El día que los políticos nos robaron la felicidad
La mentira tiene patas cortas. Estamos en medio de un año preelectoral, donde todos los partidos preparan sus mejores cartas para conquistar el poder, pero a diferencia de elecciones anteriores, en esta ocasión los electores no se están comiendo las falsas promesas de los políticos.
Recuerdo que recién finalizaba la campaña política del 2014 y decidí escribir un guion que posteriormente se convirtió en un cortometraje, tipo comedia negra y que era una crítica dura al modo de hacer política y el manejo de algunos comunicadores sociales en Panamá.
Probablemente mi película, cayó en saco en roto, porque la historia se continúa repitiendo. Los políticos siguen mintiendo, viéndonos la cara de inocentes (para no decir lo que realmente pienso) y peor aún salen con la promesa de combate a la corrupción, cuando ellos o su círculo cercano de colaboradores tienen bastante que contar en materia de acciones ilegales contra el Estado panameño.
Todas las campañas nos prometen mejores días. Hago memoria y desde 1994 estoy esperando esos grandes momentos que me prometen los creadores de falsas ilusiones. Más salud, más educación, más seguridad. Creo que tienen un problema con las matemáticas estos señores, porque lo que se vive en Panamá es menos salud, menos educación y la inseguridad multiplicada por un millón.
La política debe buscar el bien común. Aristóteles en su obra “La República”, nos dice que “si tenemos un sistema político donde gobiernan todos y el fin es bueno, tenemos una democracia, pero si el objetivo es malo, entonces estamos ante la demagogia”. En este último concepto los políticos panameños son unos expertos.
La demagogia fue el mismo Aristóteles quien le dio una definición por primera vez, señalando que es “una forma corrupta y degenerada de la democracia”. Haciendo una síntesis simple: “La democracia panameña es demagoga”.
Otra concepto de demagogia es: “empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política”.
Con sus mentiras, sus engaños y sus ambiciones personales, los políticos panameños en su gran mayoría (me atrevo a decir que un 99.9%) le han robado la felicidad a los panameños y lo sustento de la siguiente manera:
- Cuando existe una planilla 080 en la Asamblea, que es investigada por irregularidades y ese dinero se está necesitado para abastecer a nuestros hospitales de medicamentos y mejores equipos.
- Decimos que no hay dinero para la cultura y la educación, pero hay varios funcionarios del anterior gobierno investigados por casos de corrupción, donde los desfalcos a las arcas del Estado han sido millonarias.
- Los excesivos salarios de los ministros, los diputados y la partida discrecional o politiquera del Presidente de la República, privan al país de acciones estatales que permitan el combate a la delincuencia de manera integral y con humanidad.
Estos son algunos ejemplos muy puntuales, pero puedo llegar a mil, enumerando irregularidades y actos de corrupción que atentan contra la felicidad de los panameños.
Tristemente muchos de estos demagogos se van a reelegir, porque el sistema político panameño les ha permitido convertirse en señores feudales en los circuitos y alcaldías donde están. Un mecanismo amparado en el clientelismo, donde les conviene que la gente siga siendo pobre y viviendo en la miseria es lo que tiene vivos a estas rémoras del Estado panameño.
La felicidad depende en gran medida de cada individuo, por lo tanto, si el 5 de mayo, los panameños piensan en su felicidad a largo plazo, probablemente otro gallo cantará, pero si eso no ocurre, como país vamos rumbo al despeñadero social, económico y político.