Una niña criando un niño, ‘Soraya’ cuenta su historia del embarazo adolescente
Embarazos en Panamá
“Si le digo que le daba cariño al bebé en la barriga, le pego mentira. Le decía cosas malas, que se muriera, que llegó a mi vida a ser un estorbo. Todas las noches lloraba, no podía dormir llorando. Sufrí mucho porque no tenía el apoyo de nadie. Todos me decían que qué iba a hacer yo, una niña, con otro niño”.
Esta es la historia de Soraya, contada por ella misma en el podcast Indomables de Melissa Pinel y Leila Nilipour.
“Soraya” es un pseudónimo para proteger su identidad. Su historia es real.
No es un relato bonito, cómodo ni inspirador. No hay final feliz garantizado. Es la realidad de miles de mujeres que quedan embarazadas siendo niñas o adolescentes.
Somos el cuarto país con la mayor tasa de embarazos adolescentes de la región, de acuerdo a datos del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA). Entre 2014, más de 60 mil niñas y adolescentes estuvieron embarazadas en Panamá. En 2019, 456 niñas entre 10 y 14 años dieron a luz. Esto es más de una niña menor de 15 pariendo cada día del año.
No tenemos hay ley de educación sexual. Las guías están siendo revisadas con la consulta de hombres que aseguran nunca haber tenido sexo (sacerdotes católicos).
Hay adultos que recuerdan como en sus colegios privados recibieron guías sobre educación sexual. Pero esa no es la realidad de muchas panameñas.
“Estaba pendiente a la menstruación, y a los condones. No sabía que era eso. Un día le pregunté a mi mamá y mi mamá me preguntó que pa’ que yo quería saber eso, que yo no tenía edad para saber esas cosas”, relata una joven entrevistada que prefirió mantener el anonimato. “A los 17 años me fue picando la curiosidad, y fue cuando conocí al papá de mi primera hija. Él tampoco sabía de eso”.
Soraya era aún más joven. Tenía 15 años. El hombre tenía 30.
“Tenía su pareja, era casado, él me trataba bien. En el momento que estaba con él es como si fuera su única pareja. Luego del embarazo todo fue cambiando. Me trataba mal, ya no me buscaba. Me preguntó ¿es mío o qué?”
A Soraya le gusta leer. Quiere ser abogada. Pero ella y su hijo están solos. Toda su familia le dio la espalda.
“Busca lo tuyo. Ve como tú comes, cómo tú haces. Ya no vas a depender más de nosotros. Todos me dieron la espalda. Mis abuelos que me criaron ya no me hablaban, no querían saber nada de mí”, recuerda.
Soraya pasaba días sin comer, vomitando adolorida. Dejó la escuela.
No es un caso aislado. Solo el 30% de las mujeres que tuvieron su primer hijo en la adolescencia terminaron estudios primarios, de acuerdo a datos de Unfpa. Tienen 3 veces menos probabilidad de alcanzar la universidad.
El porcentaje de inactividad laboral es de 40%, el de desempleo 8.6% (casi el doble que mujeres que tuvieron su primer hijo después de los 20 años).
En el podcast se entrevista a José Manuel Pérez, representante de Unfpa en Panamá, quien advierte que el embarazo adolescente reduce el nivel de educación de las mujeres que muchas veces tienen que sacrificar sus estudios para cuidar a su hijo, que aún cuando consiguen trabajo no tienen las mismas oportunidades. Sus ingresos y su aporte a la economía son diezmados antes que hayan podido sacar su cédula.
En pandemia, Soraya pintó uñas, peinó a las vecinas. No hay dinero para guardería, no hay posibilidad de ir una entrevista para un trabajo al que igual no podría ir pues necesita estar cerca de casa para cuidar a su hijo.
La escuela, algo cotidiano para miles de niños y niñas panameños, parece un sueño lejano.
“Si eres menor de edad, no puedes trabajar. ¿Si tú no trabajas, cómo vas a alimentar a ese bebé?”
Soraya tuvo que prostituirse para poder comer.
Se sentía mal, sucia. Ya no lo hace.
“Tengo la idea de volver a la escuela. Quiero terminarla para tener una carrera y entrar a la universidad. Pero es difícil, si no trabajas ¿cómo vas a tener para salir a la escuela sin pasaje ni quien dejar en la casa con el bebé?”
¿Y los padres de los niños?
“Tú eres bruta, tú no te cuidas, tú porque hiciste eso”, le recriminaban a otra joven entrevistada por Indomables. Ella tenía 17 y el padre del bebé 22 años. “Lo que me daba más rabia es que al papá de la criatura no le decían nada, solo a mí, a la mujer”.
La presión no solo es emocional y psicológica. Es social, es económica, es especialmente insidiosa en los grupos más vulnerables de la sociedad.
En las comarcas indígenas, 1 de cada 3 mujeres tienen un embarazo adolescente. En la clase alta, es 1 de cada 10. A nivel nacional, es 1 de cada 4.
Estos datos fueron recabados por Eugenia Rodríguez Blanco, antropóloga feminista que actualmente investiga sobre embarazo en la adolescencia y está asociada al Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps).
Señala que tenemos un problema mucho más grande que el embarazo.
“No estoy queriendo decir que no haya impacto por el embarazo. Pero a lo mejor le estamos dando demasiado peso al embarazo para explicar situaciones que tienen que ver no tanto con el embarazo, o con la edad, sino con una realidad que vivimos en nuestro país”, detalló a Indomables.
Expertos como José Manuel Pérez y Eugenia Rodríguez Blanco son entrevistados periódicamente por los medios de comunicación. Economistas opinan sobre el impacto al PIB, políticos sobre subsidios y grupos religiosos organizan marchas temerosos que tras la educación sexual se les enseñe a los niños a completar el Kamasutra en prekínder o, Dios lo quiera, que existen distintos tipos de orientación sexual, distintos tipos de familia, y que no hay nada de malo en ello.
Pero pocas veces se le da el micrófono a mujeres como Soraya. Una de las tragedias del embarazo adolescente es que a las mujeres se les niega el derecho de contar su propia historia, se les carga toda la responsabilidad y la culpa, nunca les dan el micrófono.
“A veces quisiera retroceder el tiempo, para que no pasara, para que cambiaran las cosas. Hacer las cosas bien. Pero ya no se puede”, lamenta Soraya. “Ahora, voy a seguir adelante con mi hijo. Yo le doy consejo a las madres que le hablen mucho a sus hijas, que les hablen mucho de esto. Uno es tan inocente que uno no sabe, y lo hace, y le sigue gustando y no busca... ¿cómo es esa palabra? Protegerse. Somos tan inocentes que no sabemos y el hombre con el que estamos tampoco busca protegerse. Él sabe que somos inocentes y abusa de eso”.
Entre 11 a 12 mil adolescentes quedan embarazadas en Panamá todos los años. Hay 80 embarazos adolescentes por cada mil mujeres, un número mayor al promedio de América Latina y el Caribe. De hecho, tenemos el promedio que la región tenía hace 15 años.
Cada año, Panamá se enorgullece del Desfile de las Mil Polleras. ¿Qué vamos a hacer por nuestras 12 mil niñas embarazadas?