Destinos Cruzados
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Aunque el relato popular suele insistir en una supuesta enemistad feroz, lo cierto es que ambas bandas compartieron mucho más que titulares de prensa. Detrás de la rivalidad fabricada por los medios, existía una red de admiración, colaboración e influencia que transformó la historia de la música del siglo XX. En ese intercambio constante de ideas, los Rolling Stones no solo fueron contemporáneos de los Beatles, sino también alumnos, competidores y, en más de una ocasión, imitadores confesos.
El vínculo creativo entre ambas bandas tuvo un punto de inflexión temprano cuando John Lennon y Paul McCartney ofrecieron a los Rolling Stones una canción compuesta por ellos: I Wanna Be Your Man. Para los Beatles era apenas un tema secundario, pero para los Stones significó uno de sus primeros grandes sencillos. La canción marcó un antes y un después en la trayectoria del dúo Jagger-Richards, que hasta entonces no se había aventurado con decisión en la composición propia. Impulsados por ese gesto, los Stones se lanzaron a crear su propio material, una decisión que definiría el sonido crudo, provocador y distintivo que los catapultó a la cima.
No todo fue colaboración. John Lennon, siempre mordaz, no ocultaba su fastidio ante lo que él consideraba copias evidentes. En una entrevista concedida a Rolling Stone, Lennon sentenció: “Todo lo que hicimos, los Stones lo hicieron uno o dos meses después. Su Satánica Majestad es Pepper. Nosotros vamos a India y ellos van a la India. Puedes imitar a todos los que conoces, pero no puedes imitar a alguien que está por delante de ti”. Sus palabras revelan el trasfondo de una competencia silenciosa donde la creatividad de una banda parecía encender la chispa en la otra.
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Con el lanzamiento de Rubber Soul en 1965, los Beatles iniciaron una etapa de exploración sonora que llevaría al rock a terrenos antes inexplorados. El uso del sitar en Norwegian Wood introdujo una dimensión oriental al género, que no pasó desapercibida para los Stones. Un año más tarde, Paint It Black también incorporó ese instrumento, pero con una atmósfera más oscura y desesperada. Era una nueva fase de la rivalidad: la psicodelia, donde las reglas eran difusas y las influencias cruzadas se convirtieron en terreno fértil para la experimentación.
La portada de Their Satanic Majesties Request (1967), con sus colores brillantes y estética psicodélica, fue inmediatamente comparada con la de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, publicada apenas unos meses antes. Ambos discos exploraban mundos oníricos, estructuras musicales complejas y una producción visual sin precedentes. Incluso canciones como She’s A Rainbow capturaban esa exuberancia pop que Paul McCartney había perfeccionado.
La competencia también se dio en el terreno de la emoción épica. Hey Jude, ese canto casi litúrgico a la esperanza, encontró su eco en You Can’t Always Get What You Want, otra pieza de largo aliento que fusionaba elementos del góspel, el soul y el rock. Ambas canciones ofrecían una experiencia emocional completa, con crescendos corales, instrumentación grandiosa y letras que tocaban fibras universales.
Incluso en el terreno de los riffs, hubo ecos. El famoso riff de Day Tripper, lanzado en 1965, bien puede entenderse como una respuesta a Satisfaction, de 1965 también, donde Keith Richards inmortalizó una secuencia de notas que aún hoy resuena en estadios y playlists.
Pese a la tensión que afloró en declaraciones como las de Lennon, el tiempo fue curando cualquier herida. Hacia finales de los años 60, las aguas se calmaron y surgieron colaboraciones ocasionales. Lennon llegó a tocar junto a Keith Richards en el supergrupo The Dirty Mac, demostrando que, más allá de las declaraciones ácidas y las portadas competitivas, existía un respeto profundo y mutuo.
Ambas bandas siguieron caminos distintos: mientras los Beatles se disolvieron en 1970 con una discografía impecable y vanguardista, los Stones se consolidaron como una máquina de rock que, hasta hoy, continúa girando por el mundo.
La historia del rock no se puede contar sin hablar de esta relación entre genios. Los Beatles marcaron el camino con su innovación, y los Rolling Stones, con su actitud irreverente, convirtieron esa inspiración en una obra propia. Lo que comenzó como un gesto amistoso, una canción regalada, evolucionó en una carrera por reinventar el sonido, la imagen y el alcance de la música popular.