El Clásico también se juega fuera de la cancha
Un duelo que moviliza a las masas
Las plazas se llenaron de turistas, los bares se preparan para obtener, en 90 minutos, la ganancia que sacan en una semana y las tiendas no paran de facturar.
La imagen, como todas las imágenes, no deja de ser subjetiva, aunque sirve para describir un escenario. Los ojos ven a 10 varones, de distintas edades, vestidos con la camiseta blaugrana de Lionel Messi, la 10. Están en Plaça Reial, a pocos metros de la Rambla Cataluña, lugar emblemático de la Ciudad Condal. Ninguno habla castellano y menos parlen català. Son ingleses y alemanes que llegaron desde distintos puntos de Europa para estar hoy en el Camp Nou, a partir de las 21 (17 hora argentina). Son hinchas de Barcelona en los clásicos, en las instancias finales de la Champions League o en etapas de extrema exquisitez, como sucedió con el equipo de Guardiola. Son también hinchas de Messi, y quieren que el argentino le gane a Cristiano Ronaldo, más allá de cualquier resultado.
Barcelona amaneció hoy con mucho azul y mucho rojo. Hay un partido que paralizará la ciudad y que unificará el tema de conversación. Los bares se prepararon bien porque la ganancia puede superar a la de toda una semana (en España, para ver la mayoría de los partidos de La Liga hay que pagar un “extra”, una especie de codificado argentino). Las tiendas, hoy, saben que no pueden abrir tarde ni cerrar temprano. Los que odian el fútbol, de alguna manera, tendrán que ver el partido o enterarse algunos tips para no quedar fuera de las tertulias y para opinar, por aquí se opina de todo (desde el peinado de Sergio Ramos pasando por la posible-supuesta novia de Ronaldo) y sobre todos, sin importar el grado o veracidad de información.
El club catalán, por su parte, explota al máximo este negocio, distribuyendo comercios oficiales por toda la ciudad, en puntos estratégicos como puede ser la estación de trenes de Sants (hay allí dos locales). El FCB vende tostadoras (uno pone el pan común y sale tostadito con el escudo del club), sábanas, cuchillos, tenedores, cinta de capitán, pizzas (en vez de ser redonda, tradicional, lleva también el formato del escudo), desodorantes y casi todo lo que la mente pueda imaginar y el bolsillo pueda comprar.
En un Barça-Madrid no importa la crisis económica. O no se nota, al menos. Hay que consumir, como si fuera ley de una constitución implícita. Hay que comprar una bandera, una bufanda, una camiseta o dos cervezas (una por cada tiempo) para quedarse en el bar y ver el partido sin tener que aguantar la mala cara del mozo.
El mundo, claro está, sabe de la importancia de este choque de estrellas. Por eso, para agrandar esta fama, se acreditaron 805 periodistas de 164 medios de 35 países.
Mañana, lunes, ya bajará la intensidad. El martes, muy pocas personas sabrán contra quién jugará la próxima fecha el equipo de Luis Enrique.
Texto: goal.com