Supervivientes intentan salir adelante en Chad, tras un año de guerra en Sudán
Crisis en Sudán
Koufroun, Chad/Alabaki Abbas Ishag, de 24 años, es un superviviente de lo que la ONU considera un posible "genocidio" en Darfur, un año después del inicio de una nueva y mortífera guerra civil en Sudán.
Se escondió durante casi un año para escapar de las masacres en esta región del oeste de Sudán, ya escenario de atrocidades en los años 2000, antes de huir a Chad, donde sobrevivió durante un mes en un campo de refugiados improvisado en Koufrun, en la frontera. En El Geneina, capital de Darfur Occidental, a 20 kilómetros de la frontera con Chad, Alabaki se escondió en casas en ruinas para escapar de los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FSR) del general Mohamed Hamdane Daglo, conocido como Hemedti.
Las RSF luchan contra el ejército sudanés del general Abdel Fattah al-Burhane desde el 15 de abril de 2023. Sólo en El Geneina, según expertos de la ONU, murieron entre 10.000 y 15.000 personas durante los primeros nueve meses de la guerra.
El FSR "intentó reclutarme para participar en las masacres, pero, como me negué, me pusieron en una lista de personas para ser ejecutadas", dice Alabaki. "Los vi arrojar a personas que conocía a fosas comunes y enterrarlas sin siquiera molestarse en matarlas", detalla a la AFP. "Cuando había muchos cadáveres el FSR los amontonaba como basura antes de prenderles fuego", añade con la mirada perdida. Si bien pudo abandonar el infierno sudanés para ir al Chad, su rostro no refleja ningún alivio.
En Koufroun "a veces gano algo de dinero trabajando en el mercado del campamento, pero sólo tengo una comida cada dos días", detalla Alabaki, que teme la llegada de la temporada de lluvias. "No tengo nada con qué construir un refugio", se lamenta, mostrando las esteras de paja que sirven de techo para él y para los más de 9.100 refugiados de Kufrun, según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Catástrofe total
Chad es el país que acoge al mayor número de refugiados sudaneses, casi un millón. En un año más de 571.000 personas se apresuraron allí a pie o en mula, sumándose a los más de 400.000 compatriotas que habían huido de la guerra anterior en Darfur desde 2003, según ACNUR.
Adré, también en la frontera, es el principal punto de entrada. Más de 160.000 nuevos refugiados se están amontonando allí en un campamento. Hada Ishag Fadalá llegó a principios de noviembre con sus siete hijos, después de que su marido muriera ante sus ojos.
"Las RSF entraron en nuestra casa y dispararon a mi marido antes de robar todo lo que pudieron, mientras otros nos golpeaban", recuerda con dolor esta mujer de 56 años. Las mismas escenas se repiten en las historias de los supervivientes de Adré.
Las mujeres y los niños representan casi 90% de los refugiados sudaneses que llegaron durante el año pasado, según ACNUR. Son los más expuestos a la inseguridad alimentaria. Hace un mes, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU advirtió que suspendería la ayuda a los refugiados sudaneses en Chad en abril por falta de fondos, pidiendo donaciones para "evitar una catástrofe total".
"Las raciones que nos reparten para un mes nos permiten alcanzar veinte días como máximo. Tengo que llevar a mis dos hijos mayores, de 9 y 14 años, a trabajar conmigo cuando encuentro la manera de ganar un poco de dinero, lavando ropa o haciendo ladrillos", subraya Hada. Su familia hace sólo una comida al día, la misma desde hace meses, un simple plato de asida, una papilla hecha de sorgo.
Inseguridad en los campamentos
Asha Mohamat Musa, refugiada desde hace diez meses en Tongori, a 15 kilómetros de Adré, ya no cuenta con las raciones del PMA. "Sólo recibí tres desde mi llegada y ninguna desde febrero”, afirma esta mujer de 23 años que tuvo que interrumpir sus estudios y huir de El Geneina.
Su marido se quedó allí y se unió a las milicias que luchan junto al ejército del general Burhane. Pero ella no sabe si todavía está vivo. La parte del campamento donde se encuentra su refugio de paja y caña está casi desierta. Muchas chozas abandonadas fueron derribadas por las ráfagas de viento. Otras quedaron reducidas a cenizas negra mezclada con arena.
"En los últimos dos meses se quemaron 210 refugios”, explica Asha. Los otros campamentos no son inmunes a la creciente inseguridad. En Farchana, a unos cuarenta kilómetros de la frontera, se hacinan 42.000 refugiados, según ACNUR.
Hamra Adam Mohamed, una agricultora de 26 años, muestra con orgullo la casa de ladrillo y tierra ocre, de menos de 10 m2, que construyó sola en dos meses, "después de que unos ladrones se llevaran mis pertenencias tras cortar la lona" de su primer refugio proporcionado por ACNUR, cuenta. También se queja de las tensiones con los habitantes chadianos de Farchana. "No hay suficiente agua ni comida para todos y esto genera conflictos", resume.
"Cada vez hay más excesos. Pedimos refuerzos a los gendarmes", asegura por su parte Bachar Alí Suleymane, gobernador de la región de Uadai, que acusa a la comunidad internacional de no movilizarse. "Cuando vemos la ayuda humanitaria en Ucrania o Palestina, tenemos la impresión de haber sido olvidados", subraya con ímpetu.