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Ecuador, el único país de América donde las mujeres aún votan por separado

Los ecuatorianos depositan su papeleta en cada proceso electoral en urnas colocadas en mesas de composición exclusivamente femenina o masculina y en filas separadas para hombres y mujeres.
Los ecuatorianos depositan su papeleta en cada proceso electoral en urnas colocadas en mesas de composición exclusivamente femenina o masculina y en filas separadas para hombres y mujeres. / EFE
Efe
30 de enero 2018 - 10:35

Ecuador fue el primer país latinoamericano en consagrar el sufragio femenino en 1929 y el único de la región en que las mujeres aún lo ejercen en filas y mesas separadas de los hombres, una costumbre muy arraigada en el acervo electoral.

"Somos el único país de América que tiene dos filas separadas por hombre y mujer", asegura a Efe la primera mujer que encabeza desde noviembre el Consejo Nacional Electoral (CNE) en Ecuador, Nubia Villacís, quien defiende que se debería cambiar el actual formato.

Los ecuatorianos en el país andino, así como los que se encuentran en el exterior, depositan su papeleta en cada proceso electoral en urnas colocadas en mesas de composición exclusivamente femenina o masculina y filas separadas para hombres y mujeres.

Así lo harán el próximo domingo, 4 de febrero, cuando están llamados a manifestarse sobre una consulta y referéndum popular que incluye siete preguntas de diversa índole, como corrupción, reelección indefinida, delitos sexuales a menores, o medioambiente.

Se trata de un hecho tan habitual, que pocos son los que se plantean su modificación y muchos lo que se sorprenden cuando son interpelados acerca de su origen o sospechan que en otros lugares del mundo se vota de igual manera.

Villacís afirma que se intentó cambiar la medida en "el proceso anterior", cuando en 2017 se celebraron dos vueltas electorales para elegir presidente y vicepresidente, pero cuando se planteó, "saltaron las organizaciones (de mujeres), incluso internacionales, porque consideraron hasta un logro el hecho de que existan filas divididas".

Entre las razones de esta separación, apunta que probablemente se decidiera para "darle un poco más de comodidad a la mujer" y evitar que se encontrara "hecha un sandwich" entre dos hombres, impedir actos de galantería tales como que dejen pasar a las mujeres y que el voto masculino se viera retrasado, o por pura "tradición".

La alta responsable electoral recuerda que en su momento, este hecho fue visto incluso como un logro por los grupos feministas porque facilitaba y alentaba el voto femenino.

Villacís, reconoce que el fenómeno sorprende incluso a los observadores e insiste en que no considera a la mujer como un "grupo de atención especial", porque tiene el mismo derecho y responsabilidad que los hombres de ir a votar -el voto es obligatorio- "y estar parada en la fila".

Y recuerda que más de 600 ecuatorianos han pedido el cambio de género en su cédula de identidad para poder hacerlo en la fila en la que se sienten cómodos, una medida que tal vez, podría verse atenuada si fueran mixtas.

En una sociedad tradicional y con altas cotas de machismo y vulnerabilidad de la mujer, especialmente entre los sectores socioculturalmente más desfavorecidos, el hecho de que las féminas puedan ejercer el sufragio sin coacción por parte de los hombres es defendido por muchos por encima del de la igualdad entre sexos.

La representante de ONU Mujeres en Ecuador y exministra española de Igualdad, Bibiana Aído, sostiene que "no hay sistema electoral perfecto y obviamente esto se ve condicionado por los contextos culturales y sociales de cada país".

"La tendencia en la región es a eliminar estos espacios de segregación, también en las urnas", apunta sobre un fenómeno que desapareció de las mesas electorales en Argentina en 2011 y en Chile en 2012.

Enumera argumentos como el de la seguridad, el de evitar el acoso en las filas y, muy especialmente, el de sentirse "más libres, independientes y autónomas" en el ejercicio de su voto sin ser coaccionadas por parte de maridos, padres, etc.

Andrea Rivera, política de la ciudad de Cuenca (sur del país), de la organización "Mujeres por el Cambio", añade "la ventaja" de la medida a nivel estadístico: "Con la división es más fácil manejar los datos por separado, tanto de participación política como de comportamiento electoral".

Respalda la división y dice que se da en muchos otros ámbitos, como "el biológico y el hecho de que haya baños para hombres y para mujeres, que nos hacen sentir más cómodas".

Consultado por Efe, el experto constitucionalista Jorge Benavides, cree que, en Ecuador, la división por sexos "está muy arraigada" socialmente.

"No me parece reñido con la Constitución, pero da muestras de una política poco paritaria del ejercicio democrático al sufragio", concluye.

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