'Hay cosas que no tienen reemplazo': un hogar arrasado por incendios en Canadá
Incendios forestales
La familia MacKay mal empacó cuando un voraz incendio forestal se aproximaba a su vecindario en el sur de Canadá y fue obligada a evacuar. Pensaban que volverían a casa pronto, hasta que una cámara en la cocina comenzó a enviar alertas.
"Duró como cinco minutos. Y después, nada", dice Heather MacKay, de 48 años, mostrando las imágenes en su teléfono en las que se ve el humo esparciéndose por su cocina antes de pequeñas explosiones.
La confirmación de que las llamas habían arrasado su casa en un apacible vecindario de la canadiense West Kelowna llegó al día siguiente, el viernes, gracias a las cámaras de sus vecinos, que también perdieron sus viviendas.
"Es triste saber que todo se fue. Me siento bien acerca de lo que es reemplazable, pero hay cosas que no tienen reemplazo", lamenta su hija Meliah, de 18 años.
Meliah, junto a Heather y su esposo Shane conversaron con AFP en un restaurante en la vecina Kelowna, donde la madre trabaja como estilista.
Relataron entre risas y lágrimas las horas de sufrimiento que pasaron desde el jueves cuando los masivos incendios forestales, que ya han consumido miles de hectáreas en el sur de Canadá, carbonizaron parte de su vecindario.
Cientos de bomberos batallan contra las llamas por tierra y aire, pero el infierno es tal que el humo nubla kilómetros de territorio, dando un aspecto apocalíptico a la provincia de Columbia Británica, en donde al menos 50 casas han sido arrasadas.
"Me río y lloro"
Los MacKay, oriundos de la vecina provincia Alberta, se mudaron más de 30 veces en tres décadas, pero para estar más cerca de sus familiares, decidieron hace un par de años instalarse en West Kelowna, un paraíso turístico de más de 30.000 habitantes con rutas de vino, vías para bicicletas y caminatas, lagos y playas.
"Vinimos aquí para vivir de forma permanente. Nos mudamos tantas veces que hablábamos de reducir la cantidad de nuestras pertenencias", dice Heather, "¡Y ya está hecho!", añade enseguida su esposo.
"Nos reímos a veces, y luego pensamos en algunas cosas, y lloramos", señala acongojada Heather. "Las chicas y yo tenemos un chat común y de pronto sueltan tipo: ¡la casa de Barbie!, o ¡mis airpods!. Pero para mí son los recuerdos" lo que valen, dice con la voz entrecortada.
Heather le regaló a cada uno de sus cuatro hijos cajas con sus primeras prendas y otros tesoros de la infancia, pero esos recuerdos se perdieron en el incendio.
"Ya no tengo mis cositas de bebé, pero tenía una gran amiga que murió cuando yo era pequeña y por eso desde los ocho años yo guardaba este peluche que ella me dio, y ahora...", interrumpe su testimonio cuando le gana el llanto.
"Tenía mi vestido de bodas y bromeábamos con ello: ¿qué iba a hacer con eso?. Lo cargamos en unas 30 mudanzas, entonces supongo que ahora está bien, ya no tendremos que cargarlo de nuevo", declara, esta vez acompañada por risas.
"Estoy así. Me río y lloro, lloro y me río", confiesa.
Shane se muestra más pragmático ante el drama: "¿Qué más se puede hacer?. Hay que continuar", subraya.
"Podremos reconstruir"
Heather reconoce que se siente abrumada.
La familia está dividida: Heather y Shane se mudaron a los padres de él en la vecina Peachland. Meliah con sus dos gatos y su hermana acompañada por su perro se alojaron en otras casas. Los dos hijos mayores no vivían con sus padres, afortunadamente.
"Me entran náuseas cuando trato de decidir donde vivir. Vamos a ver casas y me siento mal (...) No sé que hacer", sostiene la mujer.
Uno de los problemas que enfrentan es mantener el núcleo unido porque no encuentran un lugar que les permita tener todas las mascotas juntas.
"Esto va a afectar nuestra dinámica familiar", anticipa Heather.
Pero mientras, intentan adaptarse a su nuevo día a día con las pocas -y aleatorias- cosas que empacaron antes de abandonar la casa.
Heather estaba trabajando cuando la alerta de evacuación llegó la tarde del jueves y las autoridades no la dejaron entrar, por lo que le pidió a su hija mayor empacar. "No fue buena decisión", dice sonriendo y con cierta ironía por las elecciones de la joven.
Meliah recogió apenas su ropa deportiva, en tanto que Shane se llevó una maleta que tenía hecha para un viaje de placer pendiente y la taza de té del abuelo de su esposa, ahora la única reliquia familiar.
Heather dice que aún no se animó a comprar nada, mientras que Shane fue este lunes por su nuevo escritorio y silla para trabajar. Meliah, que perdió su enorme guardarropa, compró una primera blusa el fin de semana.
"Algún día ella tendrá ropa suficiente para poder desordenar su cuarto nuevamente", sonríe Heather mientras acaricia a su hija.
"Lo más importante es que nadie resultó herido y estamos bien. Podremos reconstruir nuestra vida eventualmente", exclama con esperanza.