Aumenta la población anciana en Panamá; cifras revelan futura bomba de tiempo
En Panamá se necesitará este año la misma cantidad de camas en hospitales geriátricos que incubadoras en salas de parto.
Las estimaciones de vitalidad del Ministerio de Salud (Minsa) han revelado que al 1 de julio pasado habrían 72,815 personas mayores de 80 años, apenas mil 597 menos que la población de un año de edad o recién nacida.
El fenómeno se ha acentuado este año, tras una década de continuo estrechamiento entre ambos rangos de edades: en comparación con 2006, hay 103% más ancianos y apenas 6% más recién nacidos.
En Panamá la duplicación de los adultos mayores se cumplió cuatro años antes de lo que proyectaba la OMS para Latinoamérica.
Esos números, a boca de entendidos, constatan el mejoramiento en términos generales de la calidad y expectativa de vida de quienes residen en Panamá (que pasó de 75 a 77 años), pero también revelan una futura bomba de tiempo: la seguridad social no se podrá financiar.
Cuando los números no cuadran
Según el Minsa, en los últimos diez años el número de personas que estaba por entrar en “edad productiva” (de 15 a 64 años) aumentó 13%, mientras que el que estaba por salir se ha disparado 49%.
Así las cosas, en la próxima década la seguridad social perderá cotizantes con una velocidad casi cuatro veces mayor con la que ganará nuevos.
El economista Felipe Chapman y el sociólogo Marco Gandásegui coinciden en entrevistas con TVN Noticias que la estadística obliga al país a hacer reformas urgentes y profundas, para evitar colapsos futuros.
Chapman cree que es necesario erradicar del sistema de pensiones el “componente solidario” (es decir, las nuevas generaciones financian a las que están jubiladas) porque era factible en una sociedad en la que “la gente no vive mucho y mucha gente nace”.
Para Gandásegui, en tanto, es necesario abortar el “sistema mixto” (que incluye el solidario y un componente de ahorros personales), porque “ha demostrado ser un fracaso” para una Caja del Seguro Social que todavía no digiere los cambios demográficos a los que se ha enfrentado el país.
En 2019, el fondo de pensiones y jubilaciones entrará en déficit.
La seguridad social es, sin embargo, apenas uno de los problemas.
Ante los cambios demográficos los próximos gobiernos requerirán hacer ajustes en los sistemas laborales y educativos y en sus planes de obras públicas.
“En diez o quince años la población adulta que ya no es productiva será mucha en comparación con la que sí”, establece Gandásegui, en base a la llamada “transición demográfica de Panamá”.
Entonces, se requerirán construir menos escuelas y más sistemas adaptados a los adultos mayores. Más subsidios.
El programa 120 a los 65 requiere este año de $175 millones, “y seguro necesitará más en la próxima década”, dice Gandásegui, tomando en cuenta que además de que se acelera el ritmo de incorporación al retiro, los trabajadores informales han crecido sostenidamente hasta 6% entre 1985 y 2010, según las encuestas de hogares de la Contraloría General.
Más educación para combatir el problema
Para Chapman, la forma de evitar esto es creando la cultura de ahorro personal para la etapa de vida postproductiva. Es decir, que la gente se prepare más, para aumentar sus posibilidades de ganar más y guardar más.
Entonces, a su juicio, el incremento de los adultos mayores también obliga –aunque suene paradójico- a mejorar el sistema educativo.
“Se necesita un sistema que prepare a la gente para que se enfrente a los retos del futuro de mejor manera que ahora”.
El 40% de los asalariados en Panamá gana hasta $677 y gasta hasta $300, según el Ministerio de Economía en una canasta básica de alimentos.
El Atlas de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ha establecido, además, que producto de los cambios demográficos, entre 2015 y 2020 Los Santos y Herrera serán las provincias que menos tasa de niños y jóvenes tendrá (por lo que requerirá menos inversión en educación, atención para la primera infancia y salud), al contrario de Bocas del Toro, Guna Yala y Ngäbe Buglé.
El panorama es exactamente inverso cuando se habla de dependencia de adultos mayores.
Esto, insiste Gandásegui, nos obliga a tomar cartas en el asunto.