Las rosas blancas marcan el duelo por matanza en guardería de Tailandia
Na Klang, Tailandia/Uno a uno, los padres de los niños tailandeses masacrados depositaron este viernes rosas blancas a modo de duelo sobre las escaleras de la guardería, donde sus pequeños murieron el jueves a manos de un expolicía.
Algunos inclinan la cabeza en señal de recogimiento, otros se aferran físicamente para consolarse mientras depositan flores, una por cada joven vida rota.
Una madre se derrumba sollozando, y abraza la manta roja y amarilla preferida de su hijo fallecido, y el biberón de leche aún medio lleno.
En el exterior de la guardería, en una inmueble de muros amarillos de la administración local del Noreste de Tailandia, decenas de progenitores traumatizados se han congregado.
El autor de la matanza, Panya Khamrab, recientemente excluido de la policía, mató al menos a 36 personas, de ellos 23 niños, así como a su esposa y su hijo, en un ataque con pistola y cuchillo, en una de las peores matanzas ocurridas en el país.
"Incomprensible"
Algunos niños tenían solamente dos años, como el pequeño Kamram, cuya madre Panita, de 19, es inconsolable. "Es incomprensible" solloza, con su hija de 11 meses en los brazos.
"Era muy dulce, muy bueno, compartía siempre sus cosas con los demás niños, con todo el mundo", cuenta la tía de Kamram, Naliwan Duangkot, que vino a apoyar a su hermana ante la tragedia.
La víspera de la matanza "nos había pedido una pizza. Estamos tan tristes por no habérsela comprado", declara Naliwan a la AFP.
"En su última noche, no estaba bien y pidió dormir con sus padres y su hermanita", agrega. "No conseguimos aceptar que esa haya sido su última noche".
La familia fue informada de la matanza por unos vecinos. Panita y su marido acudieron rápidamente al lugar en moto, en busca de Kamram, y ahí les contaron lo sucedido.
"Nos conocíamos todos"
A medida que transcurre la jornada, bajo un calor pegajoso, más personas se acercan a la guardería, formando una pequeña comunidad rural unida en el dolor.
Hace dos días, los niños jugaban, alegres. Hoy, los adultos están sentados, conmocionados, en medio de un incrédulo silencio roto solo por los sollozos.
"He estado muy conmocionada y aterrada, no podía dormir, nunca pensé que eso podía pasar a mi dos nietos", declara a la AFP Buarai Tanontong, de 51 años, la abuela de dos niños de tres años, asesinados por el asaltante.
"Todo el mundo conocía al que disparó. Era un oficial de policía. Era un tipo simpático pero luego supimos que tomaba metanfetamina", cuenta Kamjad Pra-intr, que ha acudido a apoyar a las familias.
"Es una pequeña comunidad, y por eso nos conocemos todos, y somos como una familia, yo conozco a tres o cuatro de los niños que murieron ahí", agrega esta mujer.
En el hospital de Nong Bua Lam Phu, la localidad más cercana, las familias de los supervivientes esperaban frente a las salas de cuidados intensivos para poder visitar a sus niños, y llevarles comida, pañales y otros objetos de primera necesidad.