Los trabajadores pobres de Bangkok casi sin protección ante crisis poscoronavirus
Es la hora de la comida para la familia Noidee: un plato de fideos distribuido por la ayuda alimentaria y compartido en la única habitación de su diminuta casa sobre pilotes en el centro de Bangkok.
Como millones de tailandeses, Thanapat y su esposa Papassorn vivían, antes de la crisis del coronavirus, de pequeños trabajos, él como chofer de una moto taxi y ella como repartidora.
Desde el casi cierre de la ciudad hace más de dos meses, esos jóvenes padres han visto derrumbarse sus magros ingresos mientras las deudas se acumulan.
"Tuvimos que pedir prestado a mi padre y a mi abuelo para pagar la electricidad", cuenta Papassorn, quien perdió su empleo cuando todos los comercios no esenciales recibieron la orden de cerrar a fines de marzo.
"El año escolar recomenzará pronto (el 1º de julio, ndlr) y tengo que encontrar dinero para cubrir esos gastos también", dice.
En un barrio paupérrimo a la sombra de hoteles de lujos y restaurantes elegantes, la pareja cría a Woraphat y Kittipat, dos niños de 6 y 7 años, en una única habitación donde es imposible para un adulto estar de pie.
Al pie de la diminuta casa de madera y bloques de hormigón, una salida de agua sirve de ducha y fregadero, en medio de las ratas que merodean alrededor de los platos y utensilios de cocina.
Luchando por sobrevivir
Tailandia muestra desde hace mucho tiempo una tasa de desempleo muy baja, símbolo de su éxito económico.
Pero millones de familias como los Noidee viven en realidad de empleos diarios, una actividad que en estos momentos es de las más afectadas por esta crisis que debería provocar un retroceso de 6 a 7% en la economía del país este año.
Este domingo, el parlamento tailandés aprobó un plan masivo de 60.000 millones de dólares para relanzar la economía.
Esta ayuda pública es la más importante de la historia del reino.
Dos meses después del estado de emergencia sanitaria, la epidemia está bajo control en Tailandia, y Bangkok regresa poco a poco a la vida aunque el turismo, crucial para el país, no volvería a su nivel habitual hasta dentro de muchos meses.
Papassorn no sabe cuándo podrá regresar al trabajo, y su marido logra con mucho esfuerzo ganar entre diez y quince dólares diarios en la moto taxi, en lugar de los treinta de antes.
En el peor momento de la crisis, la familia pudo contar con una iglesia vecina para la ayuda alimentaria, pero ese servicio acaba de terminar.
"Sin las donaciones de alimentos, voy a tener que luchar aún más para que mi familia sobreviva", lamenta Thanapat, mientras anda de rodillas por su casa y a veces se golpea la cabeza contra el techo.