Juan Pablo II y la primera visita papal a Panamá

Eran las 9:23 a.m. del 5 de marzo de 1983, cuando el avión DC-10 “Dante Alighieri” de la aerolínea Alitalia, que transportaba al papa Juan Pablo II arribó al aeropuerto de Tocumen, en la ciudad de Panamá.

El pontífice llegaba al país como parte de su gira pastoral por varias naciones de Centroamérica y el Caribe.

Banderas de Panamá y el Vaticano, pañuelos blancos y pancartas que decían “Bienvenido Juan Pablo II, mensajero de la paz”, eran agitadas por cientos de personas que lo esperaban en el aeropuerto.

Una vez se asomó a la puerta del avión, los gritos de las personas presentes acabaron con el silencio que imperaba en aquel momento.

El Papa levantó sus manos y desde lo alto de la escalerilla bendijo a las personas.

Juan Pablo II descendió lentamente por la escalera y una vez abajo beso tierra panameña.

Dos niños ataviados con los trajes típicos del país lo recibieron.

Posteriormente, recibió los saludos del presidente Ricardo De La Espriella y su esposa Mercedes.

Un grupo de 200 niños entonó un canto para recibir al Papa.

Segundos después, el pontífice y el presidente escucharon los himnos del Vaticano y Panamá.

“Su Santidad, ha de contemplar el inmenso y conmovido júbilo de este pueblo que se congregará hoy para ofrecerle sus corazones y escuchar la palabra del Vicario de Cristo. Con esta hermosa fiesta de la fe, los panameños compartimos el pan de la esperanza con nuestros hermanos de esta porción de la humanidad. Esa esperanza es la de la paz, que también en esta parte del mundo ofrece la única oportunidad para la vida”, dijo De La Espriella en su discurso.

Juan Pablo II desplegó su mensaje de paz en momentos difíciles en la región centroamericana.

“Con gran ilusión había esperado el momento de besar tierra panameña. Bendita sea la Divina Providencia que me concede visitar este noble país en mi viaje al área geográfica centroamericana. Sé que también vosotros deseabais vivamente este encuentro. Desde el primer momento percibo el afecto entusiasta de los panameños”, recalcó Juan Pablo II.

Al culminar los discursos, el Papa y el presidente avanzaron en medio de los acordes de “La Marcha Panamá”.

La multitud rompió el protocolo y rodeó al Papa, todos los presentes querían darle la mano a un pontífice cercano, al “Mensajero de la Paz”.

Una vez venció la marejada de personas, Juan Pablo II entró al salón diplomático del aeropuerto, mientras se preparaba su traslado a través de un helicóptero hacia Albrook, donde miles de almas lo esperaban.

Misa monumental

Se estima que más de 250 mil personas abarrotaron el entonces Campo Industrial Simón Bolívar en Albrook.

Una vez el Papa llegó a este punto hizo su recorrido a bordo del papamóvil, desde dónde pudo apreciar el cerro Ancón y tierras canaleras.

El arzobispo de Panamá, Marcos Gregorio McGrath recordó al Sucesor de Pedro, que en 1513, el papa León X creó la primera diócesis de tierra firme bajo la advocación de Santa María La Antigua e hizo una radiografía histórica de la Nación.

Juan Pablo II celebró la misa ante miles de fieles que esperaban su palabra de esperanza y posteriormente partió a la Nunciatura Apostólica.

Encuentro con los campesinos

Eran las 4:15 p.m. cuando inició su recorrido desde la Nunciatura Apostólica, Avenida Balboa, Avenida Federico Boyd, iglesia del Carmen y la Vía España con dirección al entonces estadio Revolución, actual Rommel Fernández.

Unos 30 mil campesinos venidos de todo el país se encontraban en el sitio para reunirse con el pontífice.

No importaron los desvelos y sacrificios de estas personas humildes que llegaron a la capital desde inhóspitas regiones de la geografía panameña.

