Vivir en la orilla de los Grandes Lagos de EEUU, un sueño amenazado por el cambio climático
En el otoño boreal de 2019, Eric Brandt se despertó una noche por el crujido de varillas de acero de un muro de cemento. A este exminero de 69 años, ahora escritor, lo sobresaltó el estallido de la segunda gran tormenta que vivía en cuatro años.
La tempestad se abatía sobre su edificio de departamentos a orillas del lago Michigan, al sur de Chicago, en Estados Unidos.
Esta vez, las olas chocaron contra un muro hasta que éste se partió por la mitad y el agua arrasó una playa no muy lejos del edificio de 11 pisos.
"Hablaron de una tormenta que sólo se ve cada 50 años, pero era la segunda en dos años", recuerda, parado en la nueva línea costera formada por enormes rocas colocadas por el cuerpo de ingenieros del ejército para detener la erosión, que ha empeorado drásticamente en los Grandes Lagos en una década.
Los cinco lagos de la región, que representan más del 20% del agua dulce del mundo, siempre han visto subir o bajar sus niveles con el tiempo.
Pero el calentamiento global ha amplificado el fenómeno, haciéndolo más extremo, según Drew Gronewold, hidrólogo de la Universidad de Michigan.
Las precipitaciones elevan el nivel mientras que la evaporación lo reducen, explica.
"Ahora se compara con un juego de tira y afloje. Si ambos equipos son de fuerza equivalente, la cuerda no se mueve. Pero si uno se vuelve más fuerte y alguno se resbala, la cuerda se mueve mucho más rápido".
Adaptarse a nuevos extremos
La orilla del lago Michigan, el tercero más grande de los Grandes Lagos, alterna entre dunas, rocas, playas de arena y áreas pantanosas, y entre grandes ciudades del Medio Oeste de Estados Unidos y pequeñas localidades turísticas.
"Es importante darse cuenta de que (los Grandes Lagos) están todos conectados. Si el nivel de un lago aumenta, probablemente sea el caso de todos", explica Gronewold.
En 2014, los lagos estaban en un mínimo histórico, lo que generó preocupación entre las compañías navieras.
Pero los niveles de las aguas se dispararon, amenazando edificios y playas durante los últimos dos años.
Desde el año pasado han bajado levemente, pero las inundaciones siguen siendo "considerables, más grandes que cualquier cosa que hayamos visto en 100 años", dice Tomas Hook, profesor de manejo forestal y recursos naturales en la Universidad Purdue.
La tormenta de 2019 golpeó la costa de Chicago "como la ira de Dios", recuerda Todd Rosenthal, un escenógrafo de 56 años que ha vivido en la costa durante 20 años.
El viento destrozó bloques de cemento que servían como barreras y el agua se filtró a través de las paredes y las ventanas de su apartamento.
Rosenthal y varios vecinos han invertido en puertas y contraventanas antihuracanes, el precio a pagar según él por vivir frente al lago.
"Nunca se puede prever. Ha pasado que el lago estuviera tranquilo y cristalino, luego se cubriera de olas y cinco minutos después de espuma", dice Rosenthal.
"Algunos se han mudado porque ya no podían soportar el constante martilleo" de las olas.
450.000 dólares en reparaciones
Ese podría llegar a ser el caso de Jera Slaugther, quien ha vivido en el mismo edificio que Eric Brandt por unos 44 años.
Esta jubilada de 71 años, exempleada de una empresa ferroviaria, teme que su pequeño presupuesto pronto sea insuficiente ante la embestida de las aguas.
"Nos encanta este edificio, pero en algún momento no podremos permitirnos vivir en él", dice.
Desde 2019, los residentes de esta torre de 70 apartamentos han tenido que desembolsar 450.000 dólares en reparaciones, dejando unos pocos ahorros para gastos de rutina u operaciones de prevención.
"Es imposible saber qué nos deparará este año", señala.
La perspectiva no es nada tranquilizadora, según Aaron Packman, director del Centro de Investigación del Agua de la Universidad Northwestern, en Illinois.
"Uno de los problemas, especialmente con el lago Michigan, es que se están viendo los efectos del cambio climático, con tormentas más intensas y más inundaciones. Hay mucha incertidumbre sobre lo que sucederá con los Grandes Lagos", alerta.
"El futuro va a ser diferente y hasta cierto punto peor. Podemos, y debemos, cambiar la forma en que respondemos para ser mucho más eficaces de lo que hemos sido en el pasado".