Estados Unidos escogió el odio y el fracaso como su opción a la Casa Blanca

Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. / EFE

Parece difícil de creer, pero Donald Trump es presidente de los Estados Unidos, lo que significa que los norteamericanos escogieron el discurso de odio, xenofobia y la ruta al despeñadero para que gobierne los destinos de la nación por los próximos cuatro años.

Con esta victoria del “loco” Trump ha quedado en evidencia que el 2016 es el año de la estupidez. Primero en Gran Bretaña triunfó el “Brexit”, en Colombia el “NO” a la paz, Nicolás Maduro sigue siendo presidente de Venezuela y Daniel Ortega se reelige en Nicaragua. ¿Qué alguien me diga que otra connotación le podemos dar al año 2016?

Me resulta difícil de comprender que la nación de la libertad ha escogido a un tipo que ha dicho abiertamente que construirá un muro entre México y Estados Unidos para evitar la migración y que ha proferido toda clase de insultos. ¿Aplicará aquí que todo pueblo tiene el gobernante que se merece?

Los demócratas pensaron que Hillary Clinton sería la mejor opción para combatir al “papanatas”, pero se equivocaron. Una mujer que tuvo que cargar con la tragedia de los email, además de una vida política en el senado y como Secretaria de Estado que no fue merecedora de grandes méritos para gobernar los destinos de la nación más poderosa del mundo.

Bernie Sanders, era el “viejo loco” demócrata que podía enfrentar al “loco” republicano y seguramente la historia de hoy sería otra. El feminismo, el ejército mediático y Hollywood no convencen votantes. Los norteamericanos habían elegido desde hace mucho tiempo quien era su candidato y definitivamente no era la Sra. Clinton.

Bien me lo dijo el expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica: “El problema no es Donald Trump, sino la gente que lo sigue”. Pepe tenía razón y las propuestas de Trump encontraron terreno fértil en un grupo de norteamericanos más apegados al nacionalismo y al orgullo patrio. La humanidad y el altruismo no importan.

Serán cuatro años de sobresaltos a nivel de Estados Unidos y en el mundo. Lo único que queda decir es: Dios nos coja confesados.

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