La calma se mezcla con la ansiedad en la única carretera entre Karabaj y Armenia
Un soldado ruso apunta en un enorme cuaderno el número de la matrícula de los vehículos que circulan por el corredor de Lachin, la única carretera que une Nagorno Karabaj con Armenia, un lugar estratégico donde la presencia de fuerzas de paz rusas tranquiliza, pero la población teme qué pasará el martes, cuando Azerbaiyán retome el control de esta zona.
"Cuando llegaron las fuerzas de paz (rusas), la situación se calmó con respecto a la guerra. Estamos tranquilos", dice Erik Tovmassian, pasajero de un automóvil que viajaba desde Stepanakert, la capital de Nagorno Karabaj, a Ereván, la capital de Armenia, para operarse de los ojos.
Tovmassian se quedó en Stepanakert durante la guerra con Azerbaiyán y su familia regresó a la ciudad después del 9 de noviembre, cuando se firmó el acuerdo de tregua, auspiciado por Moscú, en el que quedó plasmada la derrota armenia tras seis semanas de combates.
Con su trajes militares de camuflaje, sus cascos y sus rifles kaláshnikov, los rusos están presentes en media docena de puestos de control a lo largo de los 60 km que separan Stepanakert de la frontera armenia, en dirección suroeste, pasando por el corredor de Lachin.
"Estamos haciendo turnos de cinco horas, tenemos que mantenernos despiertos", dice uno de los soldados en la salida de Stepanakert.
El contingente de unos 2.000 soldados rusos encargados de supervisar el alto el fuego estará desplegado en la región durante cinco años, según el acuerdo que puso fin al conflicto.
Ocho kilómetros más adelante, la carretera pasa frente a Shusha, una ciudad estratégica, en la que Azerbaiyán se impuso por la fuerza a principios de noviembre.
Situación "tranquila"
La pequeña carretera de acceso a la ciudad está bloqueada por los soldados de Bakú, situados tras los soldados rusos. Los periodistas de la AFP escucharon canciones y música azerbaiyanas a través de un altavoz. "Lo hacen a menudo", comenta un soldado ruso.
El camino que lleva a Shusha da la vuelta y en el siguiente cruce el puesto de control de Azerbaiyán está bajo la responsabilidad de un capitán de las fuerzas especiales. "La situación está tranquila", dice a la AFP este hombre, que desea permanecer en el anonimato.
"Solo hay soldados en Shusha. Algunos civiles (azerbaiyanos) vienen de vez en cuando solo para reparar las infraestructuras" de la ciudad, escenario de duros combates, añade el oficial.
"La carretera (entre Stepanakert y Lachin) tiene un papel muy importante (para nosotros), es vital, y tal vez después del 1 de diciembre también podamos usarla", dice.
Shusha es uno de los cuatro distritos tomados por las armas por Bakú. Otros dos, Aghdam y Kalbajar, fueron entregados por Armenia a Azerbaiyán.
El último, Lachin, se entregará el 1 de diciembre, una idea que preocupa a sus habitantes.
En el pueblo de Lachin, en el centro de este corredor, el gerente de una tienda de comestibles no oculta su preocupación.
"No sabemos si debemos irnos. Como la tienda está al lado de la carretera, espero poder quedármela", dice este hombre que no quiere dar su nombre.
Sin lugar a donde ir
Frente a la tienda, con un bastón y un bolso negro, Margarita Khanaghian, de 81 años, no consigue calmar su ira.
"Me fui durante la guerra, luego nos dijeron que volviéramos y volví. Ahora tenemos que volver a irnos, pero ¿adónde?", se pregunta.
La preocupación también prevalece en Aghavno, cuyo nombre azerbaiyano es Zabukh, la última aldea antes de la frontera armenia.
Aquí se construyeron unas 60 casas hace menos de diez años y en el pueblo todavía hay hombres armados con rifles, como lo estaban durante la guerra, cuando querían defenderse.
"No los quiero (a los azerbaiyanos) en mi casa. Están destruyendo nuestras cruces, nuestras tumbas", dice Andranik Chavushian, responsable de la aldea.
Nasrin Rassoian, una madre de cinco hijos embarazada, le escucha. Está llorando. Su marido murió en la guerra.
"Nunca he salido de mi casa. No tengo ningún otro lugar al que ir con mis cinco hijos. Que me proporcionen una casa y me iré" del pueblo, dice.