El Baile de los 41: La fiesta gay que desnudó la hipocresía de la élite aristocrática

El número 41 o 42 pasó a formar parte de la cultura popular mexicana para referirse de manera velada a los homosexuales.

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El 18 de noviembre de 1901, en el apogeo del régimen de Porfirio Díaz, una redada policial en la Ciudad de México desató uno de los mayores escándalos sociales y políticos del México del siglo XX. Este evento, conocido como el Baile de los Cuarenta y Uno, reveló los prejuicios, las tensiones de clase y la persecución hacia la diversidad sexual en una sociedad profundamente conservadora y patriarcal.

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Pero para entender el contexto del escándalo hay que adentrarse en la historia, y es que en el México de finales del siglo XIX y principios del XX, la realización de bailes donde concurrían solo hombres o solo mujeres se hacía con frecuencia, aunque de manera clandestina debido a la discriminación y la condena pública hacia la diversidad sexual de la época. Diversas fuentes citan la realización de fiestas y eventos públicos como desfiles con hombres y mujeres travestidas, aunque se justificaban como fiestas de disfraces.

Se dice que los organizadores del evento habrían sido el yerno del entonces presidente Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier y Antonio Adalid, apodado Toña la Mamonera. Ambos recorrieron la colonia Tabacalera y alquilaron una casa para tal fin. La fiesta incluía, entre otras cosas, la "rifa del Pepito" o el efebo, es decir, un concurso donde el premio sería estar con un prostituto.

A las tres de la mañana del lunes 18 de noviembre de 1901, en medio del clímax de la fiesta, un policía oyó un alboroto inusual desde la calle y decidió indagar. Al llegar a la casa, golpeó la puerta y una elegante mujer, de pechos grandes y bigotes lo recibió. Contrariado, el agente miró desde afuera hacia el interior de la residencia y lo que vio fue un grupo numeroso de hombres travestidos que bailaban, algunos apasionados, con otros hombres que no estaban travestidos. Impactado, decidió pedir refuerzos y lo que vino después fue un escándalo de proporciones nunca vistas.

De acuerdo con los reportes de la época, en la fiesta había 42 hombres, de los cuales 19 estaban vestidos con ropa femenina. Aunque inicialmente los participantes fueron detenidos, solo se mencionó públicamente a 41, lo que desató especulaciones sobre la presencia de “un individuo de alta alcurnia” entre los asistentes. El rumor más persistente fue que el yerno del presidente Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, estaba entre los participantes. Sin embargo, su nombre nunca apareció en los registros oficiales, lo que alimentó sospechas de un encubrimiento por parte de las autoridades.

Pese a que México atravesaba por una modernización de su sociedad bajo el régimen de Porfirio Díaz, esta modernidad coexistía con una rígida moralidad victoriana, que veía la diversidad sexual como un delito y una desviación. En este marco, la redada no solo fue un ataque a la comunidad LGBTQ+, sino también un reflejo de las tensiones sociales: los asistentes pertenecían a las clases altas, pero la policía y los medios los expusieron al escarnio público para reforzar los valores tradicionales.

Impacto mediático

El incidente fue ampliamente cubierto en la prensa de la época, especialmente por el periódico El Popular, que dedicó una serie de caricaturas y crónicas mordaces al escándalo. Estas publicaciones no solo ridiculizaron a los involucrados, sino que también consolidaron el número 41 como un símbolo de burla hacia la homosexualidad en la cultura popular mexicana. Hasta hoy, el número sigue cargado de estigma en ciertos contextos.

Los castigos y el encubrimiento

Tras la redada, los detenidos enfrentaron una doble condena: la legal y la social. Muchos fueron enviados a trabajos forzados en Yucatán, donde trabajaron en las plantaciones de henequén en condiciones extremas. Otros, probablemente gracias a su posición social, lograron evitar mayores sanciones. La omisión oficial del nombre de Ignacio de la Torre y Mier fue interpretada como un intento de proteger la imagen del presidente Díaz.

Repercusiones en la sociedad y la cultura

El Baile de los Cuarenta y Uno marcó un hito en la historia de la discriminación y la invisibilización de la comunidad LGBTQ+ en México. Durante décadas, el evento fue utilizado como un ejemplo de desprestigio moral y un argumento contra la diversidad sexual. Sin embargo, también inspiró una resistencia silenciosa que fue ganando fuerza con los años.

En el ámbito cultural, el incidente dejó una huella duradera. En el cine, la película El baile de los 41 (2020), dirigida por David Pablos, presentó una dramatización del evento, destacando la represión de la época y el coraje de quienes desafiaron las normas. Literariamente, escritores como Carlos Monsiváis analizaron el evento en el contexto de la construcción de la identidad nacional y los prejuicios de género.

El Baile de los Cuarenta y Uno expone cómo el poder y la moralidad se entrelazaron para perpetuar la exclusión y la discriminación. Aunque México ha avanzado significativamente en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ+, este evento sigue siendo un recordatorio de los desafíos históricos y la necesidad de un cambio social más inclusivo. Hoy, la memoria del Baile de los Cuarenta y Uno se reivindica como un símbolo de resistencia frente a la opresión y como un punto de partida para comprender la compleja relación entre poder, género y sexualidad en la historia de México.

*Esta nota fue creada con ayuda de la IA*

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