La dura realidad de los que esperan por un trasplante en Panamá
Por nueve horas diarias, Joselin Montenegro tiene que estar conectada a una máquina para practicarse diálisis. Hace un año y medio padece la enfermedad, lo que ha provocado que su vida haya dado un giro completo.
A sus 33 años, le toca dividir su tiempo entre trabajar, las diálisis y atender a su familia.
“Ninguno de mis riñones funcionan. La vida de una persona con esta enfermedad no es normal”, dice.
No sólo no es normal. Es difícil.
La esperanza de los que se hacen diálisis es un trasplante de riñón. Sin embargo, hay 232 personas en lista. No todos los pacientes corren con la suerte de ser compatibles con los órganos donados.
“Se necesitan políticas claras de trasplantes. En la Asamblea no se discute una ley clara”, reclama Alexander Pineda, de la Asociación de Insuficiencia Renal.
Por lo regular, las donaciones se dan al fallecer el donante. Hay otras personas que esperan por trasplantes, de corazón, cornea, hígado y médula ósea.
Pero Pineda cree que es momento de que la sociedad hable mejor del tema. Que los que deciden ser donantes una vez mueran, hablen con su familia en vida, para que éstas luego no se opongan.
El tema gana fuerza dado que en Panamá hace un año se le realizó el primer trasplante de corazón a una mujer.