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Rolex, apartamentos y autos de lujo | Las excéntricas compras que hicieron los hermanos Menéndez días después de asesinar a sus padres

Solo unos días después de los asesinatos de sus padres, Lyle y Erik iniciaron un despliegue de opulencia y excesos que contrastaba con la horrorosa tragedia que habían sufrido.

Los hermanos Menendez fueron condenados a cadena perpetua

Junto con los juicios de Jeffrey Dahmer y O.J. Simpson, el caso de los hermanos Menéndez, fue uno de los más notorios en la historia criminal de Estados Unidos durante la década de los 90. Lyle, de entonces 20 años y Erik de 18, asesinaron a sus padres, José y Kitty Menéndez, el 20 de agosto de 1989, en su lujosa mansión de Beverly Hills. La brutalidad del crimen y los eventos posteriores capturaron la atención del público que hoy, 30 años después, vuelven a tener un renovado interés tras el estreno de la serie 'Monstruos' de Netflix.

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En principio, la Policía siguió la pista que los propios hermanos habían sugerido que la mafia había mandado a ejecutar a sus padres. Pero solo unas semanas después de los asesinatos, Lyle y Erik iniciaron un despliegue de opulencia y excesos que contrastaba con la horrorosa tragedia que habían sufrido. Aunque intentaron parecer estar de luto, rápidamente comenzaron a dinamitar la fortuna familiar comprando ropa, objetos, autos y propiedades de lujo, que levantaron sospechas.

De acuerdo con el testimonio de testigos durante el primer juicio que enfrentaron los hermanos, Lyle y Erik no mostraron signos de luto. En su lugar, emprendieron una serie de compras que parecían incomprensibles para quienes sabían que acababan de perder a sus padres de manera violenta.

Lo primero que compraron fueron sendos vehículos de lujo. Por un lado, Lyle adquirió un Porsche Carrera de 64,000 dólares, mientras que Erik compró un Jeep Wrangler. También gastaron 15,000 dólares en tres relojes Rolex, una suma que, según una vendedora de joyas que testificó en el juicio, se desembolsó solo unos días después de los asesinatos.

Los hermanos gastaron en ropa de marca de diseñador y se embarcaron en viajes costosos, incluyendo vacaciones en el Caribe y Londres. Lyle hizo un depósito de 300.000 dólares para comprar un restaurante de buffalo wings en Princeton en Nueva Jersey. Erik también contrató a un entrenador de tenis a tiempo completo y compitió en una serie de torneos como profesional en Israel.

Otro de los movimientos de los hermanos que causó sospechas fue la puesta en venta de la mansión familiar de Beverly Hills. En lugar de quedarse a vivir allí, los hermanos alquilaron lujosos condominios en Marina del Rey, un área exclusiva de Los Ángeles, además se hospedaron en hoteles lujosos durante semanas, gastando miles de dólares en comida y servicios.

Según la fiscalía, estos gastos demostraban que la verdadera motivación de los hermanos para asesinar a sus padres era la codicia y el deseo de una vida de lujos. Pamela Bozanich, fiscal del caso en 1993, argumentó ante el jurado que Lyle y Erik habían asesinado a quemarropa a sus padres para vivir la vida que siempre soñaron, y que los asesinatos eran un acto premeditado y calculado. Sin embargo, los hermanos han argumentado que esos desembolsos fueron un mecanismo de escape para enfrentar el dolor y la culpa tras el crimen.

En 1996, después de dos juicios muy mediáticos, ambos fueron condenados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

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