Mujer de 92 años rompe su testamento tras enterarse que su familia la quería internar en un asilo
La última decisión de Carry Keats, una pensionada de 92 años, ha desencadenado una intensa batalla legal entre sus familiares.
A solo días de fallecer en el Hospital de Salisbury, Keats rompió su testamento en un dramático gesto que dejó su herencia de 800 mil libras esterlinas en medio de un conflicto judicial entre su hermana menor y sus primos lejanos.
De acuerdo con fuentes cercanas al caso, la mujer, en sus últimos momentos de vida, optó por destruir el documento frente a su abogada, lo que ha levantado preguntas sobre la validez legal de dicha acción, así como las motivaciones detrás de la decisión.
El origen de la disputa se remonta a cuando los primos de Carry Keats propusieron ingresarla en un hogar de ancianos debido a su deteriorado estado de salud. Esta sugerencia encendió una fuerte discusión entre los familiares y llevó a Keats a replantearse la distribución de su patrimonio.
Según el Daily Mail, la mujer había expresado su deseo de excluir a sus primos de la herencia, un movimiento que, según su abogada, había sido meditado por meses. La acción de destruir el testamento en su lecho de muerte se realizó bajo el amparo de una ley victoriana de 1837, que permite revocar un testamento si este es destruido, aunque bajo ciertas condiciones legales específicas. No obstante, los primos de la fallecida han impugnado la validez de este acto, argumentando que Keats no tenía ni la fuerza física ni la claridad mental necesarias para ejecutar la anulación de manera efectiva.
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De ser reconocida la revocación del testamento, la hermana menor de Carry, Josephine Oakley, sería la única heredera. Sin embargo, la relación entre ambas no siempre fue sencilla. Oakley y Keats mantuvieron una relación tensa durante gran parte de sus vidas, marcada por desavenencias familiares, lo que llevó a los primos a presentar en el tribunal documentos en los que alegan que la difunta jamás habría deseado que su hermana recibiera la herencia, debido a supuestos actos de adulterio cometidos por Oakley en el pasado.
La hermana menor, por su parte, ha rechazado estas acusaciones, afirmando que su hermana mayor estaba al tanto de su vida y que no la juzgaba por sus decisiones. Además, defendió la determinación de Keats de excluir a los primos de su testamento, asegurando que en los últimos meses de vida, la relación entre ambas había mejorado significativamente.
En su declaración, Oakley presentó pruebas ante el Tribunal Supremo de Londres que evidencian que fue su única compañía en los momentos finales de Keats. Según los documentos, la difunta había dejado claro su deseo de mantener a los primos fuera de su legado.
El Tribunal Supremo de Londres ahora se enfrenta a la tarea de evaluar la validez de la destrucción del testamento de Keats, basándose en la legislación vigente y en los testimonios de las partes involucradas. Por su parte, la abogada de confianza de Keats, quien presenció el acto de destrucción, sostiene que la anciana estaba en pleno uso de sus facultades mentales cuando tomó la decisión final, reafirmando así su deseo de excluir a sus primos de la herencia.
Mientras el tribunal evalúa los testimonios y las pruebas, la batalla legal sobre la fortuna de Carry Keats continúa, dejando entrever que las luchas por la herencia a menudo revelan complejos entramados familiares. La decisión final, que definirá el destino de las 800 mil libras esterlinas, aún está por resolverse, pero sin duda marcará un hito en la relación fracturada entre los herederos.