"Votaría sí a la paz solo por poder volver a Colombia y ver a mi madre"
Sara huyó de Colombia después de ser amenazada de muerte y ver cómo su marido era asesinado por la guerrilla, pero ahora quiere votar a favor de la paz en el plebiscito del 2 de octubre: "Solo por poder volver tranquila a mi país y ver a mi madre 23 años después".
Sara, que usa ese nombre ficticio porque prefiere guardar el anonimato, forma parte de los casi 6,6 millones de víctimas de desplazamientos forzados, según datos de Amnistía Internacional, que ha causado el conflicto armado de más de 50 años en Colombia.
Un conflicto en el que han participado el Estado, varias guerrillas, entre ellas las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), grupos paramilitares y bandas criminales.
Sara abandonó su país desde Medellín, ciudad a la que había llegado desplazada desde la zona rural donde vivía y que hace dos décadas era la urbe más violenta del mundo.
Cuidaba lo que decía en la calle por miedo a ser secuestrada o torturada y vio cómo la enfermedad y la violencia le iban arrebatando a los hombres de su vida.
La muerte de su padre por enfermedad, cuando era niña, fue la primera de un listado al que se sumarían sus tres hermanos varones: uno asesinado mientras intentaba que su hija no fuera secuestrada para traficar son sus órganos, otro por llamar al orden a unos hombres que armaban escándalo cerca de su casa y el tercero en una emboscada contra las FARC cuando prestaba el servicio militar.
Entre penurias y desgracias, Sara, que ahora reside en la isla española de Fuerteventura, en el archipiélago canario, tuvo tiempo de descubrir el amor, contraer matrimonio y ser madre, aunque de nuevo la guerrilla no tardó en robarle sus planes de futuro.
En una entrevista con Efe, esta colombiana recuerda que un día a su marido se le ocurrió esconder en su casa a tres jóvenes, el mayor de 12 años, que habían logrado escapar tras haber sido raptados y reclutados por las FARC. "Se los llevaban a las malas para el monte", comenta.
Una noche, Sara oyó cómo la puerta de su casa se venía abajo: "Estábamos acostados, llegaron y tumbaron la puerta. Dieron un tiro al aire, a mi esposo lo mataron en la cama y a los otros tres chicos se los llevaron", recuerda.
Ella se salvó de los disparos pero no de las amenazas. "A mí me dijeron: a ti no te vamos a matar, pero te vas de aquí, porque si te vemos, te matamos a tu familia y a ti. Sabemos dónde vives", rememora.
Tras aquel suceso apenas pudo telefonear a su madre y huir con lo puesto, se refugió en casa de una amiga en Bogotá donde permaneció unos meses hasta que, finalmente, viajó a España.
En 1993 llegó a Asturias, en el norte de España, El frío fue el primero en recibirla y no terminó de acostumbrarse a él.
Por eso, los anuncios de televisión, donde se vendía las islas Canarias como paraíso de sol y playa, la convencieron para hacer de nuevo las maletas.
En 1995 llegó a la isla de Tenerife, donde regularizó su situación en España y, un año después, se trasladó a la vecina Fuerteventura para trabajar en el sector de hostelería.
Allí hizo frente a una soledad que intentaba mitigar alargando su horario laboral para no volver a casa y a compañeros que a sus espaldas la llamaban "colombiana muerta de hambre".
Nueve meses después consiguió un empleo como empleada de hogar y con ello amistades e incluso un segundo hijo. Hoy afirma "estar muy agradecida".
Ahora Sara sigue con expectación las noticias que llegan de Colombia tras el acuerdo de La Habana logrado entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC, por el que se busca poner fin a 52 años de conflicto.
Sara aún no sabe si podrá votar por internet en el plebiscito del 2 de octubre al que están convocados los colombianos para refrendar lo pactado.
Si pudiera, su voto sería el "sí". Emocionada insiste en que "es muy duro estar 23 años lejos de la familia"
"Quiero poder volver a mi tierra y disfrutarla con tranquilidad", finaliza en su entrevista con Efe.