Michelle Obama cambia el tono

Michelle Obama escucha a su esposo, Barack Obama, presidente de Estados Unidos durante su discurso acerca del Día Internacional de la Mujer. / Instagram @MichelleObama
Afp
14 2015 - 16:33

Comunicación pensada hasta el mínimo detalle, temas de gran consenso: cuando llegó a la Casa Blanca, Michelle Obama se mostró mesurada, como si temiera ir demasiado lejos. Sin embargo, cuando se acerca el fin del segundo mandato de "Barack", su tono se hace cada vez más personal.

Al margen de su defensa de causas poco controvertidas -lucha contra la obesidad, ayuda a las familias de excombatientes-, la primera dama parece ahora decidida a manifestar más a menudo y sin rodeos su punto de vista sobre las desigualdades de la sociedad estadounidense y sobre las cuestiones raciales.

"Sabemos que demasiadas personas son detenidas hoy en las calles de Estados Unidos simplemente a causa del color de su piel", dijo a mediados de mayo en Topeka, Kansas, cuando también hizo referencia a "los salones de clase destartalados" y "profesores sin experiencia" en las escuelas de los barrios más pobres a los que habitualmente concurren los alumnos negros.

"Nací y crecí aquí, en los barrios del sur (South Side)", dijo tres semanas después en Chicago esta hija de empleados que terminó graduándose en Princeton y Harvard, dos de las más prestigiosas universidades norteamericanas.

"Conozco las luchas que muchos de ustedes libran: el largo camino de regreso a casa a pie para evitar a las pandillas, la dificultad para concentrarse en vuestras tareas cuando hay demasiado ruido en casa, cómo mantenerse unidos cuando vuestras familias tienen dificultades para llegar a fin de mes", afirmó.

Para la primera dama de Estados Unidos, quien el lunes inicia una gira por Europa con sus dos hijas adolescentes, Malia y Sasha, la cuestión racial es un tema políticamente sensible.

Durante la primera campaña electoral de Barack Obama, en 2008, afirmó que por primera vez en su vida adulta se sentía "realmente orgullosa" de su país.

Esas declaraciones desencadenaron una avalancha de críticas. Michelle Obama se convirtió en blanco privilegiado de los medios conservadores.

"Se sintió desestabilizada -y herida- por las críticas que básicamente sostenían que era una antinorteamericana. Tras ese episodio se volvió muy prudente", cuenta Peter Slevin, profesor de la Northwestern University, quien acaba de publicar un libro titulado "Michelle Obama, A Life" (Michelle Obama, una vida).

"¿Demasiado irascible?"

Fue el 9 de mayo último, ante estudiantes de la Tuskegee University, Alabama (sur), cuando pareció haber cruzado una frontera.

Recordó largamente la lucha por los derechos civiles, luego hizo referencia, sin eufemismos, a los ataques de los que fue objeto durante la primera campaña a la presidencia de su marido y las dudas que le provocaron.

"Como posible primera dama afroestadounidense, fui objeto de una serie de preguntas y especulaciones muchas veces ancladas en temores y estereotipos de otros. ¿Hablaba demasiado fuerte?, ¿era demasiado irascible?, ¿demasiado castradora? ¿O, por el contrario, era demasiado pasiva, demasiado madre, no suficientemente ambiciosa?".

Michelle Obama señaló que cuando vuelve sobre aquellos años, recuerda que pasó "muchas noches sin dormir, preocupada por lo que la gente pensaba de mí, preguntándome si acaso no estaba afectando las posibilidades de que mi marido ganara las elecciones, temiendo cómo se sentirían mis niñas si se enteraban de lo que algunas personas estaban diciendo de su madre".

Después de ese discurso se ganó la animadversión de algunos directores de 'talk shows' ultraconservadores, quienes le reprochan haber "usado el tema racial", de ser "amarga", pero los ataques ya no tuvieron el mismo efecto.

"Siempre se refirió a esos temas, pero ahora lo hace más explícitamente", afirma Peter Slevin, quien subraya que Michelle Obama pronuncia la mayoría de esos discursos más personales ante jóvenes negros. Y destaca su propio periplo para enviar un mensaje: sí, la sociedad estadounidense está marcada por profundas desigualdades, pero las líneas pueden moverse.

La actual primera dama, que descarta seguir los pasos de Hillary Clinton, en carrera por ser la candidata del Partido Demócrata a la presidencia en 2016, asegura sin dudar que no tiene intenciones de luchar por un cargo electivo.

Michelle Obama tendrá 53 años cuando abandone la Casa Blanca en enero de 2017.

¿Qué hará con su innegable carisma y su inmensa popularidad (superior a la de su marido pero también a la de cualquier otra ex primera dama)? ¿Cómo hablará de los temas que más le apasionan?

"Está trabajando en un libro", sostiene Peter Slevin. "La gran pregunta es qué dirá sobre este mundo".

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