David Ortiz y la recompensa por su liderazgo
Hoy, más que nunca, es el "Big Papi" de los Medias Rojas. David Ortiz se apoderó del premio al Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, el miércoles por la noche, y coronó una semana espectacular en la que guió a Boston a la coronación sobre San Luis, con una mezcla de poder, paciencia y una charla oportuna. Éste fue el mayor logro en la carrera de Ortiz, quien ahora ha conseguido tres títulos y representa el último eslabón del equipo que rompió la maldición de Babe Ruth, al barrer en el Clásico de Otoño de 2004 y dejar atrás una sequía de 86 años. "Tengo claro que soy uno de los mejores de este deporte y me gusta cargar con la responsabilidad", dijo Ortiz. "Así ha sido toda mi carrera, un desafío". "No buscaba ser el baluarte, pero soy consciente de que tenía que hacer algo para seguir de pie", dijo. "Y hoy no me tocó hacer nada. El resto del equipo se encargó". Después de retarle en los primeros cinco juegos, los Cardenales simplemente renunciaron a la posibilidad de amansar a Ortiz en el plato. El dominicano recibió cuatro boletos, incluidos tres intencionales, durante el sexto juego de la serie, que Boston ganó por 6-1 para amarrar el campeonato. Cuando Ortiz llegó al plato por última vez, en la octava entrada y con el resultado asegurado, el receptor boricua de los Cardenales, Yadier Molina, se puso de pie y habló con él en la caja de bateo. Molina le dio también a Ortiz una palmadita en un costado. Luego, Ortiz vio otras cuatro pelotas afuera y trotó a la inicial, acumulando cifras con las que no sueñan siquiera los jugadores de softbol, donde el pitcheo es menos poderoso: Se embasó 19 veces en 25 turnos. En un turno previo, el audio de la televisión captó una conversación entre Molina y el umpire principal Jim Joyce, en el que se pudo escuchar al puertorriqueño describir a Ortiz como "increíble". La multitud en el Fenway Park estalló en un coro ensordecedor de "MVP", las siglas del Jugador Más Valioso, cada vez que Ortiz iba al bate. Fue todo un cambio para un toletero de 37 años que tuvo problemas para dar hits en la serie de campeonato de la Liga Americana. Ortiz bateó de 11-16 (.688), con dos vuelacercas y seis impulsadas contra los Cardenales. Estuvo a punto de batear un grand slam, que le robó el puertorriqueño Carlos Beltrán al saltar por encima de la cerca del bullpen para hacerse de la pelota. Además, Ortiz recibió ocho boletos e incluso corrió para embasarse con un batazo dentro del cuadro, aprovechando que el intermedista Matt Carpenter jugaba muy atrasado. Y pese a la valiosa contribución que hizo con el tolete, al conectar 11 de los 41 hits de Boston o al recibir los boletos de los Cardenales, quizás el mayor aporte de Ortiz llegó mediante sus palabras. Cuando San Luis lideraba la serie por 2-1 y los Medias Rojas sufrían en el cuarto juego, Ortiz convocó a su pandilla de barbudos para arengarlos en la cueva. Dijo que sólo les pidió relajarse y apreciar esta vivencia. Sus compañeros contaron una historia distinta, después de que Boston reaccionó para ganar. "Eran como 24 niños de jardín de infancia, que miraban a su profesor. Él llamó la atención de todos, y lo miramos a los ojos", contó Jonny Gomes, quien respondió con el jonrón que significó el triunfo. "Ese mensaje fue muy poderoso". Al frente de las celebraciones en el terreno y el camerino, donde bebió de una gigantesca botella de champaña, Ortiz reflexionó sobre su tercer campeonato. ¿Cuál es su Serie Mundial favorita? "Todas son favoritas, todas son buenas", dijo. Su cumpleaños 38 años será pronto, el 18 de noviembre, y el tercer título también refleja una realidad inevitable: "Sé que me estoy poniendo viejo".