Eduardo Campbell, el panameño que ha luchado contra la discriminación recibe reconocimiento en EEUU
Eduardo Campbell, un panameño criado en Antón, graduado del colegio público Ángel María Herrera de Penonomé, recibió esta semana el Outstanding Senior of the College of International Studies, un reconocimiento otorgado al estudiante más destacado de cada facultad en la Universidad de Oklahoma, Estados Unidos.
Es uno más para su creciente lista de logros. Al terminar la secundaria en Panamá, obtuvo una beca para estudiar en Noruega un bachillerato internacional. No sabía inglés. Nadie en su familia había ido a la universidad. Con disciplina y compromiso, Eduardo terminó los estudios y obtuvo una beca para viajar un año a Brasil, luego conseguiría una beca de estudios completa en la Universidad de Oklahoma, para formarse en Estudios Internacionales.
Hay muchas razones por la cuál Panamá debe sentir orgullo de Eduardo. Especialmente porque su éxito va más allá de lo académico.
Eduardo es interiorano, negro y gay. Su reconocimiento lo recibió en una universidad plagada de escándalos racistas, en una ciudad dónde le dicen que se regrese a su país, dónde lo discriminan por su piel, su nacionalidad, su orientación sexual. Él triunfó en medio de Trump Country, el país de Trump.
A estudiantes de la Universidad de Oklahoma les gusta disfrazarse de negros, pintarse la cara como un estereotipo, algo conocido como blackface. Este año hubo al menos tres incidentes que se volvieron virales. La respuesta inicial de la universidad fue permisiva, evitando repercusiones contra quiénes perpetraban el acto racista.
Eduardo fue una de las personas que lideró protestas y manifestaciones no sólo cuestionando la discriminación, sino también la ineficaz respuesta de las autoridades universitarias. Más de mil personas acudieron. La presión de los manifestantes, la cobertura mediática y el repudio de la comunidad forzaron al presidente de la universidad, James L. Gallogly, a renunciar a su cargo.
Creciendo en Antón, en la casa de Eduardo no se usaba la palabra negro. Durante su infancia y adolescencia mantuvo siempre su cabello corto. No se veía a si mismo como una persona afro. Fueron sus viajes y experiencias internacionales, especialmente en Brasil, lo que lo llevó a conectarse con un lado tan fundamental de su identidad. Fue fuera del país también dónde descubrió su sexualidad, a dejar a un lado los prejuicios aprendidos y sentirse cómodo con los sentimientos que tenía desde su niñez.
En Panamá, sus padres temían por su seguridad. Temían que lo lastimaran, que lo atacaran solo por ser él mismo. Tomó tiempo, pero ahora Eduardo lleva su afro como una orgullosa melena, y el año pasado viajó con su pareja a Panamá dónde compartió con su familia.
Este noviembre Panamá celebra el mes de la Patria. Patria es pollera y tamborito. Pero aún más, Patria son panameños como Eduardo que dejan en alto el nombre del país, que están orgullosos de quiénes son y de dónde vienen. Él aspira a regresar un día al país, a trabajar en políticas públicas, a poner su conocimiento al servicio del país.
En vista de las recientes protestas y la discusión sobre el matrimonio igualitario, Eduardo señala un punto básico y fundamental del que poco se está hablando. La Constitución de Panamá no ofrece protección contra la discriminación por identidad u orientación sexual.
“Que nos reconozcan como personas, como seres humanos”, relató.
Es una deuda que tiene Panamá con sus ciudadanos. De cumplirla, se avanzaría en derechos fundamentales como acceso a la salud,educación inclusiva, criminalización de la homofobia, protección contra la discriminación laboral y seguridad básica en las calles.
En palabras de Pedrito Altamiranda: “Patria somos todos, aunque no todo el mundo es igual”.