‘Llamadores’: Los despertadores humanos de la Inglaterra del siglo XVIII

Historias del mundo

En el siglo XVIII y XIX, antes de que los despertadores fueran una realidad común, existía un oficio peculiar en Inglaterra y algunas partes de Europa: el de los "llamadores" o knocker-ups.

Ilustración de un "Knocker up"
Ilustración de un "Knocker up"

Imagínate que es el siglo XVIII, y tienes que levantarte a las 4 de la mañana para ir a trabajar en una fábrica. No tienes celular, ni reloj despertador, y mucho menos un gallo que te cante al oído. ¿Cómo te despiertas? La respuesta es simple: contratas a un "llamador" o “knocker-up”. Así como lo lees. 

En lugar de poner una alarma, las personas en Inglaterra, especialmente en las ciudades industriales, pagaban a un trabajador especial para que los despertara a la hora deseada. Este oficio, aunque hoy nos parece insólito, fue una necesidad real en una época en la que despertar a tiempo no era tan fácil como lo es ahora.

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 ¿Qué era un "llamador"?

El oficio de los "llamadores" nació durante la Revolución Industrial, en una época en la que Inglaterra estaba llena de fábricas, minas y talleres que necesitaban a los trabajadores bien temprano y a tiempo. 

Las jornadas laborales empezaban muy temprano, y muchos empleados vivían en viviendas compartidas o en barrios densamente poblados, sin acceso a la mayoría de las comodidades que tenemos hoy. 

En este contexto, surgió el rol de los “knocker-ups”, trabajadores a los que se les pagaba por el servicio de despertar a otros en la madrugada o temprano en la mañana.

La palabra “knocker-up” viene de "knock," que significa golpear, y “up”, que aquí quiere decir “despertar”. Estos llamadores, como les llamaban algunos, literalmente iban de casa en casa golpeando puertas y ventanas para asegurarse de que sus clientes se despertaran. 

Era un oficio popular y, en ciertos lugares, bastante solicitado, sobre todo en los barrios donde vivían trabajadores que no podían darse el lujo de quedarse dormidos y perder el día de trabajo.

Fotografía de un "knocker-up" o despertador.
Fotografía de un "knocker-up" o despertador. / Wikipedia

Herramientas de los "llamadores": ingenio ante todo

Pero, ¿cómo hacían los llamadores para despertar a alguien sin perturbar a los vecinos? ¡Aquí viene lo interesante! Los llamadores eran muy ingeniosos en su método. Algunos usaban una varilla larga de bambú o madera, que podía medir varios metros, para alcanzar las ventanas de los pisos más altos y golpear suavemente el vidrio. De esta forma, el sonido era lo suficientemente fuerte como para que la persona dentro se despertara, pero no tan ruidoso como para alertar a todo el vecindario.

Otros preferían métodos más creativos: algunos llamadores usaban una especie de cerbatana con piedritas o guijarros para lanzarlas hacia las ventanas de sus clientes. Incluso había quienes usaban una especie de biombo para asegurarse de que las piedritas alcanzaran la ventana adecuada sin hacer un gran escándalo. Estos métodos no solo requerían habilidad, sino también precisión, porque tenían que asegurarse de no romper el vidrio, o peor aún, despertar a alguien equivocado.

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La puntualidad era clave

¿Te imaginas confiarle a alguien el compromiso de despertarte todos los días a las 5 a.m.? La relación entre el llamador y su cliente era de absoluta confianza. Estos trabajadores sabían que llegar tarde o no cumplir con su tarea significaba que el cliente, en muchos casos, podía perder su día de trabajo o incluso su empleo. Así que ser puntual y preciso era clave en el oficio de los llamadores.

Los clientes acordaban previamente la hora exacta en la que querían ser despertados, y el llamador pasaba por su casa a la hora acordada, golpeando o lanzando piedritas hasta asegurarse de que la persona estaba despierta. Había incluso llamadores que iban de puerta en puerta haciendo este trabajo para varios clientes, recorriendo las calles y asegurándose de que nadie se quedara dormido.

¿Quiénes eran los llamadores?

Los llamadores eran, en su mayoría, personas de bajos recursos que veían en este oficio una manera de ganarse la vida. Podían ser hombres y mujeres, aunque las mujeres eran muy comunes en este trabajo. Muchas de estas mujeres eran mayores y encontraban en el oficio de llamadora una fuente de ingreso que no requería demasiado esfuerzo físico.

Es interesante pensar que, en muchos casos, los llamadores también trabajaban en las fábricas o minas, y tenían que cumplir su propio horario. Así que, además de levantarse temprano, se aseguraban de despertar a los demás, para luego ir ellos mismos a sus empleos. ¡Eso sí que es responsabilidad!

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La llegada de los despertadores y el fin del oficio

Como todo, el oficio de los llamadores no duró para siempre. Con la llegada de los relojes despertadores a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, poco a poco las personas empezaron a confiar más en sus propios relojes que en los llamadores. Al principio, los relojes despertadores eran un lujo que pocos podían pagar, pero con el tiempo se volvieron más accesibles, y el oficio de los llamadores comenzó a desaparecer.

Curiosamente, en algunas zonas rurales de Inglaterra y en ciertos barrios de clase trabajadora, el servicio de los llamadores persistió hasta la década de 1920. Para algunas personas, el costo de un reloj despertador seguía siendo demasiado alto, y preferían la confiabilidad de un llamador conocido. Pero a medida que la tecnología avanzó y los despertadores se hicieron cada vez más comunes, los llamadores quedaron relegados al olvido.

Un oficio peculiar que hoy sería impensable

Hoy en día, tenemos múltiples alarmas en nuestros teléfonos, relojes y hasta en los electrodomésticos. Es fácil pensar que jamás podríamos quedarnos dormidos accidentalmente. Pero hace poco más de un siglo, para muchas personas, el despertarse a tiempo era una tarea tan crucial y difícil que requería la ayuda de otra persona. Los llamadores fueron una solución ingeniosa a una necesidad cotidiana, y, aunque hoy suena absurdo, fue un servicio indispensable en una época sin la tecnología de hoy.

Este oficio tan curioso y casi olvidado es un recordatorio de que la tecnología ha cambiado nuestras vidas de maneras que a veces ni siquiera notamos. La próxima vez que te despiertes con una alarma, ¡recuerda que, en otra época, alguien habría estado golpeando tu ventana para lograrlo!

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