Corazón de emigrante (un relato en primera persona)
Madrid, España/El sol ya se había escondido y hacía mucho frío. El aeropuerto era gigantesco, en pocos segundos la brújula había cambiado de dirección. Llegaron las inseguridades, los miedos y las maletas que pesaban un mundo. Pero la ilusión estaba allí, permanente. Era el inicio de un viaje que llegó de forma inesperada,y que no ha dejado de dar sorpresas a cada segundo. Esta es una historia contada en primera persona. Es la más íntima que he compartido. Aquí exploro mis más profundos sentimientos y los comparto de forma inédita. Es mi corazón de emigrante.
Llegué a ciegas, sin saber qué encontraría, pero sí muy seguro de lo que venía a hacer. La noche fue larga, tardó en amanecer. Hasta el momento no echaba de menos todo lo dejé atrás, mi cálida Panamá; pero todo cambió diez días después. Seguro esto es lo que sienten todos que abandonan su país por perseguir sus sueños, por un nuevo amor o en el peor de los casos, porque viven situaciones políticas y social inexplicables en el sitio que les vio nacer.
Nunca antes había sido inmigrante. Ahora los entiendo más que nunca. Cuando sales, amas a tu país como jamás habías amado. Las rutinas que en su momento eran insignificantes, ahora son las más importantes. Pero en medio de esa nostalgia (que es inevitable sentir), hay algo que mueve al corazón, la mente y las manos por seguir adelante. Los más románticos, como yo, le llaman sueños.
Lo que no pude meter en la maleta
Hay muchas cosas que extraño: contarles las noticias por la tarde, el arroz con poroto (Fréjoles de color marrón), la humedad insoportable y hasta ver en directo los argumentos vacíos de algunos de nuestros diputados al momento de proponer una ley; paradójico, pero cierto.
¿Y que les cuento de mi familia?, la extraño completa. Cuando vivía en Ciudad de Panamá acostumbra visitar a mis padres una vez al mes, ahora al otro lado del Atlántico, quiero verle todos los días. Y sobre todo a mi hermano pequeño… esos fuertes intentos por lograr que se aprenda las tablas de multiplicar, que en su momento me hacían volver loco, ahora me dibujan una sonrisa. Espero que a mi retorno ya me las pueda decir con toda propiedad.
Las tardes en la sala de redacción es otra de las cosas que me hacen falta. Era habitual que 30 minutos antes de iniciar el informativo estelar, y sin tener listas las notas, nos diera por la tertulia. Si no fuera por él el torturante reloj rojo que está junto a las luces del estudio de grabación, no calláramos. O Emilio, que cada viernes alegra la maquila de información con un poco de música, todas de los mejores años de Panamá.
Es hora de ponernos en marcha
Pronto podré contarles historias, como antes. Ya no serán las historias de mi pueblo, serán los relatos de ciudades extranjeras; aunque realmente el extranjero soy yo. Una vez dije que me hice periodista porque quería cambiar el mundo, pero en realidad lo he visto cambiar ante mis ojos. Ha sido un honor poder estar siempre juntos, leernos, escucharnos y vernos. Han sido parte de mi vida y ahora lo son más que nunca.
A Madrid he venido por un sueño. Es mi idilio por las letras, los datos y la información. Estoy aquí para aprender más. En pocos días he conocido gente maravillosa, barrios llenos de historia, e historias que ya les iré contando. Son rostros que empezaré a compartir con mucho cariño y espero que cada uno de ellos nos deje una lección de vida, que pueda hacernos más humanos.
La marcha ya inició, y ustedes están invitados a caminar conmigo.