Tras 39 semanas de protestas, los anti-Netanyahu acuden a las urnas
De día, está frente a la residencia de Benjamin Netanyahu. Por la noche, está frente a la residencia de Benjamin Netanyahu. Desde hace casi un año, Erez Yalon vive protestando contra el primer ministro israelí, en campaña para las elecciones legislativas del 23 de marzo.
Erez, con su silueta de oso y una sonrisa traviesa, se instaló en Jerusalén, donde decenas de miles de manifestantes se reúnen todos los sábados después del sabbat, desde junio de 2020, para protestar contra Benjamín Netanyahu, al que acusan de "corrupción".
Algunos gritan "¡Yalla lekh Bibi!" ("!Vamos, vete de aquí Bibi!") al primer ministro y luego se van a casa. Pero Erez vive únicamente por la causa.
Casi ciego por una enfermedad degenerativa, este exagricultor de 55 años, que trabajó en fábricas de pollos tras arruinarse hace 20 años, sale cada semana de su pueblo de Pri Gan, en el este de Israel, a pocos kilómetros de Gaza y de la frontera egipcia, para venir a la ciudad, a unos 140 kilómetros de distancia.
En su pueblo de campos verdes y huertos de mandarinas, Benjamin Netanyahu es el rey. Y Erez no lo entiende.
"Me decepciona que la gente no se oponga a él. Hay toda esa gente que grita 'Bibi es un rey', que reza por él, que lo considera un dios, que se cree todo lo que dice", lamenta en su pequeño salón.
Al principio de la ola de protestas, este padre de tres hijos empezó a manifestarse en la rotonda del pueblo. Casi solo. Luego vino a Jerusalén.
"Cuestión de corrupción"
Ahora pasa la mayor parte de su tiempo en Jerusalén. Durante el día, se pone frente a la residencia altamente vigilada de Netanyahu, con sus pancartas, para ser visto por el primer ministro.
Por la noche, vigila para proteger la carpa levantada por los manifestantes en la calle Balfour, a cien metros de distancia.
Cuando está cansado, duerme en un apartamento que sirve de cuartel general a las pocas decenas de manifestantes que, como él, se "alternan" frente a la residencia del primer ministro y se enfrentan ocasionalmente a los partidarios de Netanyahu.
De vez en cuando, Erez regresa al pueblo para pasar tiempo con su esposa Limor. "Todo esto es importante para él", dice.
Ese sábado, a las 16h30, después de tomar un café, se vuelve a poner en marcha: Erez entra en el pequeño coche familiar y Limor lo lleva a unos 40 kilómetros de distancia. Un amigo vendrá a recogerle y lo llevará hasta Jerusalén.
En el camino, Erez vislumbra banderas israelíes colgadas por los partidarios de la oposición a Netanyahu en barandillas de puentes y pasos elevados.
Algunos culpan a Netanyahu de la falta de ayuda a los trabajadores que perdieron su empleo a causa de la pandemia de coronavirus, otros de su gestión autoritaria de las empresas.
Para Erez, "todo es cuestión de corrupción. Benjamin Netanyahu "debería estar sentado en el tribunal, no en la silla del primer ministro", afirma.
En el poder de forma ininterrumpida desde 2009, Netanyahu es el único jefe de gobierno en funciones en la historia de Israel procesado por este tipo de cargos en tres casos, o incluso cuatro, según los manifestantes, que piden que se le procese por las sospechas de soborno en la compra de submarinos alemanes.
"Vayan a votar"
Cada semana coloca una réplica de un submarino en la esquina de la calle Balfour. Recientemente, se le han añadido dos palabras: "¡Yalla Laqalpi!", "¡Vayan a votar!".
A pesar de estas semanas de cólera, Netanyahu sigue a la cabeza en intención de voto para las elecciones legislativas del 23 de marzo, las cuartas en menos de dos años.
Pero su reinado se ve amenazado por el ascenso de los partidos de centro e izquierda.
"Las manifestaciones han hecho que algunas personas sean conscientes de que hay un movimiento, de que no están solas y aisladas, pero todavía es difícil de cuantificar", dijo a la AFP la politóloga Dahlia Scheindlin.
En las tres elecciones anteriores, Erez había votado al centrista Benny Gantz, actual ministro de Defensa.
Pero cuando a principios de 2020 el exjefe del ejército pactó con Netanyahu para formar un gobierno de unidad, se sintió "traicionado."
Esta vez, votará a la nueva líder del Partido Laborista de izquierdas, Merav Michaeli.