progenitores, ha quedado sepultado por un terrible frenesí consumista. Da igual si es el día del padre, la madre, el tío o la abuela, lo que hoy importa es ir de shopping y demostrar el tamaño de nuestro afecto según el importe que hacemos cuando llegamos a la caja registradora de una tienda.

En un grave problema de nuestro tiempo: la forma como un valor sagrado termina desvirtuado por el afán crematístico. Lamentablemente, vivimos en un mundo en el que cada vez más lo que vale es lo que se puede comprar.

Meditando en ello me encontraba cuando tropecé con una de tantas notas informativas de los medios impresos en las que se aluden las negociaciones que se están desarrollando para decidir quién o quiénes van a presidir la Asamblea de Diputados en la próxima legislatura, a partir del 1 de julio próximo. Hasta aquí nada raro, salvo por el hecho de que, para tomar este tipo de decisiones, los padres de la patria (que así los llaman) se basan en la cantidad de “contratos legislativos” que puedan ganar para favorecer a su clientela política.

Si ese tipo de beneficios sirve para que el presidente de un partido o de una bancada tome ese tipo de decisiones ¿se pueden Uds. imaginar lo que se necesita para que se apruebe una ley o un traslado de partida?

Muchos de los integrantes de nuestra Asamblea están en una especie de subasta permanente. No diré que todos, pero si una cantidad suficiente como para constituir una mayoría siniestra que existe, no importa la línea del partido o quién esté en el gobierno. De allí la leyenda urbana de que el Palacio Justo Arosemena se ha convertido en territorio de chaqueteros, transfuguismo y maletinazos".

En la Asamblea es vox populi que la Comisión más disputada es la de presupuesto, debido a que, muchos de los honorables diputados se las ingenian para comerciar su voto. Allí, la aprobación de un traslado de partida para, por ejemplo, una compra urgente de medicamentos para la Caja del Seguro Social, puede quedar trancada, si el director de esa entidad no les favorece con el nombramiento de un pariente o de “un copartidario que nos apoyó en la campaña o se sacrificó tocando puertas para conseguirnos los votos, gracias a lo cual tiene bien merecido cobrar un salario en el gobierno…” aunque, muy probablemente, pretenda hacerlo sin tener que trabajar. Al fin y al cabo el compromiso del “nuevo funcionario” no es con la institución sino con quien le consiguió la chamba.

Vista así, muchos de los integrantes de nuestra Asamblea están en una especie de subasta permanente. No diré que todos, pero si una cantidad suficiente como para constituir una mayoría siniestra que existe, no importa la línea del partido o quién esté en el gobierno. De allí la leyenda urbana de que el Palacio Justo Arosemena se ha convertido en territorio de chaqueteros, transfuguismo y maletinazos.

¿Cuál es el origen de esta desviación del que debería ser el objetivo principal del órgano legislativo? La respuesta es muy simple: el clientelismo político.

El diputado, salvo contadas excepciones, ya no es el líder de una comunidad, el que la representa, organiza y lucha por ella, no es una persona que deba ser elegida en base a una trayectoria, que ha hecho méritos, que posee una visión y propuestas para enfrentar los problemas sociales, ni siquiera es, necesariamente, un destacado dirigente de un partido político.

Por el contrario, muchos de nuestros diputados lo son porque se hicieron de un botín para repartir bolsas de comida, materiales de construcción, también becas, subsidios (no importa si calificas o no para ellos), pagados con dineros que pertenecen a todos los panameños. Muchos no son poseedores de un discurso político ni de una base programática, algunos literalmente son analfabetas funcionales que no tienen idea de las leyes que pretender discutir o aprobar. Otros son representantes de mafias organizadas como las que medran de concesiones del transporte público.

Esta calidad de diputados hizo posible que, en menos de lo que se persigna un ñato, el expresidente Martinelli, al inicio de su gobierno se hiciera de una servil bancada mayoritaria que lo acompañó diligentemente en el atraco al erario, perpetrado durante el pasado quinquenio, y le dotó, por añadidura, de blindaje legal (propuesta por el exdiputado Hernán Delgado) destinado a dificultar, todavía más, la aplicación de la justicia. Es decir, además de gozar de las prerrogativas de ser diputado de “una cueva de ladrones”, el señor Martinelli cuenta hoy con el blindaje que le hizo su obsecuente asamblea de diputados.

Muchos de los sastres de esas leyes siguen allí. Es más algunos están deseosos de negociar con el nuevo gobierno la forma de quitarse la chaqueta de Martinelli. Por fortuna, algunas cosas han cambiado con el gobierno de Juan Carlos Varela y su compromiso de no promover o patrocinar el transfuguismo merece el aplauso ciudadano, pero, el hambre de maletines amenaza seriamente la salud de algunos diputados, hasta el punto de que un intento de modificar la llamada ley de blindaje sucumbió gracias a la complicidad de los mismos que en estos momentos están reclamando “contratos legislativos”. ¡Qué pena..!

La cuadratura del círculo: la triste historia de otra paternidad irresponsable, la de los mal llamados padres de la patria. ¿Qué les podremos regalar este domingo cuando unos y otros celebremos el día del padre?

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