El vino gana terreno bajo el sol de Tailandia
¿Cansado de los grandes vinos? Sírvase un vaso de vino tailandés. Para conseguir el preciado néctar, dos hermanas, Mimi y Nikki, tienen que convencer a los detractores del clima tropical, enfrentarse a una legislación muy estricta y proteger las viñas de los elefantes.
Durante mucho tiempo se ha pensado que era imposible cultivar la viña en el reino porque hacía demasiado calor, demasiada humedad y demasiado sol. Pero Suvisooth (Mimi) y Vissotha (Nikki) Lohitnavy se han lanzado en esta aventura.
En la remota provincia de Nakhon Ratchasima, a tres horas al nordeste de Bangkok, su padre, un expiloto de carrera, creó el viñedo de GranMonte en 1999 en 16 hectáreas de suelos arcillosos y calizos.
Las dos hermanas han tomado el relevo: Nikki se ocupada de la viña y Mimi del marketing.
Ocho cepas cohabitan, entre ellas variedades internacionales como la syrah, la cabernet sauvignon, la chenin blanc, la garnacha y la viognier. En total, producen unas 10.000 botellas cada año.
Algunos de sus vinos han tenido premios internacionales.
Quien "afirme que nunca ha bebido un 'gran vino' de viticultura tropical, todavía no ha probado uno de los vinos del viñedo GranMonte", afirmaba en 2017 en el diario francés Le Figaro Jean-Baptiste Ancelot, un experto que ha visitado más de 500 viñedos en todo el mundo.
Vino caro y elitista
Con una copa de cabernet sauvignon en la mano, Nikki contempla el viñedo.
"Los viticultores de todo el mundo quieren saber lo que hacemos aquí", explica a la AFP esta mujer de 33 años que estudió enología en Australia.
"Con el cambio climático, tienen que adaptarse a temperaturas más cálidas, precipitaciones más abundantes", por eso se interesan en nuestros métodos de producción, asegura.
Durante el monzón, de mayo a octubre, el ciclo vegetativo de la viña está expuesto a duras condiciones y Nikki tiene que vigilar la pluviometría.
También se tiene que aprender a cortar las viñas en función de las condiciones locales y trabajar bajo temperaturas que a veces rozan los 40 ºC.
Este sistema tan laborioso hace que los vinos tailandeses sean caros y elitistas. Un botella de GrandMonte se vende a más de 25 euros (28 dólares)
Gigantes del sector
Sin embargo, la crisis económica generada por el coronavirus ha hecho mella.
El viñedo ha perdido 850.000 euros (965.000 dólares), una suma difícil de recuperar, especialmente si la legislación sobre el alcohol cada vez es más estricta en el país budista.
Comprar alcohol en los comercios está prohibido a ciertas horas. Y las autoridades anunciaron a principios de julio que iban a imponer una prohibición en la venta en línea próximamente, con el objetivo de evitar el consumo de los menores.
Según una ley de 2008, no está autorizada la publicidad sobre este tema.
GranMonte puede dar a conocer su vino a nivel internacional, pero no en el reino.
"No puedo mostrar una botella, no puedo describir en internet el gusto de esta cepa, ni de sus cualidades", se lamenta Mimi. Y eso que la mayor parte de la producción se vende en Tailandia.
Las dos hermanas critican esta situación y aseguran que están en una posición desfavorable frente a los grandes grupos del sector que, aunque están sometidos a la misma legislación, utilizan la notoriedad de sus marcas para hacer publicidad de otra forma.
En su punto de mira están las dos grandes familias que dominan el sector: los Sirivadhanabhakdi, cuya fortuna se eleva a más de 10.000 millones de euros según Forbes, al frente de la Thai Beverage Company, que produce la cerveza Chang; y los Bhirombhakdi (1.600 millones de euros) que poseen la empresa Boon Rawd y las famosas cervezas Singha y Leo.
Entretanto, Mimi vigila atentamente las viñas. A veces, elefantes del parque nacional vecino de Khao Yai se acercan. "Dejan los plátanos y se comen nuestras uvas. Tenemos que pedir ayudar a los 'rangers'".