Periodista cholito en el París de América

Periodista cholito en el París de América

Había cierta expectativa, llegamos y hacia frio, pero luego de una larga travesía por entre el Amazonas, ese cambio de clima no era nada.

Estábamos cansados, y al bajarnos del avión nos enrumbamos por la amplia autopista corredor que atraviesa por el centro de la imponente urbe, no lo podíamos creer estamos en la Reina de la Plata, Buenos Aires. Con el taxista veníamos hablando de futbol y la Bombonera, cuando de repente vimos las luces que iluminaban el entorno y al final allí estaba, una vía más imponente y de varios carriles y al fondo su cara, era ella Evita, símbolo de una Argentina que quizás ya no existe.

Eregida en el edificio que ella misma ordenó construir para los descamisados y que hoy alberga el Ministerio Argentino de Salud, la imagen de Evita se podría ver desde varios ángulos y en el medio el enorme obelisco conmemorativo al cuarto centenario.

Todo se veía ordenado, pero lo que más me sorprendió de momento, eran los enormes y eclécticos edificios que me rememoraban la época del tango y las milongas.

Calles en Argentina / Aris Ábrego

Llegamos al hotel boutique, subimos a la habitación, era minúscula pero funcional y el frio ya no era problema, pues el problema era el hambre, por lo que salimos y nos refugiamos en una pintoresca pizzería que en una esquina nos daba la bienvenida. Y qué más podíamos pedir, obvio un bife de chorizo, que cuando llegó a la mesa me dije ¡Oh Dios! ¿qué enorme es? Pero era tentador y al final delicioso.

Amaneció temprano, 5 de la madrugada y el sol resplandecía como si fueran las 8 u 9 de la mañana. Un café me despabilaba y me animaba a emprender una aventura que no tenía ni idea en donde iba a parar, lo que si sabía era que sólo tenía un par de horas para para conocer lo más recónditos rincones del París de América.

Caminamos cruzando por amplias y estrechas calles viendo extasiado aquellas inmensas pero espectaculares moles de estilo francés e italiano y preguntamos no llegamos a China, sino a la Casa Rosada (palacio presidencial) rodeada de imponentes, vetustos y bien conservados edificios. La Plaza de Mayo estaba llena de turistas, visitantes, estudiantes y transeúntes. Seguimos caminando por esas amplias e inigualables avenidas, hasta toparnos con el obelisco donde paramos para algunas fotos y tomar un cinco luego de kilómetros recorridos.

Y como ya es costumbre no me podía ir de un lugar sin comprar una tasa de café para mi colección, imanes para el refrigerador y los tradicionales llaveritos; luego el reloj decía ya estamos tarde y corriendo llegamos al hotel para cambiarnos para nuestra siguiente parada.

Ese nuevo paraje era Puerto Madero, sencillamente impresionante e innovador; una parte de la ciudad revitalizada y muy moderna.

Llegamos a un pequeño restaurante frente al Río de la Plata para degustar los mejores cortes argentinos, los cuales estaban insuperables, pero como había que avanzar, nos pusimos en marcha para llegar hasta la Universidad Católica (fundada por el hoy Papa Francisco) ubicada varias cuadras adelante en medio de un paisaje de Jacarandas moradas, un sol candente y aire fresco.

Cruzamos vetustos puentes, hasta llegar a un edificio viejo que data de más de 100 años pero por dentro está remodelado y al final de mi cobertura venía el cierre con broche de oro, más cortes argentinos supremos. Asados de todo tipo que me dejaron más que satisfechos, pero no tenía que adivinar que para bajar la llenura teníamos que regresar al hotel caminando como todo el día. Lo que sucede es que Buenos Aires tiene un buen sistema de transporte pero el tráfico es mortal en esta urbe tan concurrida como Nueva York.

Fue un periplo breve, pero intenso, al final quedé enamorado de Buenos Aires (aunque los bonaerenses son bastantes especiales) y con dos enormes ampollas o vejigas en las plantas de los pies. El avión salió horas después para llegar más tarde a Panamá, cansado y estropeado, pero contento de la experiencia, pero horas después estaba sentado en mi puesto redactando noticias como si nada hubiese pasado.

Amén

Arquitectura en las calles de Argentina / Aris Ábrego

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