Samuel Maoz critica en Venecia la militarización israelí 'desde el amor'
Con su segundo largometraje, "Foxtrot", presentado el sábado 2 de septiembre, en la competición oficial del Festival de Venecia, el israelí Samuel Maoz continúa con su crítica a la militarización de su país, algo que hace, "desde el amor".
"Si critico el lugar en el que vivo es porque me preocupa y lo quiero proteger, lo hago desde el amor", aseguró en rueda de prensa Maoz, que tanto en "Foxtrot" como en "Lebanon" -que ganó el León de Oro de Venecia en 2009- traza duras historias relacionadas con los traumas de la guerra.
En "Foxtrot", una película contada en tres partes, al estilo de una tragedia griega clásica, la historia comienza cuando Michael recibe la noticia de que su hijo ha muerto mientras estaba realizando el servicio militar.
El trauma que crea en la familia y la diferente forma en que cada miembro se enfrenta a él da pie a Maoz para realizar un duro retrato del ejército israelí y lo absurdo de una militarización interminable que afecta a toda la sociedad.
En la película el realizador muestra a dos generaciones, la primera de supervivientes, y la segunda, de los jóvenes que actualmente cumplen ese servicio militar obligatorio.
"Todos experimentan traumas por cosas ocurridas durante su servicio militar en este conflicto sin fin", explicó Maoz, que quiso mostrar que las personas traumatizadas no son solo las que tienen fuertes pesadillas, sino que puedes tener una vida feliz y de éxito y sufrir por algo del pasado.
Eso es lo que le pasa a Michael y es algo que se va descubriendo durante una narración que dedica una parte al anuncio de la noticia, otra a la actividad militar del joven Jonathan y una tercera a la situación posterior de la familia.
Una historia en la que juega un importante papel metafórico un cómic erótico en el que las mujeres aparecen dibujadas con una 'X' sobre sus pechos, un símbolo que en "Foxtrot" se convierte en la representación del miedo y del trauma.
Mucha gente camina por la calles con 'X' sobre las caras, al menos en mi país", afirmó Maoz.
Y aunque no quiso hablar demasiado de la evidente vertiente política de su filme, el realizador sí señaló que considera "un poco inocente" que una película pueda servir para solucionar un problema grave como el que plantea "Foxtrot".
Pero sí puede servir, resaltó, "para crear un debate, para que la gente hable porque en general las personas no quieren plantearse cuestiones delicadas. Y yo creo que hay que hablar sobre los problemas y no ocultarlos, no reprimirlos. Es el primer paso para solucionarlos".
Por eso en su película, el realizador construye un viaje emocional para que los espectadores puedan experimentar lo que sufren sus protagonistas y ponerse en su piel.
Una primera parte de imágenes chocantes, una segunda de hipnotizadoras para cerrar con las emocionales, con una estética visual muy marcada en cada caso que establece rápidamente el carácter de cada personaje.
Una casa fría, moderna y muy bien decorada para el personaje de Michael, que quiere ocultar sus traumas en el éxito, y una imagen soñadora, con momentos surrealistas, camellos o bailes en medio del desierto, para el punto de control militar en el que presta su servicio militar el joven y soñador Jonathan.
Una "aspecto visual que sirve a la idea principal" de la película, que es el destino.
Como el que salvó a la hija mayor de Maoz de morir en un atentado contra un autobús en el que tenía que haber viajado y que perdió por llegar tarde a la estación. Un hecho que fue el punto de partida de "Foxtrot".