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La agonía de 'La Estrella de Panamá' contada por sus propios trabajadores

Trabajadores de la rotativa de La Estrella de Panamá.
Trabajadores de la rotativa de La Estrella de Panamá. / TVN Noticias

Pasada la resaca de la extensión de la licencia que le permitirá seguir a flote unos meses, en La Estrella de Panamá hubo un nuevo maremoto: definir quiénes trabajarían este fin de semana, cuando se supone ya no habría trabajadores ni noticias ni periódico que imprimir.

Lo que en cualquiera redacción del mundo sería una discusión común ante un fin de semana largo, en esta, de 167 años, era el acontecimiento de la semana: hay empleo, hay paga, la zozobra se pausa. Es el primer segundo en el que se respira algo parecido a la normalidad después de siete meses asediados por el drama de un diario que muere a cuentagotas.

Marlene Testa, periodista de investigación de La Estrella de Panamá, está lejos del bullicio de los horarios, agobiada porque le toca cambiar la crónica que ya había escrito sobre el fin de su empleador.

“Ya no puedo hablar de muerte, porque ya no nos morimos. Ahora es agonía”, dice, antes de soltar la carcajada.

El diario ya había anunciado que dejaría de imprimirse, al igual que su hermano El Siglo, por el fin de una licencia que le permitía hacer negocios con empresas y empresarios de Estados Unidos, ante su inclusión en la Lista Clinton. Con su cierre, 242 personas quedarían liquidadas.

Cuando le confirmaron que eso ocurriría, Testa ya no volvió a dormir.

“Esta es mi casa desde hace ocho años, tener que enfrentar la realidad de que ya eso se desaparece es duro”, dice. Su hijo, de 18 años, le dijo que él trabajaría para pagar la casa que ella compró hace poco en Arraiján.

Marlene Testa, periodista de investigación de La Estrella de Panamá.
Marlene Testa, periodista de investigación de La Estrella de Panamá. / TVN Noticias

Los primeros despidos producto de la lista vinieron la quincena siguiente al 3 de mayo. Marlene recuerda que esa ha sido una de las peores cosas. “Ver salir a gente que uno quiere, y que, además, el trabajo se triplique. Eso es difícil de aguantar”.

Redacción de 'La Estrella de Panamá'
Redacción de 'La Estrella de Panamá' / TVN Noticias

En siete meses, La Estrella de Panamá canceló una revista de autos, redujo la frecuencia de su revista femenina de una vez por semana a una vez por mes, y redujo el 40% de sus páginas.

Pero adentro las cosas han sido más dramáticas: los trabajadores han estado sin seguro porque la empresa que lo hacía ya no quiere, y cosas tan comunes como las máquinas de golosinas han quedado sin surtir. En los momentos de estrés durante el pico de producción lo único que queda es tomar agua.

Izael Martínez tiene 64 años y ha pasado casi dos terceras partes de su vida en este diario, donde trabaja como maquetador de Deportes. Él diseña la página que después usted lee. También ha sido músico típico, agricultor y está jubilado. Por eso dice ver la crisis con otros ojos: “ha sido muy incómodo, pero yo estoy tranquilo por mí. Mi zozobra es por los que están comprando casa, por los que están empezando su vida”.

A un compañero le negaron crédito y otro que tiene un taxi dañado no puede comprar uno nuevo. “Aquí ya nadie trabaja con ahínco ni amor, no es como antes”, agrega.

Según la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud Ocupacional, este tipo de situaciones de estrés pueden generar problemas de salud mental. “Los trabajadores sometidos a periodos de estrés prolongados pueden desarrollar problemas graves de salud física, como enfermedades cardiovasculares o musculoesqueléticos”.

Izael usa eso mismo para definir el problema de La Estrella de Panamá ante la Lista Clinton: “es como una enfermedad… como cuando vas al médico y no te dan la medicina correcta, así que sigues enfermo”. Cada mal receta es lo mismo que una nueva licencia: una felicidad de espejo.

Pero, insiste, este no es un mal del que el diario llegue a morirse. “Hemos pasado por dos crisis como esta: en 1989 –cuando el periódico era afín a la dictadura de Manuel Antonio Noriega- terminamos imprimiendo ocho páginas y después, cuando los Duque lo vendieron a Onassis García, los trabajadores fuimos obligados a desindicalizarnos para ser recontratados. El 40% se fue”.

“De esto –sostiene confiado- vamos a salir”.

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