La ira, una toxina mortal
Reírse a carcajadas mantiene sano el corazón. La alegría mejora las defensas. La depresión, por el contrario, aumenta el riesgo de sufrir cáncer.
La evidencia es clara: las emociones producen bienestar o enfermedad. Así de simple. De hecho, un estudio publicado el año pasado en la revista PNAS, de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, afirma que las sensaciones, positivas o negativas, despiertan reacciones físicas en el organismo.
Las 701 personas que participaron en la investigación pintaron, en una silueta humana, el lugar donde sentían sensaciones como ira, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa, ansiedad, amor, depresión y envidia. El amor y la alegría generaron en ellas reacciones físicas en cabeza y pecho, donde están los órganos vitales.
Las emociones se regulan en el sistema límbico del cerebro. Allí, funciona ese cerebro primitivo del que emergen las sensaciones de manera impulsiva, explica Leonardo Palacios, neurólogo de la Universidad del Rosario.
Sin embargo, la corteza cerebral que lo cobija –lóbulo frontal– las controla para evitar que actuemos como fieras.
Cuando una persona está tensionada se activa el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, que estimula la producción de sustancias como las catecolaminas, que elevan la presión arterial y la frecuencia cardiaca, y disminuyen la irrigación sanguínea en algunas áreas, hasta convertirse en un factor de riesgo para la salud cardiovascular y cerebral, entre otros”.