Griezmann frustra a Wenger en su última noche europea en casa
En Highbury, como en los últimos 22 años, solo se hablará de Wenger.
Tras 22 años al frente del Arsenal, el técnico francés Arsene Wenger dijo este jueves adiós a las noches europeas en su casa, el Emirates Stadium, y lo hizo con la amargura de a quien se le escapa la victoria de las manos y, además, el protagonismo recae en un compatriota, el delantero Antoine Griezmann, que marcó el 1-1 en la ida de semifinales de la Liga Europa.
Desde el momento en el que en el barrio londinense de Highbury se empezaron a vender banderas con la inscripción "Gracias por los recuerdos, leyenda" junto a una foto del técnico alsaciano, todo parecía indicar que lo de este jueves sería una despedida a su altura.
Camisetas de 'Merci, Arsene' (Gracias, Arsene), bufandas que le tildaban de leyenda y una pancarta en el campo, escueta, pero con un mensaje claro: "El fútbol debería ser un arte", acompañada de una instantánea del francés.
Era su noche, incluso por encima de la del Arsenal, que se jugaba ingresar en una final europea 12 años después, pero el foco cambió en cuanto el croata Sime Vrsaljko entró con dureza a Alexandre Lacazette y vio la segunda tarjeta amarilla -la primera se la llevó por una barrida a Jack Wilshere-.
La expulsión, la más rápida por doble amarilla de la historia de la Liga Europa, enrabietó a los atléticos y en especial a su técnico, Diego Pablo Simeone, que tras gestos y gritos de furia, fue también expulsado y tuvo que ver el partido desde la grada.
No le tembló el pulso al árbitro francés Clement Turpin para volverse el protagonista de la noche, superando al hombre de traje, manos en los bolsillos y gesto calmado, llamado Wenger.
No había terminado el partido y ya se hablaba más del árbitro que de lo que ocurría dentro del campo. Cada decisión del colegiado era criticada, tanto por un lado como por el otro.
Mientras tanto, Wenger se agazapaba en su banquillo, apenas salía para dar un par de instrucciones, antes de volver a sentarse.
Si atacaba el Arsenal, alzaba la cabeza. Si había algo que no le gustaba, simplemente, lo comentaba con el banquillo. Cuando tuvo frío, se puso uno de sus clásicos abrigos largos. Si las continuas ocasiones desperdiciadas por su equipo le desesperaban era de una manera imposible de percibir.
A un lado quedaba la pasión y locura del 'Cholo', a otro, la seriedad y carácter británico de Wenger, y en el campo, un Arsenal que tardó 61 minutos en romper el 0-0 con el que empezó la última noche europea de quien ha pasado los últimos 22 años como inquilino del banquillo de los 'Gunners'.
Con la actuación de Turpin, la expulsión de Vrsaljko y Simeone, el gol de otro francés, Alexander Lacazette, de cabeza, y el empate final de Griezmann, evidenciando las carencias defensivas de los londinenses, se echó el telón al último baile casero de Wenger en el Viejo Continente.
Tras una final perdida en de Liga de Campeones en 2006, rozar la Copa de la UEFA en 2000 y haber devuelto al Arsenal a la elite del fútbol europeo, este viernes en todo el mundo se hablará de la decisión arbitral de Turpin. En Highbury, como en los últimos 22 años, solo se hablará de Wenger.