Un Brasil crispado y dividido se juega su futuro entre Bolsonaro y Haddad
Brasil celebrará el próximo domingo la primera vuelta de las elecciones presidenciales en un clima político inflamado y con las preferencias divididas entre el ultraderechista Jair Bolsonaro y el progresista Fernando Haddad.
Uno representa los ideales más conservadores de la sociedad y la impronta de "orden" que impuso con mano de hierro la dictadura que imperó entre 1964 y 1985, y el otro encarna la sensibilidad social que primó durante la gestión de Luiz Inácio Lula da Silva, hoy en la cárcel por la corrupción que se desató mientras estuvo en el poder.
Según coinciden todas las encuestas, ambos concentran las mayores simpatías de un electorado dividido entre dos modelos de país, pero ninguno de ellos superará el 50 % de los votos en las elecciones del próximo domingo, por lo que será necesaria una incierta segunda vuelta, prevista para el 28 de octubre.
El apoyo a uno y a otro, sin embargo, pasa más por el rechazo que por la aprobación y los analistas consideran que en estas elecciones se impondrá el voto "anti", bien sea contra la línea "manu militari" que ofrece Bolsonaro, o contra la corrupción que ha manchado a Lula y al Partido de los Trabajadores (PT), que representa Haddad.
Por fuera corre otra decena de candidatos, pero las encuestas no contemplan ninguna posibilidad de que alguno de ellos esté en la segunda vuelta, aunque las posiciones que adopten después pudieran esconder la clave de lo que sucederá el día 28.
Bolsonaro, capitán de la reserva del Ejército, está en campaña desde hace casi un año, pero sus actividades fueron interrumpidas violentamente el pasado 6 de septiembre, cuando un hombre que dijo estar "asustado" por sus radicales propuestas le asestó una puñalada en medio de un mitin.
La cuchillada le causó heridas en el sistema digestivo que le mantuvieron hospitalizado hasta el pasado sábado, pero desde su lecho mantuvo el contacto con sus seguidores por las redes sociales, en las que ha centrado una campaña que no se sabe si retomará para la segunda vuelta, pues proseguirá su recuperación en su domicilio.
Conocido por sus declaraciones machistas, racistas, homofóbicas y xenofóbicas, Bolsonaro moderó el tono desde el hospital, pero su duro discurso fue mantenido en las calles por el general de la reserva Hamilton Mourao, su compañero en una fórmula exclusivamente militar e inédita en la democracia que Brasil recuperó en 1985.
El general reforzó las ideas del capitán en el sentido de que si esa propuesta nostálgica de la dictadura llega al poder entregará la economía al mercado y promoverá una total liberación de la venta de armas a los civiles, entre otras polémicas promesas electorales.
En la acera opuesta, Haddad propone recuperar el acento social y desmontar las reformas de corte liberal que durante los últimos dos años impuso el presidente Michel Temer, que asumió el poder en 2016 tras la destitución de Dilma Rousseff, que como el actual candidato del PT era una vista como una valida de Lula.
"Podemos hacer a Brasil feliz de nuevo", repite en su campaña el candidato de Lula, quien desde la prisión sigue marcando el ritmo del PT, un partido que tiene elevados índices de rechazo, al igual que Bolsonaro.
Uno de los problemas de Haddad es que llegó tarde a la campaña, pues sólo fue confirmado como abanderado del PT hace cuatro semanas, cuando el tribunal electoral vetó a Lula por su situación jurídica.
Hasta entonces, los sondeos decían que el expresidente atesoraba cerca del 40 % del voto, pero ese caudal todavía no le ha llegado a Haddad, un respetado intelectual que ha tenido muy poco roce con las masas en su vida pública.
De acuerdo a las últimas encuestas, el candidato de ultraderecha tiene una intención de voto cercana al 30 %, en tanto que a Haddad se le atribuye un 22 %, pero con una fuerte tendencia al alza.
En tercer lugar se sitúa el laborista Ciro Gomes (11 %), seguido por el socialdemócrata Geraldo Alckmin (10 %) y la ecologista Marina Silva (5 %), que hasta ahora fracasaron en sus intentos de ofrecer una "tercera vía".
Aún así, frente a tendencias que parecen claramente definidas, en las decisiones que Gomes, Alckmin y Silva tomen después del domingo se pueden jugar unas elecciones consideradas las más imprevisibles que el país ha visto desde que recuperó la democracia.