El relato del panameño que fue acusado de terrorista en Turquía
Luis Ruiz escuchaba un mix de música electrónica, sentado en el balcón de la casa en la que vivía en Turquía, a 11 mil kilómetros de su familia en Chilibre, cuando un llamado a la puerta a la medianoche empezó su calvario: un policía civil “con aspecto de granjero cazando con un arma” lo arrestó a él y a sus tres compañeros de piso, y el Gobierno turco les acusó de terroristas, diez días después del reciente intento de golpe de Estado.
El panameño tenía nueve meses en el país, agitado desde el brusco ascenso al poder del híperpresidente Recep Tayyip Erdogan, sazonado con la entrada masiva de migrantes sirios, que padecen de la guerra civil.
Luis vivía y estudiaba relaciones internacionales en la Universidad Internacional en la ciudad Antalya, casi 500 kilómetros al sur de Ankara, la capital turca, que en julio enardeció por la revuelta golpista.
Llegó allí después de cursar por cuatro años estudios de administración en la Universidad de Panamá, que le consiguió una beca de $15 mil anual. Su sueño, sin embargo, se convirtió en desesperanza, drama e incertidumbre.
Con 22 años podía pasar toda su vida tras los barrotes -como recuerda que le decían agentes de la policía turca- de una prisión lejos de su país y su gente. Sin comunicación. Sin posibilidades de ser juzgado. Sin nada.
Para cuando fue detenido, en Antalya, volcada completamente al turismo, había pocas noticias sobre el golpe, dice.
El gobierno de Erdogan cortó las señales de televisión y prohibió la circulación de medios masivos. Luis se enteró por su madre, que le mandó links por Facebook, para que viera lo que ocurría.
Hasta ahí pensó que las revueltas eran una realidad ajena, a la que estaba ya acostumbrado: como estudiante extranjero no podía comentar nada, nunca, sobre la política turca.
Pero se equivocó.
El drama en la comisaría
Estuvo once días detenido en una comisaría. Los primeros tres estuvo en la recepción y el resto, en unas celdas subterráneas en las que habían periodistas independientes y estudiantes detenidos. Todos acusados de lo mismo: atentar contra Turquía.
“Me habían dicho que estaría allí por un día, para investigación, pero todos los días me hacían firmar un documento… después, un periodista me lo traduce: me estaban acusando de terrorismo”, relata. “Se me cayó el mundo. Yo iba a estudiar allí y terminaría preso por algo que no soy”.
Se supone que en ese momento Luis estaría leyendo un libro de portugués, como parte de sus cursos de verano. Podría aprenderlo rápido. Meses antes de entrar a clases había terminado de aprender inglés.
No le había pasado lo mismo con el turco. Por tanto, no podía entender el fondo de su problema. Tampoco tenía ropa y no había avisado a su casa, en Chilibre, lo que le había ocurrido. El único que sabía era un amigo, uno de los seis panameños más que estaba en Turquía estudiando al momento del golpe.
Malas noticias en Panamá
“Aunque los policías no nos permitían usar los teléfonos cuando llegaron a nuestra casa, yo logré mandarle un wassap a un amigo panameño, al que tenía que ver a la mañana siguiente, y él le avisó a mi madre”, cuenta.
Alba López, a ocho horas de distancia, estuvo nerviosa desde el momento en que le llegó el mensaje de Whatsapp. No dormía y casi andaba en automático.
Entre tantas cosas, se le ocurrió ir a la Cancillería panameña, para que desde allí gestionaran una llamada con el cónsul en Turquía, para que le permitieran hablar con Luis, su hijo.
“Cuando logré escuchar su voz sentí lo mismo que su primera patada en mi vientre”, dijo a TVN Noticias.
Desde entonces, empezó la gestión para que lo trajeran al país. Parecía imposible: cuando Luis fue a un juzgado, el juicio se suspendió. Siguió preso, lo llevaron nuevamente ante un juez, que le preguntó de todo acerca de Fathulla Gullen, el opositor al que Erdogan acusa de generar el golpe.
“Claro que sabía quién era, en Turquía es imposible no saberlo, si en todos lados se habla de política. Pero les dije que sabía muy poco, que era estudiante de relaciones internacionales”, cuenta.
La vida post
Cuando lo sacaron de prisión lo enviaron directo a Migración, donde continuó su “tortura”.
No tenía ropa: cuando la policía fue a su casa a buscarla, se dieron cuenta que los “agentes con aspecto de granjeros a la caza” se robaron todo. Incluso $200 que tenía en liras turcas. Lo otro: no sabían si sería deportado o si se quedaría allí. Turquía vivía –y vive- un estado de excepción en el que cualquiera medida judicial es posible.
De pronto le dijeron que sería deportado. Su madre recogió en colecta con la familia y sus amigos, y pagó su boleto.
Luis dejó sus estudios colgando –la universidad de Antalya le ha dicho que tiene hasta octubre para volver y retomar su beca-, ha retomado sus clases de administración en Panamá, se ha mudado con amigos a un piso en la Tumba Muerto, y reorganiza sus metas: quiere seguir estudiando y viajar. Y teme que en otras partes le consideren también como terrorista.
Sin embargo, le pone buena cara a sus dantescos últimos días en el país de “El Sultán”. “Ya no quiero volver ahí”.