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Un año después de la república fallida, Puigdemont relanza su desafío

El expresidente catalán Carles Puigdemont. / EFE
Efe
27 2018 - 15:00

Un año después de intentar separar Cataluña del resto de España, el expresidente regional Carles Puigdemont trata desde el exilio relanzar su desafío con un nuevo partido que pretende reunificar al independentismo ante unas bases cada vez más desencantadas.

"Hace un año decidimos que continuaríamos luchando fueran cuáles fueran las condiciones, que nos comprometíamos en construir un país mejor, una república (...) Por eso nace la Crida", este nuevo partido, aseguró a través de una pantalla gigante Puigdemont, instalado en Bélgica.

Si bien Puigdemont quiere aglutinar al resto de sensibilidades separatistas detrás de esta formación, sus antiguos aliados de ERC, ahora con posturas más moderadas, rechazan integrarse en él.

Solo su actual partido, el PDeCAT, que acaba de ser expulsado de la familia liberal de formaciones europeas ALDE, baraja unirse a él.

"No nos rendimos, ni nos rendiremos", insistó Puigdemont ante cientos de fieles reunidos para la convención fundacional de La Crida (El Llamado) en un pabellón en Manresa, 60 km al norte de Barcelona.

Ni el lugar, ni la fecha son casuales: a sólo 6 km de la cárcel de Lledoners, donde esperan juicio por rebelión varios líderes independentistas, y justo un año después de que el Parlamento catalán proclamara una república independiente, el 27 de octubre de 2017.

"Este año que nos separa de esa fecha histórica no ha transcurrido como queríamos", reconoció en un discurso solemne el sucesor de Puigdemont, el actual presidente regional Quim Torra, también fundador de La Crida.

"Pero volver atrás no es una opción", apuntó.

"Se respira frustración"

La proclamación del 27 de octubre de 2017 fue baldía: ningún país reconoció la efímera república y el gobierno español tomó el control de Cataluña, suspendiendo de facto su autonomía al destituir al ejecutivo de Puigdemont y disolver el Parlamento.

La recuperación de la autonomía llegó el 2 de junio, con la formación del gobierno de Torra que, a pesar de su discurso encendido, ha aparcado la desobediencia y negocia con el nuevo gobierno español del socialista Pedro Sánchez.

Esto ha causado malestar en el segmento más radical del independentismo que llega a este aniversario en horas bajas.

Apenas 200 personas se reunieron para una protesta en Barcelona convocada por los Comités de Defensa de la República (CDR), grupos creados hace un año para forzar la ruptura con España y que en el aniversario del referéndum ilegal del 1 de octubre se enfrentaron con la policía regional controlada por Torra.

"Sin desobediencia, no hay independencia", gritaron durante su marcha, en la que quemaron imágenes del rey Felipe VI, el jefe de gobierno Pedro Sánchez y los líderes de los partidos catalanes en la oposición.

"En vez de construir la república y defenderla, estamos en el proceso contrario, de vuelta a la autonomía. Quieren negociar y eso implica abandonar la unilateralidad", lamentó Alex Schofield, un operador logístico de 26 años.

"Se nota y se respira frustración, queremos que el movimiento vaya adelante y ahora está estancado", afirmó.

"Este aniversario es un poco agridulce, un día de grandes esperanzas no materializadas", reconoció Elisenda Paluzie, presidente de la influyente asociación independentista ANC.

Organizadora de masivas manifestaciones por la independencia en los últimos años, este sábado apenas pudieron congregar a pocos cientos de personas para reclamar pasos adelante hacia la ruptura al gobierno.

Crisis en el independentismo

Con un apoyo social que no alcanza el 50% de los votos y ante las graves consecuencias judiciales para la cúpula independentista que organizó el intento de secesión, con nueve encarcelados y siete políticos exiliados, parte del independentismo apuesta por la moderación.

Es el caso de parte del PDeCAT y especialmente ERC, con su líder Oriol Junqueras preso, que incluso se alineó con la oposición para impedir que Puigdemont y otros tres compañeros desobedecieran su suspensión como diputados impuesta por el Tribunal Supremo.

Como consecuencia, los independentistas, que tenian 70 diputados sobre 135, perdieron cuatro votos y se quedaron sin la mayoría absoluta que ostentaban desde 2015.

En minoría, Torra quiere aguantar hasta que termine el juicio contra la cúpula independentista por el intento de secesión, que debería empezar en enero sin Puigdemont, declarado en rebeldía al estar en Bélgica.

Un veredicto contundente --nueve están acusados por rebelión, delito punible con hasta 25 años-- podría reagrupar el movimiento y hacerle ganar votos en unas elecciones anticipadas.

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