Elecciónes de sedes de próximos mundiales se convierte en circo
El proceso de selección de las sedes de la Copa Mundial de 2018 y 2022 se ha convertido en un circo, ante las acusaciones de que algunos dirigentes de la FIFA ofrecieron vender sus votos, así como las críticas entre distintos candidatos y un supuesto acuerdo secreto entre algunos aspirantes para intercambiar sus votos. Todo ello se ha sumado a las agrias discusiones sobre cuál es el continente que debería organizar el Mundial de 2018. La FIFA está bajo la lupa, y están en juego miles de millones de dólares así como la reputación de más de un dirigente. Once países pujan por el derecho de organizar alguna de las dos próximas ediciones del Mundial y 24 funcionarios de la FIFA deben decidir los ganadores el 2 de diciembre, en Zurich. "El otorgamiento de la sede del Mundial representa una decisión que involucra miles de millones de dólares. Es algo grande. No hay nada más grande en términos de finanzas en el mundo del deporte", consideró Declan Hill, periodista canadiense que publicó un libro titulado "The Fix: Soccer & Organized Crime". "El Mundial es el suceso dominante en el deporte; hace que parezcan pequeños otros sucesos, como la Serie Mundial y el Super Bowl". El escándalo más reciente de la FIFA se asemeja a aquel que estremeció al movimiento olímpico. Se comprobó que miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) aceptaron sobornos para elegir a Salt Lake City como sede de los juegos invernales de 2002, un caso que derivó en grandes reformas en el sistema de votación. Pero en la FIFA, parece que los votos siguen siendo moneda de cambio. Y el asunto estará probablemente en la agenda el jueves y viernes, cuando el comité ejecutivo se reúna en Zurich. Inglaterra, Rusia, Bélgica-Holanda y España-Portugal están en la puja para organizar el Mundial de 2018, mientras que Estados Unidos, Australia, Japón, Corea del Sur y Qatar buscan ser anfitriones del torneo en el 2022. Es la primera vez que se decide la sede de dos mundiales en forma simultánea, lo que representaría una potencial bonanza para aquéllos dispuestos a vender o intercambiar votos. A comienzos de este mes, el diario londinense Sunday Times divulgó el contenido de entrevistas con dos dirigentes de la FIFA, Amos Adamu, de Nigeria, y Reynald Temarii, de Tahití, quienes aparentemente ofrecían sus votos a la venta. El comité de ética suspendió provisionalmente a ambos hasta el 17 de noviembre, lo que significa que podrían votar todavía el 2 de diciembre. "La información en este artículo causó un impacto muy negativo sobre la FIFA y en el proceso de selección para los mundiales de 2018 y 2022", dijo el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, poco después de que surgieron los reportes. Pero poco después, otros medios señalaron que el ex secretario general de la FIFA, Michel Zen-Ruffinen, dijo que España-Portugal y Qatar, habían llegado a un acuerdo que daría a cada uno siete votos de parte del comité ejecutivo del organismo, formado por 24 miembros, para sus respectivas candidaturas. "Todo esto se encuentra cubierto de conflictos de interés", dijo Hill. "Blatter depende de muchas personas a quienes debería vigilar, en términos de votación, de modo que tiene un conflicto natural de interés que le impide sanear esto". De manera sorprendente, las acusaciones han hecho poco por dañar la imagen de la FIFA, pese a que el presidente del COI, Jacques Rogge, instó a Blatter, quien es también miembro del máximo organismo olímpico, para promover una mayor transparencia en la FIFA. "Lo alenté a hacer exactamente lo que ha hecho y a buscar el mayor saneamiento posible", dijo Rogge en el puerto mexicano de Acapulco. También las críticas inapropiadas han sido parte de la votación. La semana pasada, el líder de la candidatura rusa Alexey Sorokin criticó la campaña de Inglaterra para organizar el Mundial del 2018, al señalar que Londres tenía altos índices delictivos y un grave problema de alcoholismo entre los jóvenes, de acuerdo con algunos reportes. Inglaterra exigió una disculpa formal pero Sorokin se negó a darla, tras señalar que un diario ruso había tergiversado sus declaraciones.