Los 'niños del plomo' esperan justicia en Kosovo
Los gitanos "no son tratados como seres humanos", sentenció Florim Masurica, quien reclama justicia para su hijo, uno de tantos "niños del plomo" que sufrieron intoxicaciones en Kosovo en los campos de refugiados donde la ONU los instaló después de la guerra.
Para los rebeldes albano-kosovares, los gitanos colaboraron con los serbios en este último conflicto en la antigua Yugoslavia, entre 1998 y 1999.
Estas acusaciones, a menudo gratuitas, han tenido consecuencias negativas para la comunidad, que sufrió abusos en todos los países de los Balcanes, que van desde ejecuciones sumarias hasta desplazamientos forzados de sus barrios, víctimas del pillaje y de la destrucción tras la retirada de las tropas serbias debido a los bombardeos de la OTAN.
Este fue el caso de Mahala, en la comuna de Mitrovica (norte). Cerca de 600 de sus habitantes fueron albergados en los seis campos de refugiados que instaló la ONU cerca de un complejo siderúrgico. Sin saberlo, respiraban aire envenenado y se movían en medio de terrenos contaminados por plomo y otros tóxicos.
En Zitkovac, los desechos industriales seguían desparramados por el suelo. Cuando el viento soplaba, el polvo contaminado cubría el campo.
"Mi hijo es inválido, tiene las piernas paralizadas", contó Valid Jashari, de 58 años.
Desde su silla de ruedas, Jetullah, de 16 años, mira cómo juegan los otros niños.
"Estuvimos expuestos al envenenamiento por plomo mientras estábamos en Zitkovac", acusó Veli Jashari, que dice que su segundo hijo, Sejdullah, de cinco años, también sufre de parálisis.
Alerta en 2005
Bajram Babajboks, de 65 años, afirmó que "no hay ni un sólo miembro de su familia que no haya sido víctima del plomo". "No soy yo quien lo dice, son los médicos", aseguró.
En 2005 las organizaciones de defensa de los derechos humanos ya habían expresado su preocupación con respecto a algunos síntomas que presentaban los niños: encías negras, dolores de cabeza, dificultades de aprendizaje, convulsiones, presión sanguínea elevada, entre otros.
La misión de la ONU en Kosovo evacuó entonces los campos, que inicialmente estaban previstos para ser una solución de 45 días. Pero después de seis años de asentamiento, ya era tarde.
Una vez que el plomo llega a la sangre, sus efectos devastadores continúan durante años, según los médicos.
En julio de 2006, una comisión de expertos designados por la ONU después de la denuncia de 138 gitanos concluyó que la instalación de todas las personas que estuvieron en este campamentos insalubre había violado su derecho a "vivir libres de un tratamiento inhumano y degradante".
Artan Bajrami, de 36 años, afirmó que "nunca" hubiera "dado su venia para ir a un campamento" si hubiera sabido de los "peligros que esto implicaba". Su hijo de 15 años nacido allí, cojea debido a una malformación.
Erduan Masurica, de 16 años, "tartamudea, es retrasado mental y sólo juega con niños pequeños", contó su madre, Elhame, de 33 años. Ella dio a luz en el campo de Cesmin Lug. El plomo en su sangre "atacó al cerebro, los huesos, los órganos" de su hijo, se lamentó.
El pesar de la ONU
El grupo de expertos le pidió a la ONU que presentara sus "disculpas públicas". Su secretario general, Antonio Guterres, se limitó a "expresar el profundo pesar de la organización por el sufrimiento provocado".
Como una medida de carácter excepcional, decidió implementar un fondo para los gitanos de Mitrovica, según la misión.
Para Kujtim Pacaku, un exdiputado gitano, es "inmoral compensar un daño de masas sólo con dinero".
"Hay que realizar una investigación para esclarecer las responsabilidades" con el objetivo de enviar una mensaje de que "no se puede tratar a la gente de esta forma sólo porque son gitanos", afirmó.
De momento no hay ningún catastro de víctimas. Para los gitanos esta es una muestra más de la discriminación.
En junio, la organización Human Rights Watch (HRW) estimó que "el rechazo de la ONU a asumir toda la responsabilidad pone en duda su propia capacidad a la hora de ejercer presiones sobre los gobiernos en temas de derechos humanos".
La ayuda internacional ha permitido construir viviendas sólidas en Mahala. Pero además del desempleo y de la pobreza que sufren los gitanos de los Balcanes, en Mitrovica son además víctimas del plomo.
"Ya no es el Mahala de los gitanos. Es un barrio envenenado por el plomo", sentenció Bajram Babajboks. "Yo sueño con poder levantarme un día sobre mis dos piernas, quiero ir a la escuela", exclamó Jetullah.