A Paula: un adiós y mil recuerdos
Ella perecía dormir. Apacible, pequeña y tranquila. Cuando la vi, de inmediato me invadieron los recuerdos de mi infancia. Los más vívidos, sus almuerzos en los que no faltaban los frijoles y las tardes frescas en que nos mandaba de paseo o a patinar en el Parque Central.-
Recuerdo que en alguno que otra mañana la acompañé al mercado municipal, cerca del Mosquero y jamás podré olvidar que un día compró un par de tomates “peritas” para hacerme una “ensaladita”.-
Mi abuela Paula González ya no está y la extrañaré un montón y a pesar que estuvo en este mundo por 99 años, siempre estará en mis pensamientos.-
De ella recordaré además, su temple de acero, su amor incondicional hacia los suyos. Era realmente una matriarca y para mi muy sobreprotectora.-
Mis primeras referencias de ella me vienen de mi mamá, quien fue por un tiempo su nuera. Me contaba cómo era Paula y el aprecio que le profesaba durante los años posteriores. De hecho mi madre siempre me dijo “el día que tu abuela fallezca allí estaré en su funeral” y así fue.-
Nadie supo, nadie lo ve, pero se fue y aun no lo puedo creer, pero había que dejarla ir, no se podía ser mezquino, ya era su momento de dejar este mundo. Un mundo que la vio luchar, venir de la nada y forjar seis hijos y convertirlos en personas de bien.-
Y mientras escribo estas líneas, retrocedo y recuerdo que fue ella la que me dio mis primeras clases de cocina, obviamente empezando por lo más básico: el arroz y los frijolitos que reitero no podían faltar en su mesa.-
Mis amigos más entrañables nunca la conocieron pero me comentaron, ese lunes cuando falleció, “no sabía que te parecías tanto a ella”, yo creo que nunca me percaté de ello.-
El día de su último adiós, ella había logrado convocar a todos, primera, segunda, tercer y hasta cuarta generación; sencillamente sorprendente.-
Con ella y su legado, queda cimentado y demostrado que las mujeres (muchas de ellas) tienen una fuerza interior y un sexto sentido natural.-
Ella fue este tipo de mujer jodida, pero femenina y leona. Un día me hizo saber lo orgullosa que estaba de mi, porque no se imaginó que aquel niño flacuchento sería un periodista amante de las letras, la buena música y la comida.-
Las abuelas son esas madres consentidoras que todo niño adulto necesita en su vida. Más si a mi abuela materna no tuve el privilegio de conocerla, aunque también he escuchado historias heroicas de ella, hoy veo a mi mamá jugando ese papel y lo hace excelentemente. Agradezco al Universo por haberme permitido tenerla en mi vida. Desde donde esté no sólo descansa en paz, sino que nos guarda y si los ángeles existen ella sería uno de los más hermosos.-
Adiós Paula Edith González…