Corazones azules que brillan sobre el asfalto
En la carretera Interamericana los límites de velocidad son poco respetados por los conductores que por allí transitan.
Cualquier día, a cualquiera hora, es usual ver en el camino a los automovilistas que a un lado de la vía esperan a que un oficial de Tránsito termine de llenar la boleta que los hace merecedores de una multa, que por lo general es de 50 dólares para arriba, siempre y cuando no les llegue una "solicitud de ayuda", que está entre 5 y 20 dólares.
En la Interamericana no es extraño que de pronto un pesado camión te rebase sin la más mínima norma de seguridad, aunque curiosamente pocas veces ves a los camioneros esperando una multa.
La velocidad irresponsable a lo largo y ancho del país es constante, situación que se agrava en los poblados, donde los moradores deben estar cada vez más pendientes al cruzar las vías, pues a los conductores parece importarles un bledo los límites establecidos.
Cuentan los viejos que en los tiempos de "Ña Upa" los conductores automáticamente bajaban la velocidad al acercarse a un poblado, lo que hoy día ha cambiado drásticamente. Ahora, a los lugareños no les basta con mirar hacia todos lados para cruzar la carretera, pues deben persignarse y encomendarse al Altísimo, ya que de repente la muerte puede aparecerse rápida y furiosa, reclamando con su guadaña el primer descuido.
Numerosos son los lugares en donde los corazones azules brillan sobre el negro asfalto, prueba dolorosa de que la vida de un ser humano quedó allí, regada sin sentido, por la irresponsabilidad de quienes parecieran no entender que el vehículo es un arma potencialmente mortal.