Elecciones en Panamá: ¿democracia o dictadura perfecta?

Votantes de las elecciones primarias
Votantes de las elecciones primarias / TVN Noticias

Estamos a poco menos de un mes para se den las elecciones generales en Panamá y los políticos están en las calles desesperados tratando de convencer a los panameños para que los escojan. Muchos a pesar de sus constantes metidas de pata, están pidiendo una segunda, tercera y hasta décimas oportunidades para supuestamente cambiar el país.

He sido testigo de todos los debates presidenciales y ciertamente en cada uno de estos foros, porque sería una falta de respeto decir que son debates, observo a candidatos vacíos sin visión de país a largo plazo. En otras palabras, ninguno merece llamarse estadista. Pero si tuviera que agruparlos dentro de un concepto en común, podría llamarlos: demagogos politiqueros.

El país va rumbo a un despeñadero con cualquiera de los siete que gane y la única opción de que eso no pase, es que los ciudadanos ocupemos nuestro rol dentro de la democracia panameña y cada vez que incumplan sus promesas o nos mientan, salir a las calles a recordarles que el soberano es el pueblo y que se deben a nosotros.

Tristemente en Panamá, algunos piensan, que la única responsabilidad para cambiar el país es darle el voto a un individuo cada cinco años y que si no funciona lo castigamos votando por el contrario en las siguientes elecciones. ¡Sacro santo supremo error!

Desde el fin de la dictadura militar en 1989, hemos tenido con esta, seis elecciones generales sin sobresaltos y la democracia ha imperado. Ciertamente el ejercicio electoral ha sido prístino y se ha respetado la opinión de las mayorías, pero los métodos de los partidos y sobre todo de los diputados para ganar elecciones y controlar el poder político es un poco cuestionable y es en este punto que me atrevo a definirlo como una: dictadura perfecta, liderada por los mal llamados “Padres de la Patria”.

Hemos tenido diputados que se han mantenido en el poder, por más de 10 años y donde gracias al clientelismo, planillas subrepticias y negociaciones debajo de la mesas repiten en cada elección y no le dan oportunidad a las nuevas generaciones.

¿A caso valerse del poder económico que han ganado gracias a tantos años en la Asamblea para competir en desigualdad de condiciones es democracia? Yo creo que no. Los diputados son los señores feudales contemporáneos en Panamá y se rehúsan a rendir cuentas, a dejar el poder por las buenas y encima lanzan a sus esbirros contra comunicadores sociales que buscan cuestionarlos; tal como le ocurrió al fotógrafo y comunicador Mauricio Valenzuela.

Lo expuesto en el párrafo anterior es el ejemplo más claro de una actuación dictatorial. Tan solo miremos al tirano de moda, Nicolás Maduro, quien no quiere soltar el poder, no rinde cuentas por sus malas actuaciones y manda a sus secuaces para que castiguen a sus enemigos.

Muchos no van a querer aceptarlo y tratarán de usar discursos bonitos para tapar el sol con una mano, pero la realidad de Panamá es que vivimos en una “dictadura perfecta”. Tony Noriega los envidiaría, seguramente.

La gran mayoría de los partidos políticos están controlados por estos tiranos que les conviene tener sometidas a sus comunidades en pobreza, falta de oportunidades y malos servicios públicos como salud y educación. ¿La razón? Así se venden como los salvadores que pueden solucionar los problemas de la comunidad y se garantizan años en el poder.

La dictadura perfecta panameña es muy diferente a la que planteó el cineasta mexicano Luis Estrada en su película del mismo nombre y que fue estrenada en el año 2014. Cinta donde a través de la comedia negra se relataba como la política y los medios de comunicación contribuían a mantener el status quo de la clase política mexicana. Una dura crítica al gobierno del expresidente Enrique Peña Nieto.

En Panamá, nuestra dictadura perfecta, no es una ficción o una película que critica la realidad. En esta tierra es palpable y real. ¿Podrán las elecciones del 5 de mayo del 2019, ponerle fin? Creo que no, ya que los diputados han convertido la democracia en circo y en tiempos de comicios electorales transforman su discursos vulgares en eufemismos.

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