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Los 80 kilómetros de desolación de Patricia

Una familia de la comunidad Emiliano Zapata recorre una calle tras el paso del huracán Patricia hoy, sábado 24 de octubre de 2015, en el municipio de la Huerta, en el estado de Jalisco.
Una familia de la comunidad Emiliano Zapata recorre una calle tras el paso del huracán Patricia hoy, sábado 24 de octubre de 2015, en el municipio de la Huerta, en el estado de Jalisco. / EFE
Efe
25 de octubre 2015 - 15:46

El súper huracán Patricia se diluyó en menos de un día a su paso por el territorio mexicano y no ha causado por ahora ninguna víctima mortal, aunque pudo ser letal a juzgar por la desolación que sembró.

Hacer un recorrido en coche por ese territorio de clima tropical y frondosa vegetación es la única forma de comprender por qué el cambio de rumbo repentino de Patricia el pasado viernes, pocas horas antes de que fuera a impactar con el enclave turístico de Puerto Vallarta, evitó una catástrofe de proporciones incalculables.

"Hay que pensar que todo esto era verde. El huracán se llevó el follaje. Parece que esté todo seco. Es como entrar en un mundo diferente o en otra época del año", explicó a EFE en la misma carretera Alberto García Sánchez, un funcionario de la Secretaría (Ministerio) de Comunicaciones y Transportes (SCT) que trabaja allí.

El tramo afectado está en la costa que tiene el estado occidental de Jalisco en el Océano Pacífico, entre las localidades de Puerto Vallarta y Melaque, que colindan por el norte con el estado de Nayarit y por el sur con Colima, respectivamente.

"Tenemos daños del kilómetro cero de la carretera federal 200, que se sitúa en Melaque, hasta el 80", se suma Miguel Ángel Martínez, que ostenta el cargo de residente de obra de la costa de Jalisco y también depende de la SCT.

Solamente existe un paso provisional, en muchas zonas solo en uno de los dos carriles. El otro está ocupado por un árbol, una señal o unas piedras caídas por efecto del virulencia de Patricia, que llegó a tener vientos de 325 kilómetros por hora y rachas de hasta 400.

Para limpiarla completamente y dejarla como estaba antes del huracán harán falta cerca de dos semanas.

Al día siguiente de la llegada de Patricia, que penetró en México por la comunidad de Emilio Zapata (costa sur de Jalisco) los únicos que transitan por la carretera son el personal de la SCT, de la Compañía Federal de Electricidad y de Telmex (Teléfonos de México).

También algunos grupos de periodistas que buscan desesperados un punto en el que las antenas de telefonía móvil no se hayan visto afectadas por el viento y el agua de Patricia para transmitir textos e imágenes de lo sucedido a México y al mundo.

Y, por supuesto, los escasos lugareños de la zona, que se apresuran a reconstruir sus casas antes de que caiga la noche o vuelva a llover.

Uno de los lugareños, Sara Santana, que reside en la comunidad de Bahía de Chamela, ubicada junto a la carretera, trata de salvar lo que queda de la vivienda de su madre, que vive en Estados Unidos, ya que la suya se le cayó "toda". Santana va a mudarse al hogar de su progenitora porque al menos todavía tiene techo.

Su familia vive de la pesca, un recurso del que depende también la vida de Manuel Martínez, que en la misma comunidad intenta reparar el tejado de su humilde vivienda.

"Nosotros nos refugiamos en otro lado porque estuvo muy intenso el viento", confiesa Manuel, que al hacer el recuento de los daños señala las láminas del techo y una pared que fue derribada "con todo y puerta".

Pese al halo de "tormenta del siglo" que rodeó a Patricia, el huracán de categoría cinco de la escala Saffir-Simpson (de cinco niveles) se degradó en menos de 12 horas hasta convertirse en una tormenta tropical y pocas horas después en una depresión.

Según expertos consultados por EFE, el ciclón tropical fue menos dañino de lo esperado porque en su trayectoria se encontró con dos muros naturales; la Sierra Madre Occidental y el circulo volcánico transmexicano.

Distinto hubiera sido el panorama si hubiera penetrado por una concurrida población costera como Puerto Vallarta, por lo menos a juzgar por esos 80 kilómetros de desolación que al final evitaron la catástrofe.

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