Carriles exclusivos para los buses: sí, ganamos todos
Hace algunas semanas me molesté mucho con dos policías de tránsito: el bus que estaba esperando en Calle 50 para ir a Vía Porras no podía llegar porque el carril exclusivo de metrobús estaba abarrotado de autos.
Los policías estaban impávidos. No pudieron hacer nada. Ni siquiera responder mis preguntas de por qué no les ordenaban a los conductores de autos despejar el carril por el cual no debían circular.
Nos mandaron a vigilar esta otra calle”, alcanzó a decirme uno, apenado.
Pero entiendo su tibieza: aunque en la ciudad tenemos tres o cuatro carriles de buses, la gente no sabe para qué sirven y por qué es justo que existan.
En una ciudad con la cultura del carro enquistada –es válido que los automovilistas nos estacionemos en la acera, incluso-, un carril para buses suena a grosería. A una aspiración que no cabe en esta urbe. Porque si yo tengo auto pago mis impuestos. Porque los buses son generadores de tranque y mi pequeño carro no.
Pero la matemática nos ayuda a entender que nuestra realidad está distorsionada.
Digamos que en una cuadra de Calle 50 hay 20 autos por carril esperando la luz roja. Si la calle tiene tres carriles… hay 60 autos.
Digamos también que la mitad de los vehículos viajan con una persona y la otra mitad con dos.
Entonces, en ese tramo de la Calle 50 hay 90 personas en auto.
En Panamá, según los cálculos de la Autoridad de Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT), cada auto lleva 1.1 personas (una persona y un brazo más, digamos).
Pero en la misma cuadra de Calle 50 hay un carril para bus, con tres autobuses en espera. De acuerdo con Mi Bus, la ocupación promedio de sus vehículos es de 68 personas.
Digamos que los tres buses llevan 60 cada uno. Entonces, juntos, tienen 180 pasajeros.
Tres buses llevan 180 personas y 60 carros llevan 90.
Sumemos a la ecuación otro componente: la comodidad. 90 personas ocupan con sus autos el 75% de la calle (3 de 4 carriles). Cada persona tiene cerca de 3 metros –el tamaño de un auto promedio- para sí.
Pero en un bus, que ocupa el 25% de la calle restante (1 de 4 carriles), la gente tiene 0.17 metros de espacio promedio –el bus tiene 12 metros de largo-.
Es decir: una persona que va en bus tiene 17 veces menos espacio para su viaje que una persona que va en auto.
Y podemos ver el bosque y no sólo un árbol: según la ATTT, los que nos movemos en auto representamos el 30% de la población.
En una vía como Calle 50, el 30% de los que viajan se quedan con el 75% de la calle, mientras el 70% restante de la gente con el 25% que sobra.
Entonces, ¿además de quedarnos con el 75% de la calle, los que vamos en auto debemos invadirle el espacio que le resta al 70% de la gente?
Es una aparente injusticia, ¿no creen?
En la medida en que un bus no tenga prioridad de paso, los tiempos de viaje se multiplican y generan una serie de complicaciones que, a la larga, las pagamos todos: la empresa pública que gestionan los buses gasta más y necesita más subsidio –es decir, dinero público- para operar, los buses no alcanzan y no llegan a tiempo a ninguna parte, los usuarios se someten al doble calvario del tranque y las esperas, se aburren y, consecuentemente, algunos se compran autos para acabar con el drama.
Pero luego el sueño se cae por sí mismo: esos autos se suman a la larga cola de vehículos que ya no pueden transitar por la Calle 50 de lo trancada que está.
El debate del carril para buses emerge en las ciudades realmente preocupadas por su movilidad. Otras ya las han superado. En Madrid, la Empresa Metropolitana de Transportes (EMT) libra una lucha importante por ganar espacios para la operación de sus buses. La batalla es, incluso, política.
En Panamá es imperativo que las autoridades incorporen más carriles exclusivos para buses en las vías de mayor congestionamiento. Es una cuestión de equidad y, en el fondo, de democracia.
No podemos seguir condenando al que no tiene ni quiere auto a trayectos extremadamente extensos en un bus. No podemos incitarlo a gastarse lo que no tiene en un vehículo y sumarse al drama de más horas y horas perdidas en tranques, a tardes sin ver a sus hijos, a noches sin ir al cine, a madrugadas sin completar el sueño. Porque en esa ecuación la economía también pierde.
Los carriles exclusivos son una buena oportunidad para, de hecho, convencer al que tiene auto de que lo puede dejar en casa un día y tomarse el bus. Que sí, que funciona. Y eso es un auto menos en la calle. Es decir, menos tranque.
En mi caso, después de 40 minutos esperando que la cola de autos atravesados en el carril exclusivo de buses avanzara y los buses llegaran a mi parada en Calle 50, me harté y decidí irme a pie para otro lado. Cancelé mi compromiso en Vía Porras porque entendí que jamás llegaría.