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La historia de la mujer que fue fiscal durante 13 años y ni siquiera era abogada ¿Cómo la descubrieron?

Lozano Doria abrió todo tipo de investigaciones y cerró expedientes judiciales a su antojo, sin que el sistema de justicia sospechara que se trataba de una vil mentira.

Imagen con fines ilustrativos
Imagen con fines ilustrativos / Pexels/Kindelmedia

¿Cómo es posible que una persona sin estudios se haga pasar por un profesional y consiga engañar a su entorno durante tanto tiempo? Pues, aunque parezca inverosímil, una mujer en Colombia logró engañar al Órgano Judicial durante 13 años, llegando a ser directora regional de la Fiscalía General, cuando ni siquiera era abogada. La farsa finalmente quedó al descubierto gracias a una extensiva investigación de la revista Semana, que reveló la insólita historia.

Tal y como revela el medio colombiano, Claudia Elena Lozano Doria se pavoneó con la frente en alto por los pasillos de la Fiscalía General y despachos judiciales. Durante trece años, entre 2000 y 2013, Doria llegó a solicitar órdenes de captura, abrió todo tipo de investigaciones, cerró expedientes judiciales a su antojo, absolvió a presuntos culpables y condenó a supuestos inocentes.

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Hasta allí todo bien, pues estas competencias no son nada extrañas para un funcionario de carrera judicial con el perfil de Lozano Doria. El detalle es que la mujer nunca pasó por una facultad de Derecho, no contaba con tarjeta profesional (idoneidad) y mucho menos tenía certificado de abogada. Requisitos mínimos que exige la ley colombiana para ocupar estos altos cargos para administrar justicia.

Pero, ¿cómo llegó a ocupar estos altos cargos sin que nadie se diera cuenta de la farsa? La respuesta parece sacada de un tomo especial de situaciones inéditas que solo se presentan en Colombia, señala Semana. Valiéndose de una relación de amistad, la mujer tocó en septiembre de 2000 las puertas de la Fiscalía General para solicitar un trabajo como técnica judicial en la Sección Judicial de Montería, Córdoba.

Tomó la tarjeta profesional de su entonces entrañable amiga, María Consuelo Mestre, quien terminó emproblemada y convirtiéndose en la principal testigo en su contra. Copió gran parte de su hoja de vida para “acreditar formación profesional y un acta de grado con el fin de lograr su nombramiento”. En poco tiempo, y con estos documentos bajo su brazo, fue escalando rápidamente.

Fue así como llegó a posesionarse como fiscal “en doce oportunidades”, ocupando distinciones tales como fiscal local delegada ante los jueces de Barranquilla, fiscal delegada ante los jueces de Cartagena, hasta dar el gran salto de directora seccional de Fiscalía de Riohacha.

La respuesta a cómo nadie se dio cuenta durante esa década de esta falsedad todavía sigue en el limbo. La mentira se rompió por el lado menos esperado: tras salir de la Fiscalía General intentó ingresar a la Judicatura utilizando los mismos documentos falsos para ser nombrada como juez de ejecución de penas de Valledupar.

Tal vez confiada por su buena suerte y el hecho que no la habían descubierto, presentó la tarjeta profesional y el diploma de la Corporación Universitaria del Sinú. Sin embargo, al ingresar su número de cédula al sistema se prendieron las alertas: los datos no coincidían y en la mismísima Judicatura confirmó que en el registro nacional de abogados no aparecía nadie con ese nombre.

Todo se cayó en un abrir y cerrar de ojos.

*Información publicada por la revista Semana*

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