El día que Ricardo Martinelli le hizo frente a la justicia panameña
Desde la cárcel El Renacer Ricardo Martinelli saca sus manos por la ventana enrejada y saluda a la multitud. Sonríe. Un grupo ha montado una murga de celebración fuera del penal. Reciben como un héroe al primer expresidente panameño que ha sido traído esposado, vestido de reo y escoltado por marshals estadounidenses al país. Martinelli posa junto a su esposa hasta que un policía se acerca a la ventana y le dice que se detenga.
Martinelli enfrenta cargos por interceptación de telecomunicaciones; seguimiento, persecución y vigilancia sin autorización judicial; peculado por sustracción o malversación; y peculado de uso. No son los únicos delitos por los que ha sido señalado, pero por los que fue extraditado y traído a Panamá. De acuerdo al principio de especialidad, son los únicos por los que puede ser investigado por el momento.
El “Loco”, como lo conocen sus seguidores, llega a Panamá un día antes de cumplir el año de su detención en Estados Unidos. Sus hijos permanecen en el país norteamericano, aunque ya la Cancillería ha pedido también su extradición por presuntos sobornos dentro del caso Odebrecht-Suiza.
Su partido, Cambio Democrático, decidió durante su detención en Estados Unidos rechazar a sus ungidos para dirigir el colectivo político. Los analistas lo declaran derrotado. Pero una vez anunciada su extradición, su regreso a Panamá, el ambiente cambia.
Nadie sabe el efecto que tendrá el regreso de Martinelli en el panorama político, ni siquiera se está claro si podrá ser juzgado por todos los cargos que mantiene pendiente en el país. Se especula que comprará voluntades, que hay peligro que sea considerado víctima, en vez de victimario. Su futuro es incierto, pero todo Panamá está pendiente a cada uno de sus movimientos.
La Corte Suprema de Justicia realizó una audiencia de comunicación de derecho. En otra fecha se hará una audiencia de control en la que se decidirá si Martinelli se mantendrá en un centro de detención, si recibirá “casa por cárcel”, o se le aplicará alguna otra medida cautelar.
Fuera de la Corte se reunió una multitud, vestida de blanco y aqua (los colores del partido), gritan, cantan, bailan en apoyo al expresidente. En esos momentos llegan Rómulo Roux y Yanibel Ábrego. Son el presidente de Cambio Democrático y su Secretaria General (y presidenta de la Asamblea Nacional), son la facción que dirige ahora el colectivo, opuestos a los llamados “martinellistas”.
“¡FUERA! ¡FUERA!”, grita la multitud. Un hombre sopla una caracola a modo de trompeta. “¡FUERA! ¡FUERA!”. Roux y Ábrego se retiran, caminando como si estuvieran saliendo de su propio funeral.
El vocero de Martinelli, Luis Eduardo Camacho, da declaraciones a los medios de comunicación. Entre los micrófonos y celulares de los periodistas se asoma una cajita de Lomotil.
Los “martinellistas” aseguran que su líder es un perseguido político. Pero Martinelli fue un prófugo de la justicia, la propia Corte Suprema de Justicia lo declaró “en rebeldía” por no responder a los llamados del sistema judicial.
Frente a las cámaras Martinelli se quiere ver fuerte, sonríe y levanta sus pulgares con las esposas puestas, dice a los medios que ahora podrá ver el Mundial de Fútbol mientras es conducido a la cárcel. Y al mismo tiempo alega estar débil. Que tiene arritmia, que su vida está en peligro (dice su mujer), que necesita ir a un hospital y que no puede permanecer detenido un minuto más. Una evaluación del Ministerio de Salud detalla sus antecedentes. Es hipertenso, tiene una váscula tipo stent por una cardiopatía, sufre de trastorno de ansiedad y de obesidad. Concluye que está en buen estado, pero que recomiendan su traslado a un hospital especializado.
Finalmente, llega la hora de la verdad. Una audiencia ante la Corte Suprema para leerle sus derechos. Martinelli le tira besitos burlón a Balbina Herrera, una de las querellantes por la interceptación de telecomunicaciones. Es el comienzo del descenso hacia el absurdo.
El juez le informa que permanecerá detenido hasta la audiencia de garantías. Le da la palabra a Martinelli. El exmandatario responde nervioso que le están violando sus derechos, que está enfermo, que...
"Martinelli. Señor Martinelli. Le pregunté si comprende sus derechos. Solo responda la pregunta", dice el magistrado Jerónimo Mejía conteniendo una risa.
Nervioso, Martinelli finalmente responde que sí, que comprende sus derechos. Ahora le dan la oportunidad que hable sobre la supuesta violación de derechos. Martinelli ya no sonríe. Se le caen unos papeles, lo fuerzan a leer personalmente un artículo del Código Penal. Le cuesta sacar algunas palabras, repite que le violaron los derechos y quiere entregar una hoja con la recomendación médica. Risas en la sala, amenazas del juez que recuerda que esto es un asunto serio. Martinelli dice que tal vez tenga cáncer en la próstata.
El abogado expone luego el argumento principal. Quieren que Martinelli vaya a un hospital, no a El Renacer. El juez dice que no, que va para la cárcel hasta la siguiente audiencia. El abogado quiere apelar. El juez dice que no hay nada que apelar, que no está decidiendo nada, sino haciendo cumplir una orden de detención en efecto desde el 2015. Con cada argumento, el rostro del expresidente se descompone más.
Mejía da una clase de Derecho en la que da a entender que los abogados no entienden el fallo hecho por la Corte en 2015, cuando se declaró a Martinelli en rebeldía. Ya casi termina cuando lo interrumpen forzosamente. Martinelli tiene que ir al baño, se está orinando.
Sigue un receso. Todos van al baño. Al volver, una nueva ocurrencia. Martinelli necesita ir al hospital de urgencia, se puede morir. Un doctor que llegó junto a él a la audiencia, dice que le puede dar muerte súbita.
"¿Cómo lo evaluó sin estetoscopio?", pregunta el juez, ceño fruncido, brazos cruzados.
"Con pulsaciones".
"¿Si está tan grave, cómo es que no le dió muerte súbita durante el año que estuvo detenido en Estados Unidos?".
Silencio.
El doctor se encoge de hombros y dice que puede ocurrir en cuestión de horas.
Finalmente, la decisión. Martinelli volverá a El Renacer, un doctor lo revisará allá para determinar si es urgente, lo revisará también Medicina Legal. Termina la audiencia.
Así es Martinelli. El hombre buscado por supuestamente interceptar llamadas, por robar dinero público, involucrado en las tramas de corrupción más espectaculares en la historia del país. El hombre que según su doctor puede sufrir muerte súbita y que cree tener cáncer de próstata.
Este es el hombre que muchos en Panamá quieren que vuelva a tomar las riendas en el país. Y así fue su primer día de vuelta en Panamá que finalizó cuando pasada las 10 de la noche, los médicos del Centro Penitenciario El Renacer recomendaron que debía ser trasladado a un nosocomio y el magistrado Mejía lo autorizó.