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Un beso inesperado, en el Camino de Santiago

Fachada de casas de Castrillo de los Polvozares. / Instagram: @IsaiasCedeno

Castilla-León, España/Cerré los ojos y sentí la historia. Eran los disparos de una guerra civil que dejó profundas cicatrices. puertas y ventanas perforadas. Marcas de pólvora en las paredes... ecos silenciosos de grito añejos. De pronto, un aire helado hizo que levantara la mirada. Al fondo, una cruz de madera y el celaje de un niño corriendo. Antes de aquella visión era un pueblo fantasma, las únicas almas que se paseaban entre sus callejuelas eran las dos Marías, Fernando y el extranjero en esta excursión.

La región de Maragato, entre los kilómetros 50 y 70 del Camino de Santiago, presume de tener el mejor cocido de toda España. El desolado pueblo de Castrillo de Los Polvazares vive de la industria gastronómica tradicional. Desde hace años, este plato atrae a viajeros locales e internacionales. De hecho, esta comunidad podría decir que ha sido los fogones la que le ha mantenido con vida.

El pueblo es de color arcilla. Tiene aire pastoril, aunque ninguno se asoma por esos lares. Ha de ser por el invierno, que para esta temporada ha pegado muy fuerte. El sitio se recorre en una hora, tiempo necesario para descubrir cada rincón, antes que caiga la lluvia o nieve. Durante días estos, ha habido mucho temporal. Es tan inestable que las noticias no logran predecirlo con exactitud; al menos hoy sí acertaron.

La lluvia toma terreno y toca correr en busca de refugio, mientras llega la oportunidad de darle un último vistazo al pueblo, el que se quedará en la memoria. Sus calles estrechas, empedradas y rústicas atravesadas con pequeños canales que sirven de desagüe, para cuando el mal tiempo -como ahora- azota. Casas que comparten pared y techos bajitos. Un río que le rodea y una plaza central, su iglesia y una cruz que confirma la religión que profesa (o profesó) la mayoría. Es un cofre vivo de memorias, desolado, pero vivo.

Plaza Mayor de León. Aquí se puede disfrutar de una variedad envidiable de bares y tabernas. / Instagram: @IsaiasCedeno

Los garbanzos de Maragato

A mitad de camino, entre León y Castrillo, está Astorga, el hogar de Casa Maragato, un restaurante familiar de mucha fama en la provincia. Desde hace décadas siguen, rigurosamente, la misma receta de Cocido español. Es el único plato que sirven. El salón está decorado de tal modo, que entre los aromas que salen de cocina y el vino rosado, que abre el paladar, se da inicio a una experiencia gastronómica llena de expectativas. Un folleto en cada mesa justifica por qué su cocido es el mejor de toda España. Aunque tiene los mismos ingredientes que otras regiones, lo que lo hace especial es la forma de servirlo: el caldo va al final. Aquí la famosa teoría del orden de los factores no altera el producto es desafiada.

Tomate fresco y un poco de pan inauguran la mesa. Al instante una cacerola de diez carnes (chorizo, tocino y oreja, pato, lacón, panceta y morro de cerdo, gallina, cecina y mordillo de vaca) acompañado de relleno, que es una especie de croqueta -que no cruje-, balancea todo el sabor de este primer vuelco, dando la impresión que el segundo sólo será una ilusión.

Pequeñitos y cocinados a un punto imposible de copiar, llegan los garbanzos. Este plato servido de manera sencilla no levanta ni la más mínima sospecha de todo lo que trae. Tienen un aroma a mantequilla y cuando entran a la boca, solo basta con impulsarlos hacia el paladar y se deshacen al instante. Su textura es ideal para ejecutar otras elaboraciones como purés, pasteles y hasta croqueta, sin importar que no cruja.

Casa Maragato presume de servir el mejor cosido de España, y es verdad. / Instagram: @IsaiasCedeno

Son adictivos, además, olvidé cuantas veces le repetí. Su sabor, formas y dimensiones no lo había degustado en ninguna parte del mundo; y eso que como mucho garbanzos. Cuando la cacerola quedó vacía el camarero preguntó si queríamos más… dudé la respuesta por unos segundos. Quería más, pero faltaba el caldo y el postre. Ser justo es imprescindible.

La sopa, que impresiona al ser servida tiene buen sabor, pero le hace poca justicia al plato que le antecede. Quizás esa sea la razón por la que en casa Maragato han alterado el tradicional orden se servidas. Tiene aroma potente y buen cuerpo. Es el plato del debate.

Por su parte, el postre está inteligentemente elaborado. Es una natilla espolvoreada con canela y un pequeño bizcocho. Es el perfecto cierre. Es una comida de novela, como las de Isabel Allende, románticas y apasionadas de esas que no puedes abandonar, pero que cuando las terminas, se quedan para siempre en el recuerdo.

Entrada de Calle Ancha, centro turístico de León. / Instagram: @IsaiasCedeno

El spotify de ayer y las memorias del papel

León es el punto de partida de una de las tantas rutas del Camino de Santiago y también para muchos recuerdos del siglo anterior.

En esta ciudad, que antes de visitarla me había reprochado su elección, asegurando que allí había muy poco que ver, se convirtió en el lugar que necesitaba para amar a España de la forma que he querido amarla, pero no había podido.

León tiene lo que los viajeros amantes de los destinos tranquilos buscan: calles estrechas, cálidas tabernas y arquitectura que inspira crónicas. Esta ciudad es como un cortometraje de Roberto Pérez Toledo, en el que sólo basta diez minutos para enamorarse.

Este es un sitio al que regresaría cuantas veces sea necesario, para olvidar a Spotify y escuchar musica de todo el mundo en discos compactos y bailarla como si nadie mirara. Es perfecto, además,para disfrutar la buena lectura y revivir lo que los libros tradicionales te hacen sentir. Es verdad, León es más castizo que moderno y menos cosmopolita que cualquier otro sitio en el mundo, pero es de esos lugares que besas con la inexperiencia del primer romance y a la vez nunca olvidas; tal cual como el primer amor.

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