Juan Pablo II entró al estadio, donde el público emocionado gritaba “bienvenido a Panamá”, “viva el Papa”, mientras agitaban miles de banderas vaticanas.

En este acto no faltó la parte cultural y el Papa pudo observar un conjunto folklórico que interpretaba un baile típico con música entonada por el Coro 400 años.

Un grupo de niños ataviados de trajes típicos subieron a la tarima para entregar obsequios al pontífice.

Claveles blancos y amarillos y una flor del espíritu santo conservada en alcohol recibió Juan Pablo II.

Otros regalos entregados fueron sombreros, artesanías y un collar de chaquiras, este último obsequio le gustó tanto que el Papa pidió que se lo colocaran al cuello, un momento inmortalizado en fotografías de la época y que incluso inspiró a pintores panameños.

El Papa dirigió un discurso a los campesinos de Centroamérica y el Caribe.

“Hermanos y hermanas, tengo que deciros, ante todo, que encuentro mucho gusto en vuestro modo de cantar, de bailar y en el modo de exprimir vuestra cultura”, dijo Juan Pablo II.

El pontífice manifestó su felicidad entre los campesinos, de quien dijo “resplandece una profunda religiosidad”.

Destacó la dignidad del hombre del campo, que “no es menor que la de aquel que trabaja en la industria y otros sectores de la vida económica”.

“Recordad que Cristo mismo quiso experimentar el cansancio físico trabajando con sus manos como simple artesano, la Iglesia comprende y reconoce ese valor de vuestra condición de campesinos y quiere estar cercana a vosotros con la luz de la fe, con el estímulo de los valores morales, con su voz en defensa de su dignidad y derechos. En su enseñanza social no ha cesado de indicar a personas e instituciones, estados y organismos internacionales que aseguren el desarrollo necesario de la actividad agrícola para que crezca en armonía y se eliminen las lacras que afectan al hombre del campo”, sentenció.

Dejó claro que estaba al tanto de las desigualdades en América Latina y de que la población campesina había sido frecuentemente abandonada en un innoble nivel de vida, ignorada y explotada duramente. “Sé que sois conscientes de la interioridad de vuestras condiciones sociales y de que estáis impacientes por alcanzar una distribución más justa de los bienes y un mejor reconocimiento de la importancia que merecéis y del puesto que compete en una nueva sociedad más participativa”.

Llamó al reconocimiento de los justos derechos de los trabajadores del campo y del nivel de conciencia en el campo de la ética social del trabajo.

Visita a Palacio y a la Catedral Metropolitana

Como jefe del Estado Vaticano, el Papa tuvo un encuentro con el presidente De La Espriella en el Palacio de las Garzas y posteriormente se dirigió a la Catedral Metropolitana.

El barrio de San Felipe estaba a rebosar, pues miles de personas lo esperaban en las apretadas calles del Casco Antiguo panameño.

Desde los balcones de los históricos edificios llovían pétalos de flores durante el paso del papamóvil desde Presidencia hasta la catedral, cabeza de la arquidiócesis.

Antes de entrar a la catedral, Juan Pablo II saludó a miles de personas agolpadas en la plaza de la Independencia.

Una alfombra roja cubría toda la nave central de la histórica iglesia, donde no cabía ni un alfiler.

Dentro, el pontífice se reunió con los ancianos, enfermos y miembros de la Iglesia católica panameña.

Al culminar este encuentro, en horas de la noche partió hacia San José de Costa Rica, para seguir su visita pastoral a otras naciones de la región.

Fueron escazas 10 horas en la nación panameña, lo suficiente para dejar una semilla en una tierra caracterizada por ser pacífica, aunque en los últimos años se ha visto mermada ante tantos sobresaltos sociales y políticos. Una paz que la mayoría de los ciudadanos espera recuperar ante la inminente llegada a tierras istmeñas por parte de un nuevo Sucesor de Pedro, el papa Francisco.