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En una sociedad donde la contención y la discreción son valores altamente apreciados, encontrar espacios para desahogarse puede ser un desafío. Sin embargo, un servicio innovador ha encontrado la manera de romper esta barrera emocional: la empresa Ikemeso Danshi ofrece la posibilidad de contratar a hombres atractivos para acompañar a los clientes mientras lloran, en lo que se conoce como rui-katsu o “búsqueda de lágrimas”.
El concepto detrás de Ikemeso Danshi es simple pero llamativo: durante una sesión, el cliente y su acompañante, un hombre cuidadosamente seleccionado por su apariencia atractiva, ven juntos una película triste. A medida que las emociones surgen, el ikemeso danshi (traducido como “guapo que llora”) ofrece palabras de consuelo, una palmada en el hombro e incluso un pañuelo para secar las lágrimas.
Más que un simple acompañamiento, el objetivo es brindar un ambiente seguro donde las personas puedan expresar libremente sus sentimientos sin temor a ser juzgadas. “Las personas vienen y lloran juntas. Dicen que después se sienten muy bien”, explicó Hiroki Terai, empresario y creador del servicio, en una entrevista con la BBC.
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El costo de una sesión ronda los 7.900 yenes (aproximadamente 53 dólares estadounidenses) y está dirigido especialmente a quienes enfrentan dificultades para liberar sus emociones en su vida diaria.
El servicio de Ikemeso Danshi no solo se limita a sesiones individuales, sino que también se ha implementado en entornos laborales. Empresas japonesas han contratado estos grupos de llanto como una herramienta para mejorar la cohesión entre empleados y reducir el estrés.
El procedimiento es el siguiente: los trabajadores se reúnen en una sala de conferencias mientras el ikemeso danshi proyecta escenas de películas diseñadas para conmover al público. Desde historias de lazos familiares hasta trágicas despedidas, los fragmentos seleccionados buscan generar una respuesta emocional inmediata.
El resultado, según Terai, es que los empleados se sienten más cercanos entre sí después de compartir un momento de vulnerabilidad. “Cuando los empleados lloran y muestran su verdadera esencia, las barreras de la formalidad caen, lo que contribuye a fortalecer las relaciones en el trabajo”, afirmó el empresario.
Uno de los aspectos más llamativos del servicio es la elección de hombres atractivos como facilitadores del llanto. Terai explicó que esta decisión responde a la necesidad de romper con el estereotipo de que los hombres no deben llorar.
En la cultura japonesa, la expresión de emociones en el ámbito laboral suele estar mal vista, y el llanto, en particular, es considerado un signo de debilidad. “Si lloras en el trabajo, crees que tus compañeros no van a querer tocarte. Hay una imagen muy negativa”, comentó Terai.
Sin embargo, el empresario sostiene que permitir a los hombres mostrarse vulnerables en un entorno seguro puede ser una forma de desafiar estos prejuicios y fomentar una visión más saludable de la expresión emocional.
Japón es conocido por sus innovadores y, a veces, extravagantes servicios diseñados para abordar la soledad y el estrés. Además de los ikemeso danshi, existen otros negocios enfocados en proporcionar apoyo emocional de formas poco convencionales.
Entre ellos, los llamados “cafés de abrazos” ofrecen a los clientes la posibilidad de pagar para ser abrazados por un extraño durante un período de tiempo determinado, sin ningún tipo de connotación romántica. También existen agencias donde es posible alquilar “amigos” para acompañar a las personas en eventos sociales, funciones familiares o incluso caminatas por la ciudad.
En un país donde las interacciones personales pueden ser limitadas por la carga laboral y las normas sociales, estos servicios reflejan una creciente demanda por espacios donde las emociones puedan fluir sin restricciones.
Mientras algunos ven en el rui-katsu una forma innovadora de lidiar con el estrés emocional, otros lo consideran un reflejo de la desconexión social que afecta a muchas personas en Japón.
Si bien llorar junto a un desconocido puede parecer una solución inusual, para quienes han encontrado alivio en estos encuentros, la experiencia va más allá de la apariencia de su acompañante. Al final del día, lo importante no es quién ofrece el consuelo, sino la posibilidad de sentirse escuchado, comprendido y, sobre todo, libre de expresar lo que muchas veces la sociedad no permite mostrar.