Los abortos selectivos se ceban con las niñas en Albania
Cuando se enteró de que estaba embarazada de otra niña, Lina, una albanesa de 40 años, decidió interrumpir la gestación, al ver que su marido se volvía cada vez más violento ante la perspectiva de tener una cuarta hija en lugar de un chico.
"Cuando mi esposo supo que nuestro cuarto hijo sería una niña, casi me mata", cuenta Lina, que no quiso que se publicara su verdadero nombre. Según dice, estaba "dispuesta a arriesgar [su] vida con tal de que ese bebé no viniera al mundo".
El plazo legal para abortar (doce semanas) ya había pasado, por lo que acudió a una clínica privada donde se sometió a un aborto en unas condiciones de higiene pésimas. "Desde hace tres años sufro de lesiones en el sistema genital, que acarrean también problemas psicológicos", dice la mujer, llorando.
Como para miles de mujeres en Albania, su vida habría sido más fácil si hubiera estado embarazada de un chico.
Según Manuela Bello, representante en Albania del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), en ese país han "faltado" 21.000 chicas "en los diez últimos años".
"Cuando los padres se enteran de que el feto es una niña, deciden, por diferentes razones, abortar", explica.
Y esto ocurre aún más cuando las familias ya tienen alguna hija: un 25% de éstas se decantan por el aborto en lugar de tener una segunda niña, según cálculos de expertos de la ONU en Tirana.
Entre 2000 y 2020, Albania fue el cuarto país del mundo con una mayor brecha entre nacimientos de chicas y de chicos: de media, nacieron 111 chicos por cada 100 chicas, según cifras de la ONU.
Gracias a varias campañas de sensibilización, las cifras bajaron y en 2022 el ratio fue de 107 chicos por cada 100 chicas, según el informe "Hombres y mujeres 2023" del instituto albanés de estadísticas.
En India, un país habitualmente relacionado con los abortos selectivos, el ratio fue de 108 chicos por cada 100 chicas en 2021.
Aún así, se trata de unas cifras "superiores a la media biológica, que gira en torno a 105 nacimientos de chicos por cada 100 chicas", según Arjan Gjonça, profesor de Demografía en la London School of Economics and Political Science.
#Indeseable
El aborto fue legalizado en el país en la década de 1990. Más allá de la 12ª semana de gestación, solo se permite en caso de anomalía del feto o de que la vida de la madre corra peligro, y se requiere la firma de tres médicos.
Y, aunque desde 2002 la ley especifique que la selección prenatal está prohibida, "con las nuevas técnicas [...] para averiguar el sexo del bebé, cada vez es más difícil probar que el embarazo se interrumpió porque el feto era una niña", señala Rubena Mosiu, ginecóloga en Tirana.
Con un análisis de sangre en la séptima semana de embarazo se puede saber, con una fiabilidad del 90%, el sexo del bebé.
Si muchas mujeres deciden abortar por ese motivo, esto se debe sobre todo a una mentalidad tradicional que considera al hombre como "el pilar de la familia" y a la mujer, como "un lastre o un sexo débil", apunta Anila Hoxha, periodista de investigación y activista feminista en Tirana.
"Cuando mi cuñado y mi suegra supieron que mi tercer hijo también sería una niña, se decepcionaron mucho. Mi suegra incluso me propuso llevarme a abortar a casa de una mujer", cuenta Maria, entrevistada en una oficina de la UNFPA en Tirana. Como Lina, Maria tampoco quiso revelar su verdadero nombre.
Al final, decidió dar a luz a su hija y está muy feliz por ello.
En el vecino Montenegro, el ratio, que era de 110 chicos por cada 100 chicas a principios de los 2000, es ahora menor, pero sigue siendo superior a la media.
"Existe una correlación directa entre las normas sociales patriarcales y la preferencia de los chicos a las chicas", señala Maja Raicevic, que dirige el Centro de Derechos para las Mujeres en Podgorica, la capital montenegrina. A esto se añade "el papel subordinado de las mujeres en la familia y su dependencia económica, pues no heredan bienes".
En 2017, el centro lanzó una campaña denominada #Neželjena ("#Indeseable").
¿El objetivo? Empujar a la sociedad "a preguntarse qué valores se enseñan para que un sexo sea deseable y que el otro ni siquiera tenga derecho a nacer".
Estas iniciativas parecen dar resultado en los Balcanes pero "si el fenómeno persiste [...], las consecuencias en un futuro cercano podrían desembocar en un desequilibrio social", advierte Arjan Gjonça.