¡Tanto va el cántaro a la fuente...!
¿Será que la muerte de Rosita cambiará mi vida en El Edén?
A quién lo reciba...
Las horas en Santa Marta pasan rápido, en un abrir y cerrar de ojos se mezcla el día y la noche con aires de opresión y miedo.
Muero de ganas de llevarme lejos a los mios, Rosita murió y ese fue el inicio de mucha impotencia y tristeza.
El Edén es cómodo y me tratan como una reina, pero cambiaría cada capricho que Nicolás me complace, por una sonrisa amplia de mi padre Tomás, o por una caricia de Miguel sin miedos a ser vistos y escuchar algún escándalo.
No sé hasta cuando aguantaré esta situación, trato de ser fuerte, pero hay muchas veces que pienso que explotaré y contaré toda la verdad… ¡Mi verdad!
Por otra parte, no sé que hacer, Miguel y yo nos inventamos una manera de poder escaparnos lejos junto a mi familia. La sola idea de pensar que Nicolás y yo nos casaremos, me aterra y el que no para de hablar de tener muchos hijos, poner propiedades a mi nombre y de regalarme costosas joyas.
Sufro solo al ver como Miguel tiene que escuchar y tragarse todas sus palabras.
Al final tendré que encontrar una solución, si es que la tiene…
Pronto os escribiré más.
Victoria, hija de Lorenza y Tomás.
Santa Marta, 1843.